Entrega del primer episodio de: Los poetas lloran tinta
El calendario marcaba los días de aquel año sesenta y ocho del
siglo veinte, cuando las noticias de los tumultos en medio mundo llegaban
descafeinadas al país. La guerra del Vietnam continuaba matando gente.
En Biafra la hambruna menguaba la vida de sus habitantes. Uno de
los ejércitos del pacto de Varsovia entraba en la actual Chequia. Los
estudiantes de las naciones más destacadas se levantaban en protestas. En los
Estados Unidos los movimientos por las libertades hicieron dar un salto
irreversible en la situación. Millones de personas declararon abiertamente que
ya no se podía seguir soportando tanta injusticia.
Paris estalla en sangrientas batallas entre alumnos de los
diferentes institutos, colegios mayores y cuantiosos universitarios.
Contra las fuerzas del casi estrenado gobierno De Gaulle, ocupando la Sorbona.
Contra las fuerzas del casi estrenado gobierno De Gaulle, ocupando la Sorbona.
El famoso mayo francés. Una cadena de rechazos se llevó a cabo
con una serie de rebotes, iniciada por pandillas de discípulos de izquierdas,
contrarios a la sociedad de consumo. A lo que posteriormente se le unieron montones
de asalariados. La mayor huelga general de la historia en el país galo. Nueve
millones de obreros y trabajadores, escolares, intelectuales, que unidos con el
grupo de hippies que se extendía entonces llegaron a hacer temer a las
autoridades francesas por el porvenir y la estabilidad de la República.
En Memphis asesinan a Martin Luther King, cuando se preparaba a
liderar una marcha pacífica y dos meses después al candidato electo a la
Presidencia del país Robert Francis Kennedy.
En España el general Franco, en Portugal Antonio de Oliveira
Salazar. Gobernaban los países a golpe de órdenes y decretazos.
Barcelona y comarcas inmersas en duras manifestaciones obreras,
aguantaban las consecuencias que comportan huelgas y desórdenes.
Se restauraban las Universidades Autónomas para Madrid,
Barcelona y Bilbao, con todos los condicionantes habidos y por haber.
Lucas estaba acabando la licenciatura de periodismo en la Universidad
de la capital catalana. Hacía unos años había llegado desde Almería su región
natal, a cursar sus estudios superiores.
Era un muchacho valiente, que asumía con ansiedad y mucha prisa, ser alguien. Destacar por
encima de sus vecinos y compañeros, además de aprender y prepararse para
afrontar tareas diversas a las que por costumbre y pocas iniciativas, no adoptaba
su familia desde hacía generaciones. Soportando largas jornadas de trabajo duro
en el campo. Sin la más mínima intención de progresar.
El escaso porvenir que existía en su entorno, para poder ganarse
la vida en condiciones aceptables, el sometimiento que aguantaban en aquellos
cortijos bajo el capricho del señorito, y el influjo que producía en él, querer
llegar bastante más allá de donde habían llegado sus precursores, le hizo tomar
aquella maleta de cartón piedra y venirse en el tren un día hasta la cuna de
las oportunidades.
Se instaló cerca de la ciudad, en uno de esos distritos
dormitorios que existen en el extrarradio, en definitiva donde pudo alquilar
una habitación, que se ajustaba a su bolsillo y no distaba lejos de una
estación estratégica del ferrocarril catalán. El famoso Carrilet del Baix,
transporte que le acercaba al corazón del ensanche con una frecuencia aceptable,
quitadas las incidencias imponderables que las había.
Decidido previamente y con la ayuda de su familia, bastante
antes de recalar en destino, el lugar donde aparcaría su acomodo temporal,
dejándose llevar por los consejos de su abnegada madre y por mediación de una
tía abuela lejana de su madrina, que residía en el bajo Llobregat, desde final
de la guerra civil y que además regentaba una pensión de huéspedes en la cuesta
de Montevideo.
Consecuencias todas valoradas, para elegir la fonda y detalles
adicionales que entraban en el mismo precio, facilitados por la patrona. Cocina,
plancha, y demás ayudas domésticas. Por ello, cuando Lucas se acomodó en el
lugar, podía darse como un joven privilegiado, ya que emprendía su vuelo
particular, atendido.
La casa muy amplia y clara, con un jardín a la entrada y unas
verjas pintadas en verde que definían la vivienda, situada en el casco antiguo.
El “Barri Centre”. Muy cercana a la
plaza del Ayuntamiento. En todo caso, en el punto vital de la Villa.
Un acceso profundo con los portones siempre abiertos de par en
par, facilitaba la senda a todo el que quisiera entrar. Con su pasillo central
que, a izquierda y derecha se iban delimitando las seis habitaciones que poseía
aquella antigua heredad, transformada en casa para realquilados de la Tía
Encarna.
La posada carecía de agua corriente en cocinas y lavabos,
contaba con un pozo artesano en las inmediaciones de la huerta desde donde se
acarreaban los calderos. Así permaneció hasta que pasados unos meses emplazaron
sendos depósitos de uralita en los tejados y los conectaron a la vetusta red.
Disfrutando entonces de grifos que dispensaban el necesario liquido en las
duchas recién instaladas, de una modernidad extrema, en el recoveco del
pasillo. Pasar de carecer de cloacas a disponer de baños templados, sin salir
de las inmediaciones de la casa. Era un lujo ¡Eso sí! Estas ventajas se habían
de pagar a parte.
Una ducha fría, costaba tres reales. Templada seis.
Luz eléctrica de una potencia tan baja que a duras penas podían
distinguir en la noche el rostro de las personas. Amén de la reiteración con
que la compañía cortaba el suministro, con una excusa u otra.
La cocinilla económica de hierro fundido, proveía servicio para
todos los allí arrendados y por medio de unos horarios se iban turnando para
hacer sus guisos, fritos y potajes.
El excusado, separado del cuarto de baño, destellaba plenamente
aireado, por ser una comuna y estar situado fuera al relente. Un retrete
colectivo. Favor que aún esperaba ser reformado. Permanecía en la parcela
trasera majestuoso.
El tótem de la letrina, donde un pozo ciego recogía los detritos
y ventosidades urgentes de los allí hacinados. Un aliviadero hecho con
traviesas de pino, ayudaba a posar el ano para materializar el acto de evacuar.
Manteniendo el equilibrio entre la necesidad y el gran agujero
por donde se perdían aquellas defecaciones de los humildes culos.
La divisoria para fijar la prudente intimidad, estaba prevista
por un portón de corral, deteriorado por sus grietas y un cerrojo de pasamanos
de metal a modo de frena sustos.
Las paredes de la fonda acicaladas de azulete y unos muebles muy
desgastados y hechos trizas por la cantidad de años que soportaban en pie, ofrecían
asistencia a cuantas familias hubieren pasado por aquel hogar de huéspedes.
Sin lugar a dudas el país quería ser otro, sus gentes pedían a
gritos, fueran escuchados y comenzaba una corriente muy distinta a lo que se
había aceptado como normal, o se había asentido a base de miedo y claudicación.
Con relativa viveza, en las zonas turísticas y en las ciudades,
todo parecía querer ensancharse a lo alto y a lo amplio, nuevas ideas,
distintos olores, construcción de viviendas sociales, de complejos hoteleros,
restaurantes y bares, implantados esperando la demanda del cliente.
El turismo tenía mucha culpa de la función laboral del entorno,
gentes que venidas de distintos lugares a quedarse, creaban su hogar en los
cinturones de las grandes urbes, encontrando un puesto de trabajo en las
centenas de obras sencillas y edificaciones que se formalizaban y construían.
El empleo afloraba para el obrero y otros, los más
privilegiados, ya afincados en la metrópoli, conseguían faena con horarios
interminables, como camareros en restaurantes, o como productores en las
fábricas de autos, que se habían establecido en la nueva zona Franca del puerto.
Lucas se empleó en una ferretería como almacenero y llevador de
cuentas, hasta acabar sus estudios universitarios y poder dedicarse a lo que
más le apasionaba. Ser escribidor de relatos, literatura mitológica narrativa,
llegar a firmar grandes novelas y sobre todo, escribir para ser leído.
Los años se deslizaron entre sus deseos como lo hacen los sueños
entre la almohada.
Cursando el servicio militar, como un soldado poco dado a las
armas y a los ejercicios castrenses. Hizo el campamento en la zona norte de
Cataluña, en Sant Climent de Sescebes. Dentro de una compañía que
voluntariamente irían destinados al Parque de Automovilismo de la IV Región
Militar. Donde rápidamente descolló por su preparación académica y por su tino,
que innato le venía de la cepa. Era el consejero de casi todos los alocados
reclutas de leva. El que siempre ofrecía sus valores en la ayuda ajena, el
personaje querido y admirado del pelotón.
CONTINUARÁ....
TO BE CONTINUED....
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