Viene del capítulo anterior:
Como un
clavo a las trece horas estaba Javier Martos, frente a la botica cerca de la
calle siete de Coronado, en la capital San José, Cecilia, salía en aquel
instante de la farmacia y vio a Javier que esperaba en un taxi a que ella
arribara. Al llegar, Javier fue a abrazarla y ella, evitó la caricia por
motivos evidentes, sabía que Don Cirilo, estaba tras los cristales y observaba
todo el devenir, Cecilia se excusó y evadió de forma simpática el pico en los
labios que pretendía conseguir Javier. Sin dar más explicaciones pudo quitarse
de encima al solicitante, quedando este algo confuso por una acción que no
esperaba
_ Como
estás Cecilia, te veo distante_ preguntó Javier una vez despedía al taxi,
después de abonar la carrera y quedar solos en la acera de la esquina siete.
_ ¡Bien!,
estoy muy a gusto, pero nos miran desde la botica, todos están expectantes con
nuestro lio, saben que eres el de Barcelona, y todos mis compañeros, incluido
mi jefe Don Cirilo, me dan consejos, y pócimas para saber tratarte y que no te
escapes de nuevo. ¡Anda vamos!
_ Como es
que me has hecho despedir el taxi ¿Almorzamos
cerca quizás?
_ ¡No;
sígueme! Vamos a por mi auto, que hoy: soy yo la que llevo a mi amigo Javier a
comer, donde me plazca además no vamos solos, esta vez tendremos compañía.
_ ¡¿Como
que no vamos solos?! A quien has invitado que perturbe nuestro almuerzo.
Cecilia,
se miró a Javier, mientras se acomodaban en el coche utilitario de la
boticaria, y ésta en lugar de aclarar dudas; le interrogaba, sin descifrar el
misterio_ ¿Dónde te gustaría comer hoy?_ Javier, no contestó enseguida, se
quedó pensativo, y respondió taxativo y muy serio.
_ En un lugar tranquilo, que no nos molesten y
que podamos disfrutar de la tarde, sin prisas, tengo tantas cosas que debo
explicar, que necesitaría un mundo para poder aclararlas todas.
_ No
eres un poco exagerado, tanto tiempo crees que es necesario para corregir una
trayectoria errónea, o es que te sientes culpable de algo, y no sabes cómo
aderezarlo para que parezca más suave.
Javier
no quiso aclarar asintió con un gesto y no continuó con el tema, se limitó a
preguntar_, ¿con quién comemos hoy preciosa? Donde me llevas a comer ¿admirable
Cecilia?_. No recibió contestación
inmediata.
Observó
con mucha ternura a Cecilia mientras manejaba y esta; le hizo un mohín de
cariño, dándole idea, que debía ser paciente y esperar alguna sorpresa.
Ya
hacía unos minutos que circulaban por el centro de Coronado, el tráfico no
parecía estar demasiado revuelto, y la música de un compacto disco de un tal: Feliciano, daba oídos desde la radio del
vehículo. , interpretaba magistralmente con esa onda rota,
que impone el intérprete ciego, que venía muy a tono aquella pena explícita del
bolero, con el ánimo de Javier.
Cecilia
siempre llevaba ese tipo de concierto en sus traslados y viajes.
José
Feliciano, su referente romántico y su rapsoda fascinante; como imperativo y trovador
influyente, que ejercía sensaciones palpitantes para la guapa Cecilia.
Al que
recurría en instantes necesarios, para recobrar el tono y señal, cuando
necesitaba evadirse o esconderse para profundas reflexiones porque sin duda
aquella música la trasbordaba fortuita, sin que a ella le urgiera imaginar la
bienandanza, o que los sueños insostenibles la invadieran sin pedir permiso de
acceso en el país de la ilusoria.
Javier
volvió a preguntar esta vez con mucho énfasis _ ¿Quieres responder a mi
pregunta?_ y repitió con premura al ver que ella sonreía y disfrutaba.
_ ¿Quién come con nosotros hoy?
Cecilia,
súbitamente le respondió sin mirarle a los ojos_: Hoy comemos con las niñas; en
casa. Supongo que no tienes ningún problema por ello, ¿verdad?
Un
silencio sobrecogedor entró por las rendijas de la escotilla del coche y únicamente
se percibía el gimo del estribillo del bolero, lamentando quejumbroso < Ay barrio de Santa Cruz> _,
del cantante portorriqueño y la respiración jadeante de un Javier Martos, alegre,
que esperaba el momento para solicitar precisamente ese encuentro a Cecilia.
Transcurrieron
tres segundos. Lo que tardó en henchirse el pecho de aire fresco cuando Javier
emocionado respondió_ No sabes la alegría que me acabas de regalar. Había
pensado yo mismo, en pedirte esa opción algún día y mira por donde me la acabas
de facilitar como si ya iniciaras a leerme el pensamiento como lo hacías en
Barcelona.
Cecilia,
siguió argumentando tras sus palabras, otro mensaje muy directo, para quizás
tranquilidad de Javier_ Mis padres no participaran en la comida.
Hoy han
preparado un suculento menú las nenas. Capitaneadas por Caterina, nuestra hija.
Creo
que será mejor para todos, si hemos de hablar de temas que pueden ser delicados;
mejor estar los que realmente estamos concernidos ¿No crees Javier?
_ Sí;
es muy buena idea, y para mi será emocionante, además, igual me derrumbo en
cualquier momento. No sé cómo resolveré ese trance. Aunque no lo parezca, estoy
tocado y espero comportarme con dignidad. Ni siquiera sé cómo justificarme de
todo lo que he provocado. No puedes imaginarte lo que daría por retroceder y
cambiar alguna de las consecuencias nefastas en las que he sido actor protagonista,
que a su vez, han llevado a padecer aquellas personas que me importan. Sin
embargo quiero que sepas que lo he pensado y no tengo dudas en cuanto a lo que
voy a hacer desde mañana, en el futuro inmediato.
_ Vamos
a alegrarnos, y cuando te vea Caterina, que sea en perfecto estado de alegría y
de paz, después ya si es viable y llegado el caso hablaremos de todo lo que
concierne a esos deseos que tienes tan urgentes, que no solo afectan a Caterina,
sino a las tres hermanas. Caterina, Natalia y Soraya, también son hijas mías y
por supuesto todas son igual para mí.
_ Lo
entiendo perfectamente Cecilia, y además es justo, las debes querer a todas
ellas por igual.
No
sabes la cantidad de veces, que pienso en estos dilemas._ prosiguió diciendo,
mientras miraba por la ventanilla pensando a la vez << el
problema ahora era de cuatro niñas en realidad>> _ para seguir exponiendo_. En
mi caso añadir al padecimiento a mi Estela, que también es una niña preciosa, ¿cómo
podría olvidarla?, jamás a pesar de las dificultades que estoy teniendo con Ximena,
su madre. Sería incapaz de dejarla a su suerte.
_ Lo
entiendo Javi, reconozco que al no saber que Caterina es tu hija, evitó que tus
decisiones vinieran en este sentido, ahora comprendo que debes hacer algo que
es tan difícil de aconsejar que yo sería incapaz de decidir_ le advirtió
Cecilia con cariño y preocupación.
El
utilitario de la farmacéutica se apeó en una esquina del Barrio María
Auxiliadora en Coronado, a no mucha distancia de las calles ocho y diez. Apartamento donde vivía desde que se emancipó
Cecilia de sus padres.
Era un
lugar agradable perfecto para disfrutar de la vida en familia y con acceso
fácil a todos los comercios del centro.
Al
descender del coche fue cuando Cecilia besó a Javier, de forma bonita, para
relajarle y darle esa confianza que a veces se necesita incluso para las cosas
más fáciles.
Las
niñas estaban esperando con todo preparado, al llegar al domicilio y abrir la
puerta, las jovencitas ilusionadas saludaron a su madre, y a la persona que
venía con ella.
Muy
recatadas quedaron en el umbral del pasillo, mientras la madre, fue presentando
a cada una de ellas, por orden de nacimiento.
_ Mira
Javier, esta niña tan preciosa, es Caterina, aquí está Natalia, y ésta más
jovencita es Soraya, mis tres hijitas queridas, que nos van a acompañar en la
comida del día de hoy.
_ Que
guapas y simpáticas sois, os parecéis mucho a mamá, y supongo que además
también sois igual de listas e inteligentes que ella, porque un pajarito me ha
dicho, que vais muy bien en la escuela.
_ Mi
abuelito dice que las tres somos más listas que mamá, que ella se deja engañar
de lo buena que es y a nosotras nos enseñan para que las que engañemos seamos
nosotras, por eso mi abuelo, nos prepara que seamos las más avispadas_ lanzó
Soraya, la más descarada de las tres. Que se quedó esperando con una respuesta
preparada, a que Javier aportara alguna excusa.
_ Pues
no creas que tu abuelito, tiene mucha razón en lo que dice, y si lo comenta es
porque cuenta con alguna realidad, así que veo que vuestro abuelo es listo y
hace bien en adiestraros. Eres muy mona _siguió diciendo Javier_ a la niña que
como una charlatana, parecía tener cuerda para rato, con tal de llamar la
atención al grupo apostado en el portal de la vivienda _Tu nos querrás engañar
a nosotras, o a mamá; te lo pregunto por si debo llamar al abuelo ¡sabes! Qué
me dices. Disparó la niña, todo aquello que posiblemente, pensaban sus hermanas
y la propia madre, y que de momento nadie quería afrontar.
continuará
to be continued
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