Ahora cuando habían pasado
más de cincuenta y cinco años Ariel recordaba, la llegada de sus tíos de
México, alegría para casi toda la familia, por la larga ausencia y la
indiferencia que genera la distancia, la ignorancia y la despreocupación de los
que quedaron en el suelo patrio.
Ellos, en estos momentos no
están con nosotros, los años no pasan en balde y la vejez y las enfermedades se
llevan al más pintado al paraíso_ sin dudar donde estarán los dos felices
como perdices.
Sin embargo en Ariel,
dejaron tanta gratitud infinita, que todavía les recuerda, detallando una serie
de anécdotas increíbles, por preciosas, por pomposas y divertidas, que él
revivía en sus mejores sueños.
Siempre fueron para aquel
muchacho espabilado y atrevido, sus parientes favoritos, por valientes,
emprendidos y adelantados a su tiempo, unas personas queridas y entrañables,
más incluso que sus propios padres, los que igual por ser los preceptores, y
además faltos de miras y recelados, carecían de la paciencia, que a los
padrinos les sobraba.
Amén de los detalles no
solo materiales, que regalaban de forma natural a cualquiera, entre ellos aquel
niño tan falto de química invisible y liquidez cuántica que solicitaba con
frecuencia y jamás recibía, si no venía de su cuño.
A parte de la impericia que
demostraban aquellos padres con sus hijos y por la gran falta de comunicación. Los recién llegados supieron enseñar a sus hermanos como habían de tratar situaciones tan sencillas, como abrazar a un niño, y no reprochar constantemente su iniciativa.
Corregir sus anhelos arcáicos de entenderlo todo al revés sin ver la realidad, ser pecado todo lo que no se ve y aquello que se vea demasiado, pecaminoso de obra y de pensamiento; estar fuera de su propia imaginación, que incluso ésta, difería de lo que en momentos aconsejaban los Sagrados Mandamientos.
Corregir sus anhelos arcáicos de entenderlo todo al revés sin ver la realidad, ser pecado todo lo que no se ve y aquello que se vea demasiado, pecaminoso de obra y de pensamiento; estar fuera de su propia imaginación, que incluso ésta, difería de lo que en momentos aconsejaban los Sagrados Mandamientos.
Que fácil era para aquella
pareja con acento dulzón, de música ranchera y de corrido azteca, llegar al
entendimiento de los críos, que en esa edad necesitan tanta relación personal.
Mimos y agasajos que sus padrinos, no dejaban de ofrecer con aquel agrado
desinteresado y cálido.
Igual seria_ eso decían
voces envidiosas, cuando notaban que eran el centro de toda recreación_, porque
ellos no habían sido papás aún y sin dudar_ según los celosos_, los arrumacos les sobrarían en el momento de dar instrucción a los hijos.
También podría obedecer a la impronta de afecto y amor que desprendían_ sin dudarlo, era ese el motivo_, y que ello les hacía conectar muy en firme con el jovencito.
También podría obedecer a la impronta de afecto y amor que desprendían_ sin dudarlo, era ese el motivo_, y que ello les hacía conectar muy en firme con el jovencito.
El origen por el que se
repatriaron, el por qué, la razón de que su tía saliera pitando de España en
aquellos tiempos convulsos, donde las intrigas religiosas, los acalambres
políticos estaban alejados de lo coherente y lo democrático, habían
quedado ocultas para él, jamás le quedó claro al pillo de
Ariel, siendo por aquellos instantes un asunto que ni le ocupaba su
desvelo.
Eran cuestiones de mayores
y no solían tocarse en presencia de los niños_ ni siquiera lo comentaban cuando
les era posible_ y no había chiquillería_, mejor era para ellos; la familia, mirar hacia otro lugar y el
último que se chupe el dedo.
Ariel hoy peina canas, y
recuerda alguna cosa entre los nubarrones de la incipiente enfermedad del
olvido: Alzheimer.
Sin embargo, al despertarse
la otra mañana con la canción "Y
sigo siendo el rey" en la voz del cantor
Jorge Negrete, le vino a su mente, cuando la escuchó por primera vez.
También una mañana del mes
de mayo del año 1963, de un disco L.P, microsurco de los que habían traído sus
padrinos del distrito federal de la capital Mexicana, donde observó que Don
Pepe; su padrino, se emocionaba al tomarle a él, mozalbete entonces, de una mano
y transmitirle su cariño, y su personalidad, por sentirse precisamente el rey de su casa, dado que
todo el mundo le quería.
Especialmente aquel niño, Ariel, que a menudo y a lo largo de su vida, le llevó en el corazón.
Especialmente aquel niño, Ariel, que a menudo y a lo largo de su vida, le llevó en el corazón.
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