El wáter cósmico _ Manolo conoce a Metchild _
Esta
historia conecta con la última entrega
Para recordatorio de otras. Ver el links de la última publicada
http://emiliomorenod.blogspot.com.es/2014/04/el-water-cosmico-te-conozco.html
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Carlota
se separó algo de su amiga y comenzó a representar su papel, caminando con su
contorneo femenil hacia el acceso del complejo hotelero y accediendo al mismo,
mientras Metchild, se retrasaba según lo acordado y entrando por otro lugar que se destina
para los paquetes y acompañantes, empleados, y personal de compañía de los
respetables clientes.
Carlota, apareció preciosa y serena
por la puerta y el sol, apaciguó y contuvo su fuerza mientras hacía la reentré.
Con paso marcado y bordando caderas se
dejó disfrutar y dirigiéndose hacia los recurridos asistentes del servicio de
recepción, esperó su turno paciente, mirando hacia uno y otro lado.
Mientras caminaba por el pasillo a
Manolo se le había venido el corazón a la boca, puesto que Carlota, iba vestida
de la forma en que habían quedado de acuerdo para conocerse. Nervioso y
creyendo que era Metchild, se acabó el café de un trago y muy intranquilo
esperó a ver qué es lo que hacía aquella dama, y si se ajustaba al protocolo
que ambos habían dispuesto.
En la otra parte del hall, había
entrado muy disimulada Metchild y se había sentado en una mesa muy ladeada, y
ella muy discreta esperaba mirando hacia el fondo de la gran estancia,
intentando descubrir a su amigo Manolo.
Nadie había precisado en Metchild, por
no haber realizado la entrada normalizada, pero gracias al conocimiento que
tenia del establecimiento la señora, pudo llegar sin que nadie la viera y sin
llamar la atención.
Por la puerta de ingreso, cerca de
donde estaba sentado Manolo, no cesaba de entrar personas y alguna que otra
mujer distinguida, por lo que Manolo quedó a la espera irritable, de que
alguien se le acercara y preguntara sin más.
¡Eres Manolo!
_ ¡Buenos días señora! En que puedo
servirle_ dijo el asistente, con animosidad.
_ Hola, que tal_, dijo Carlota_,
mirando con interés en lo que se cernía, girando la cabeza, divisando ya a
Metchild, en el ángulo que habían previsto cuando preparaban el intento de
ataque.
Carlota, estaba siendo atendida, y con
mucha elegancia le dijo al meritorio del departamento de recepción.
_ ¿Puede llamar al Señor Manuel
García?, por el servicio de altavoces, es una persona que viene de España y no
la conozco, se que está alojado en este Hotel y por ello, me gustaría pudieran
hacerme el favor.
_ Por supuesto, ¡Faltaría más! ¿Dónde
se ubicará usted señora?_ le anunció el sirviente.
_ En la mesa número dos de la sala
principal_, con un gesto Carlota le indicó al muchacho, donde estaba la mesa
que había designado. No demasiado alejada de donde estaba dispuesta Metchild.
En aquel instante, por línea interna,
se anunciaba el nombre de Manuel García, y un servicial mozo lo iba buscando
por la sala, para invitarle a que se acercase a la segunda mesa de la Sala
Mayor.
Manuel se levantó y se acercó al
mostrador de Recepción de Clientes y se presentó.
_ Buenos días, ¡Soy Manuel García de
la Serrana!
_ ¡Hola señor!, tenga la bondad de
acompañarme, le están esperando _, le participó el mozo que con una reverencia
le indicaba por donde debía acompañarle.
El mancebo lo llevó frente a Carla que
se había desprendido ya de sus grandes lentes de sol y se levantó de la silla
al ver que se acercaba el esperado.
El mozo les dejó a solas, retirándose
con una sonrisa clara y pícara en sus faz.
Ellos se miraron, se rompieron
trepando con sus ojos por el perímetro de sus plenos y se quedaron extasiados
tanto ella, como él, al ver que la realidad se hacía persona y al intuir que
algo extraño flotaba en el ambiente.
Manuel, se la miró de arriba hasta los
pies sin atreverse a acercarse de momento, quería disfrutar de aquel panorama,
necesitaba aspirar todo el aire de la sala en sus pulmones, para que su cerebro
estuviera completamente oxigenado y no perderse ni uno de los segundos de luz
de aquel cuerpo de mujer, que él no recordaba.
Una mujer tipo europeo, se le
presentaba frente a él, aunque sabía que
era nacida en Nicaragua, la sorpresa que se llevó y el asombro agradable.
Manolo, no conocía a aquella señorita de nada, era muy guapa, pero no sabía que
pensar. Su cabeza comenzó a procesar pensamientos diversos, y ninguno daba con
aquella sorpresa inesperada.
Ninguno de los dos, pronunció palabra en
los cinco segundos que mantuvieron el tipo hasta que el teléfono de Carla,
comenzó a sonar.
No había abierto la boca hasta que
pronunció en respuesta a la llamada entrante, con su voz innata y delicada_.
Dime Metchild, que debo hacer a partir de ahora_ Contestó y siguió escuchando
las instrucciones que Metchild le estaba dando, desde la mesa que situada en el
mismo lugar, quedaba un poco retirada del escenario establecido. Sin que Carla
pudiera decir nada, Manuel intentó hablarle con mucha educación, pero ella le
hizo gesto amable que esperara unos segundos.
Mientras Carla escuchaba lo que le
decía su amiga, se miraba a Manolo, con cierta expectación, como si lo hubiese
conocido en otra esfera, en otro tiempo, le era familiar el estar con él,
incluso el tono de la voz de Manolo, le era perfectamente conocido y su figura,
su presencia, su cara, le estaban diciendo que si, que le conocía, que no era
la primera vez que le tenia presente.
_ ¿Metchild? ¿Tú eres Metchild? _
Interrogó Manuel, con un halo de inquietud, al ver que aquella imagen de
persona, no correspondía a su esperada amistad.
No era para nada la mujer con que
había estado comunicándose durante bastantes meses. El mismo nerviosismo, le
había llevado a una dislocación de la realidad y de los hechos, que ahora
comenzaba a reaccionar y ver la situación, recomponiendo todas las piezas de un
puzle inesperado.
_ Manuel, yo no soy Metchild. Soy
Carla su amiga, si eres tan amable de esperar yo misma te llevaré y presentaré
a Metchild.
Te encontrarás directamente con mi
amiga, con Metchild, la que te ha estado esperando impaciente desde hace
semanas para abrazarte. Has de perdonar el montaje, que nos aseguráramos de
este paso y nadie cometiera errores, ni hubiera enredos. Se han dado astucias
muy desagradables en esta zona y urdimos esta estrategia, para reservar la dignidad
de Metchild.
¡Espero lo comprendas! Cuando Manolo
iba a abrir su boca para pedir explicaciones. Carla le dijo_: Gira tu cuerpo
noventa grados y ahí está tu amiga. ¡La verdadera!
No pudo decir ni media palabra, Manuel
se dio la media vuelta y a unos pasos, estaba en pie aquella guapa señora, que
con una sonrisa le esperaba para darle la bienvenida. Morena, muy guapa,
serena, alta, con un porte especial, un peinado natural de cabello negro que le
caía sobre el hombro izquierdo, sin llegar a ser melena. Su amplia dentadura
blanca, atractiva daba señal del cuidado que la dama le ofrecía a su cuerpo.
Se adelantó y quedó a unos pasos de
Manuel, con un par de lágrimas a punto de recorrer el camino de descenso por el
cutis de su cara.
_ ¡Soy Metchild!, ¿no me vas a
saludar?
El caballero, se adelantó y sin
pronunciar nada, le besó en los labios, de forma frugal, sin aparatosidad,
acercándole la totalidad de su cuerpo, pasándole aquella necesidad de posesión,
que ya hacía días transportaba.
_ Hola Metchild, he dudado, no sabía
que pensar. Creía había viajado para nada, ha habido un momento, que me he
desorientado. No es que tu amiga fuese maltrecha, ni fea, pero no era ese
perfil con el que he estado soñando, escribiendo y tratando, durante estos
meses y me he preguntado ¡Sí que has cambiado!
_ Por cierto Pajarito, voy a
presentarte a mi amiga, ¡la mejor!, es como si fuera mi hermana, y la verdad,
para ser sincera, me moría de vergüenza tener que recibirte así de buenas a
primeras, se me hacía un mundo. Por ello, pensamos en esta travesura, espero
nos disculpes.
Se acercó a Carla, que permanecía
emocionada junto a la parte opuesta a la mesa nerviosa, contenta, alegre y dichosa por ver a su amiga, ¡tan feliz!
Continuará
To be
continued
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