Viene del capítulo anterior : La Tinaja de Xolotlán
Un amante persuasivo
Sin contar con los
lucrativos mercados de la familia Sröeder, extendidos por toda la América latina,
que bajo las directrices y gobierno del apoderado oficial Don Lucas Lizardo,
nombrado por acta notarial, desde hace ya veinte y cinco años, y estando en
vida Don Mathías, quien por documento crediticio le designó Testaferro con su hija
Mechthild, para comerciar y atender sus posesiones y negocios.
Acciones que están consiguiendo
pingües beneficios y que no le importaría absolutamente nada, al magnate
Lizardo, conseguir el afecto conyugal de la hermosa Patxarin y meterse en el
seno de la familia y en la cama de la guapa mujer. Con ello, el derecho de
pernada, le daría un grado más determinante en el reparto de bienes, llegado el
momento.
En aquella reunión bajo las
palmeras del jardín, también aguardaba junto a los ya mencionados familiares y
amigos, Doñita Virtudes Malena, hermana de la Pajarita: doña Clara, que es
madrina de Miche y con mucha menos edad que la madre de esta. Virtudes una
mujer desenvuelta y sin secuelas arcaicas, moderna guapa y elegante, fue la
tutora de sus sobrina, por encargo especial de Mathías, su cuñado, mientras
Mechthild permaneció en Boston estudiando y preparándose en cuantas materias
pudieran hacerle falta para el normal desarrollo de su vida. Idiomas, Técnicas
de finanzas para los mercados, nociones de enfermería, además de su propia
carrera en la Universidad de la ciudad americana.
Virtudes fue la encargada
de tutelar a la niña, y la que la sacó del país con infinidad de permisos y de
visados, dada la época que corría entonces Nicaragua. Tiempos de la revuelta, que
acabaron en una guerra civil. Motivos de seguridad y escolares se adujeron para
la marcha del país de las dos mujeres, pero además, para evitarle viviera las
atrocidades en su país de origen, mientras
se dirimían los problemas Somocistas.
Un gesto desde la distancia
se hicieron madre e hija, mientras iban acercándose al sombrado y cada vez se
dejaban divisar con más claridad a ojos de los cuatro personajes que esperaban
la llegada de aquellas visitas a la Hacienda de los Sröeder, llamada exactamente
y en toda su extensión La Tinaja del Secreto, a pesar de acortarle el nombre
por comodidad de término.
Al llegar a la altura del
entarimado umbroso por las pobladas palmeras, se levantaron todos a excepción
de René, que permaneció sentado trasteando una tablet con una nueva aplicación
de juegos internautas.
Virtudes Malena fue la que
se encargó de darle un pescozón disimulado al joven, que pronto se puso en pie,
esperando le llegara la hora de las presentaciones. Mechthild se dirigió a su
mama y fue a la que primero le presentó a Manuel, dejando que ella le mirara y
le estrechara la mano.
_ Usted debe ser Doña Clara_,
dijo Manuel_, adelantándose a que nadie pronunciara palabra alguna, ciñéndole
la mano y acercándose para abrazarla sin que ella hubiera hecho señal alguna de
acercamiento. El estrujón que confirió el recién llegado fue de los que dejan
huella, notándose la familiaridad y el apretón cariñoso que pretendía dar de
corazón a la que después le hablaría sin vergüenzas ni estrecheces, mientras se
lo comía con aquellos ojos rasgados preciosos que poseía.
_ ¡Vaya! Don Manuel, sí que
es usted efusivo de buenas a primeras.
_ No es así del todo Clara,
en mi tierra, se hace de verdad o no se intenta, es peor dar un apretoncillo
falso y memo, que dejar el cariño verdadero de entrada. Luego se dirimen las
consecuencias, si las hubiere; pero de inicio, usted merece de mi parte todo el
respeto y todo el cariño. No podría ser de otra forma. Por cierto, ni se le ocurra
llamarme de usted, ruego el tuteo inmediato.
_ ¡Umm! es persuasivo tu
amigo_ dijo doña Clara, dirigiéndose a su hija y esperando fuese ella la que
siguiera con el uso de la palabra.
_ No lo sabes bien madre,
es un hombre que no tiene dobleces y llama a las cosas por su nombre, aunque
después deba explicar a los necios, o a los que no intentan comprender, alguno
de los significados del mensaje que trata de exponer.
_ Espero Manuel_ volvió a tomar la palabra Doña
Clara; mientras le observaba con recelo_ Te encuentres a gusto en esta hacienda
y, sepas entendernos como nosotros pondremos lo necesario para gustarte.
_ Por ello no ha de padecer
Clara, yo soy una persona que me adapto a las necesidades y no tengo demasiados
caprichos, me gusta la verdad, y estoy muy seguro que en su casa, habrán
detalles que me encantaran, y los que no encuentre de mi agrado, por no ser
para mí; habituales, sabré estar educado y entenderlo perfectamente, adaptándome
sin dudar.
Una sonrisa apareció en el
rostro de Doña Clara, la bella Pajarita, mientras ella quitaba la mirada a
Manuel y buscaba la complacencia de su nieto, que inquieto esperaba su turno
junto al lado de Virtudes.
Metchild, con salero derivó
la atención hacia su hijo, al que se acercó y se abrazó con mucho cariño y
ternura, diciéndole un susurro al oído, que nadie percibió, excepto Manolo, que
entendió el gesto, por la necesidad y el compromiso que existe entre madres e
hijos.
Arrastrándole de la mano y
dando unos pasos de cercanías para situarse frente al novio recién llegado y
presentarle a su niño.
_ Mira Manolo, este es mi
hijo René_ la madre lo dejo a “guevo” para que se estrechasen la mano. Sus miradas
chocaron de bruces. La de Manuel con una sonrisa nada prefabricada, un mohín
amistoso, que solicitaba del joven, ser aceptado de buena manera.
La mano enhiesta de Manuel
encajó con fuerza y energía entre los dedos de un René, que expuso una garra
poco varonil, cediendo un saludo con su
extremidad derecha, propio de un esmirriado.
En lugar de mano de varón enérgico
y vital cedió una zarpa de gallina húmeda y caducada, por la flaccidez con que
saludó al amigo de su madre. Una bienvenida inadecuada, y nada común, la que
patrocinó René. Demostrando que aquella cortesía, que de él se esperaba, fue un
forzado parabién, muy fatigado y más
blando que una morcilla de cebolla.
_ ¡Hola amigo! ¡Encantado!_
lanzó Manolo_ pensando vaya niño más vacío y cobarde; notando como estrechaba
la mano a una especie de trozo de chicha mullida, que le produjo por unos
instantes una especie de asco contenido.
_ Te veo muy recio y
emprendedor_ mintió disimuladamente y siguió hablando Manolo, para arrancarle
al chico alguna frase y serenarlo de tu tirantez.
_ Después de lo que me han contado sobre tu
persona. ¡Todo, cosas buenas!, no sé si creer que todo va a ser un camino de
rosas entre nosotros, o dejar que tú te expreses a tu modo y seas el que
despejes la ecuación de lo que te preocupa.
El chaval, quedó mudo, sin
saber cómo responder, a la cuestión que de entrada planteaba el recién llegado.
Sus nervios afloraron y su miraba se perdió en el vacío. Intentando buscar
alguna palabra que decir, para abortar aquel sigilo que le estaba dejando a
todas luces, en una inmadurez y una mala educación tangible.
Hubiese deseado en aquel
instante comenzar a correr sendero abajo, donde nadie le pudiera indicar que
hacer o decir, y paralizado y sin recursos; farfulló_ Me alegra conocerte, mi
madre me ha dicho que eres un buen tipo.
Desconcertado y a punto de
desplomarse de la vergüenza exhibida, René dejó a Manolo que recurriera a una táctica
comercial, que siempre daba su resultado, echándole un capote al imberbe
mozalbete.
_ Me da el efecto que eres
un tipo duro pero a la vez sensato y caballeroso, que mide sus palabras antes
de exponerlas sin criterio_. Manolo mintió al decir todas aquellas frases
huecas sin sentido, a un muchacho, que demostraba poca condición emprendedora y
menos experiencia que un pimpollo.
A la vez que recogía su
mano, que sudada aun no la había soltado el nene y estaba empapada por los resudores
del hijo de Metchild, que arrancó entonces a murmurar después de lo que escuchó
de labios del novio de mamá.
_ Hola mucho gusto señor
Manuel_ sin frenos y sin pausas continuó diciendo_. Desconozco lo que le han
podido decir sobre mi persona, pero las cosas me gustan que se desarrollen de
forma natural. Los engaños y enredos no me van y por eso siempre estoy en
guardia.
Manuel comprendió que para
el niño era un papelón bochornoso que tenía que soportar y que las frases que
había pronunciado, alguien se las había escrito para que las aprendiera de
carrerilla y pudiera decir alguna cosa, en el momento oportuno y no tan fuera
de lugar y de contexto. Dejando a los escuchantes tan fuera de lugar que nadie
sabía cómo extender aquel diálogo desastroso de René. A lo que Manuel García de
la Serrana trató de corregir de forma magistral y sin que nadie saliera dañado
de aquel percance tan desafortunado y que su madre y abuela se sintieran
orgullosas del comportamiento del joven.
To be continued...
Continuará enpróximo capítulo
3 comentarios:
Excelente Narración Mi Querido Amigo y Escritor Emiio Moreno. Tus textos van tomando cimientos sólidos y atractivos. Abrazos.
Excelente Narración Mi Querido Amigo y Escritor Emiio Moreno. Tus textos van tomando cimientos sólidos y atractivos. Abrazos.
Excelente Narración Mi Querido Amigo y Escritor Emilio Moreno. Tus textos van tomando vuelo con cimientos sólidos y atractivos.
Publicar un comentario