miércoles, 6 de mayo de 2015

Su padrino, no era Siciliano



Ahora cuando habían pasado más de cincuenta y cinco años Ariel recordaba, la llegada de sus tíos de México, alegría para casi toda la familia, por la larga ausencia y la indiferencia que genera la distancia, la ignorancia y la despreocupación de los que quedaron en el suelo patrio.

Ellos, en estos momentos no están con nosotros, los años no pasan en balde y la vejez y las enfermedades se llevan  al más pintado al paraíso_ sin dudar donde estarán los dos felices como perdices.

Sin embargo en Ariel, dejaron tanta gratitud infinita, que todavía les recuerda, detallando una serie de anécdotas increíbles, por preciosas, por pomposas y divertidas, que él revivía en sus mejores sueños.

Siempre fueron para aquel muchacho espabilado y atrevido, sus parientes favoritos, por valientes, emprendidos y adelantados a su tiempo, unas personas queridas y entrañables, más incluso que sus propios padres, los que igual por ser los preceptores, y además faltos de miras y recelados, carecían de la paciencia, que a los padrinos les sobraba.

Amén de los detalles no solo materiales, que regalaban de forma natural a cualquiera, entre ellos aquel niño tan falto de química invisible y liquidez cuántica que solicitaba con frecuencia y jamás recibía, si no venía de su cuño.

A parte de la impericia que demostraban aquellos padres con sus hijos y por la gran falta de comunicación. Los recién llegados supieron enseñar a sus hermanos como habían de tratar situaciones tan sencillas, como abrazar a un niño, y no reprochar constantemente su iniciativa.

Corregir sus anhelos arcáicos de entenderlo todo al revés sin ver la realidad, ser pecado todo lo que no se ve y aquello que se vea demasiado, pecaminoso de obra y de pensamiento; estar fuera de su propia imaginación, que incluso ésta, difería de lo que en momentos aconsejaban los Sagrados Mandamientos.

Que fácil era para aquella pareja con acento dulzón, de música ranchera y de corrido azteca, llegar al entendimiento de los críos, que en esa edad necesitan tanta relación personal. Mimos y agasajos que sus padrinos, no dejaban de ofrecer con aquel agrado desinteresado y cálido.
  
Igual seria_ eso decían voces envidiosas, cuando notaban que eran el centro de toda recreación_,  porque ellos no habían sido papás aún  y sin dudar_ según los celosos_, los arrumacos les sobrarían en el momento de dar instrucción a los hijos.
También podría obedecer a la impronta de afecto y amor que desprendían_ sin dudarlo, era ese el motivo_,  y que ello les hacía conectar muy en firme con el jovencito.

     
El origen por el que se repatriaron, el por qué, la razón de que su tía saliera pitando de España en aquellos tiempos convulsos, donde las intrigas religiosas, los acalambres políticos estaban alejados de lo coherente y lo democrático,  habían quedado  ocultas para él,  jamás le quedó  claro al pillo de Ariel, siendo por aquellos instantes un asunto que ni  le ocupaba su desvelo.

Eran cuestiones de mayores y no solían tocarse en presencia de los niños_ ni siquiera lo comentaban cuando les era posible_ y no había chiquillería_, mejor era para ellos; la familia, mirar hacia otro lugar y el último que se chupe el dedo.


Ariel hoy peina canas, y recuerda alguna cosa entre los nubarrones de la incipiente enfermedad del olvido: Alzheimer.


Sin embargo, al despertarse la otra mañana con la canción "Y sigo siendo el rey" en la voz del cantor Jorge Negrete, le vino a su mente, cuando la escuchó por primera vez.
También una mañana del mes de mayo del año 1963, de un disco L.P, microsurco de los que habían traído sus padrinos del distrito federal de la capital Mexicana, donde observó que Don Pepe;  su padrino, se emocionaba al tomarle a él, mozalbete entonces, de una mano y transmitirle su cariño, y su personalidad, por sentirse precisamente el rey de su casa, dado que todo el mundo le quería. 

Especialmente aquel niño, Ariel, que a menudo y a lo largo de su vida, le llevó en el corazón.






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