Nuevo capítulo del w.c. Cósmico
_ Eres un buen amante, a
pesar de tus debilidades y errores. Lo he pasado muy a gusto contigo, te has
dejado llevar y no has sido presumido ni pedante, al ver que yo te gobernaba en el lecho, y que
has sido mi juguete.
_ No voy a decir nada, lo
he pasado genial, me has hecho disfrutar como un hombre debiera siempre; regocijarse con el cuerpo de una mujer. Cada vez que se amontonan para gozar del
sexo. Lo que puedo decir es que me ha apasionado tu cuerpo, tus formas, tus
detalles, tus labios, tus pechos; todo lo tuyo es armonía para mí. Hueles a
Dioses, no dejas indiferente a nadie y creo que lo sabes, eres preciosa y
además inteligente. Solo preguntarte, ¿podremos vernos más veces?, sin
choferes, sin ayudas, sin tanta seguridad, ¿sabremos?¿Querrás?
_ Quizás, se dé el caso,
sin embargo deja que sea yo la que concedido el deseo, tome la fecha, el
momento y el lugar. Rosalía mi secretaria en todo caso, como sabes, se pondrá en
contacto contigo, discretamente.
Me has dado momentos
placenteros en la cama y puedo asegurarte que no todos lo consiguen. Te creía un idiota vanidoso y me he llevado
una grata sorpresa. No me esperaba de ti tanta cordura y tanta comprensión
hacia mí, que aún y conociéndome, has sabido tratarme con mucho amor y eso lo valoro
en los tíos.
La música de aquella
alcoba, se detuvo y las luces comenzaron tímidamente a lucir desde el cenital
de la estancia, Glenda y Ángel, se bañaban tranquilos muy juntos, dándose jabón
y caricias, arrumacos y besuqueos, tocamientos nada postizos, de los que dejan
mella para volver a empezar. Otro ritual del amor con deseo y atracción.
Al fin salieron, se secaron
y acicalaron de unos perfumes refrescantes. Glenda había dado por el interfono
aviso que en diez minutos, estaban dispuestos para ser recogidos y trasladados
donde conviniera.
Tras un paseíto por
Managua, en dirección por la carretera que lleva a San Miguelito, ya a las
afueras de la capital en una zona selecta por extraordinaria y alejada de todo
contacto con el pueblo, circulaban Manolo y Metchild.
Una hacienda espectacular,
denominada y reconocida como: La Tinaja, por sus dimensiones grandiosas las que
vistas desde la cima de los montes cercanos representaba a una vasija
germánica.
Completa de cuanto se pueda
llegar a imaginar, ganado, tierras de labranza, cafetales, plantaciones de frutales,
plataneras, aguacates y cuanto necesitaran aquellas gentes, empleadas en la
hacienda, como a los propietarios del latifundio que ayudaban a que el poblado
se distinguiera entre los mejores de la región.
Bordeaba la carretera
estrecha pero bien peraltada y tras un buen trecho de conducción tranquila y
sosegada, a lo lejos divisaron la grandiosa plantación de la Tinaja, en pocos
minutos cruzaba el linde y la barrera el mercedes de Mechthild, manejado por
ella misma, llevando a su izquierda a Manuel García de la Serrana, muy cómodo y
confiado a conocer a la familia de aquella licenciada tan guapa y tan
extraordinariamente despierta.
En el camino se iban
encontrando a los guajiros_ campesinos_ que trabajaban la heredad, con una
maquinaria muy moderna y con animales de carga en lugares difíciles, dónde aquellos
vehículos les era imposible su acceso, haciendo todo aquel personal el clásico
trasiego del campo. Atendiendo a las reses mansas y demás menesteres.
Todos los cultivadores, al
paso del coche de la señorita por el barbecho, bajaban su frente y
descubriéndola del gorrito que les tocaba la cabeza reverenciaban obedientes. Las
mujeres, más sublimes lanzaban besos con sus manos a la niña de la casa.
A lo lejos en el porche de entrada
de la hacienda, se veía un movimiento frenético, que a Manuel, le hizo
prepararse y erguirse, afinarse la garganta antes de llegar, para tener la
fonación precisa al saludar a los que les esperaban con tanta impaciencia.
El automóvil, Mercedes
verde, se detuvo a unos veinte metros del acceso, para dar tiempo a que los
familiares divisaran perfectamente desde lejos al pretendiente de la señorita Miche.
Un español licenciado, un tal Manuel, que ya conocían por referencia y así, desde
la distancia percibieran su porte, sus mañas y su bamboleo.
En el sombrado sentados
estaban todos los allegados expectantes, ocupando unas hamacas comodísimas creadas
a mano, fabricadas en caña de bambú.
Todos echaban una mirada
curiosa, como el mayordomo le abría la puerta del vehículo a la niña Miche,
diciéndole este criado sin mirarla a los ojos, una retahíla de palabras
hermosas con acento campechano, sin ese finales y con un cantadito especial.
Manuel esperó a ver si
alguien le abría a él también el portón pero viendo que aquel vejete, seguía
piropeando a Mechthild y nadie le arrimaba
el hombro fue él mismo quien se apresuró a tomar tierra.
Las miradas todas; fueron a
recaer sobre Manolo. Bajo la sombra y en preferente butaca sentada estaba Patxarin,
La Pajarita madre, una mujer preciosa, de edad avanzada y que pertenecía a la
raza aborigen Acahual de linaje Incaico nicaragüense.
Viuda de “Herr” _ sustantivo que
en español significa: Don_ Don Mathías Sröeder.
Teutón y Ario de pura estirpe.
Fallecido tan solo hacía dos años y medio de una enfermedad despiadada, que lo
mantuvo con radio y quimio por más de siete años.
Se habían casado, Patxarin
la india preciosa y el alemán en el año 1948, cuando Mathías apareció por
Managua procedente de un desembarco no oficial en Ciudad de Panamá, desde donde
había descendido clandestinamente una noche, en el país del canal, sin más
valija que un maletín y unos pasaportes falsificados en Munich, y que algún
comando lo trajo a la zona desde donde venía huyendo de algo que jamás se dio a
conocer, ni se supo con certeza, acabada la segunda Gran Guerra Mundial.
Quedando como residente primero
en los lagos de Managua, muy cerca de Tipitapa, hasta que se recuperó de una
Malaria que padecía; se desposaba con la nieta de uno de los responsables que
firmó el Pacto del Espino Negro, personaje importante dentro de la ciudadanía
indígena allá por el año 1927.
En el poblado de Tipitapa, fue
amparado por sus gentes, quienes lo protegieron hasta que mejoró y sano de su
enfermedad, callando su procedencia y demás detalles que pasaron desapercibidos
a las autoridades del país.
Hasta que pudo gobernar
como dueño y señor un rancho amplísimo que no se trabajaba desde hacía medio
siglo, y con apoyos y servicios ajenos a lo corriente, sumados a las ayudas de gentes
sobresalientes de Nicaragua, Argentina y Venezuela, esa propiedad tomó cuerpo
llegando a ser una de las mejores plantaciones de la zona.
Clara Ramona, así la
bautizaron a Patxarin, el jesuita español que estaba en su poblado residente,
como capellán y a su vez acristianando a
los feligreses de aquella amplia zona del lago Xolotlán, cuando toda la familia
se convirtió al catolicismo apostólico y romano.
La servidumbre la llama
Doña Clara o los que le tienen mucha familiaridad la llaman cariñosamente
Pajarita o Ramoneta.
A su derecha, sentado con
cara de circunstancias estaba sentado René, hijo de la señorita recién llegada,
Metchild. Un joven apuesto de quince años que estudia en Montreal, y que no ve
con buenos ojos que su madre se haya vuelto a enamorar.
Manoseando una Tablet de
última generación con cámara de fotos incorporada y que tenía preparada para su
uso.
En un rincón a la izquierda
de Doña Clara, sentado aparece un señor muy serio Don Lucas Lizardo, de origen
judío y procedente de la zona colombiana de la Guajira, que hace las veces de
administrador de las fincas y propiedades de la familia Sröeder, asesor
financiero de Metchild y que bebe las aguas por Patxarin, desde hace muchos
años, incluso antes de que muriera Mathías.
Lucas un potentado capitalista
que estuvo casado tres veces con damas de la sociedad de países tan diversos
como su Colombia de procedencia, Caracas la capital de Venezuela, donde vivió
una experiencia con una millonaria; y en el Distrito Federal Mexicano, con la
hija de un potentado editor, que fueron los que lo lanzaron a la política y a
los negocios brutalmente rentables.
El señor Lizardo daría la
vida por ella, por la Pajarita Patxarin, por su honor por la salvaguarda de la
estirpe “Germano incaica”, sabiendo de buena mano, el patrimonio, fortunas y capital
depositado en el SIBOIF, más
conocido por Superintendencia de Bancos y de otras Instituciones Financieras de
Managua.
To be continued
Continuará en otro capítulo
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