domingo, 8 de junio de 2014

Aterrizaje en Santa Cruz

El avión salio en hora del aeropuerto del Prat en Barcelona. Los ánimos estaban todos en el mejor de los niveles. Las ganas de viajar y de conocer aquellas islas preciosas, que ahora hace sobre quinientos años disfrutó, nuestro Cristóbal Colon en su camino hacia América. Nos recibieron con su belleza serena y dándonos la bienvenida nos saludaron con su benévolo clima y su cariño expectante.
!Una maravilla! Lo primero que les regaló el viaje en cuanto tomaron tierra, fue una hora de regalo, y mientras les transportaba la "guagua" hasta el sur de Tenerife, el guía les iba desgranando alguna de las bondades de las afortunadas. Siguió nuestro amigo elucubrando y recapacitado en los detalles de aquel día del mes de mayo.

Cuando se sentó en butaca de la habitación 1329 - en el piso trece del edificio - tras haber cenado en los comedores del hotel de playa Paraíso,  pudo observar que el día había comenzado muy de mañana a más de dos mil seiscientos kilómetros desde donde estaba sentado en aquel instante. Cansado de tanto trote, se acercó a la baranda del balcón desde donde podía ya divisar las rocosas montañas de Tenerife.
- "joder que lejos estoy de casa - pensó mientras miraba desde el treceavo piso hacia el suelo de la calle - Sí me cayera desde aquí me haría papilla - siguió pensando tan cansado como aturdido.

Iluminadas cumbres en tinte tenue por aquel cielo abierto que ya comenzaba a declinar su luz de fuego para dejar pasar a la nocturnidad, que apretaba llamando a las puertas de aquel Paraíso.  Donde volvió a sumergirse en los detalles protagonistas del día en cuestión.

Cerró los ojos y todo se precipitó de manera inconexa y sin llevar un orden correlativo, más propio de una ferretería desordenada, que de una exquisita y secuencial sucesión de detalles propio del afectado.

Playa Paraíso, un verdadero ! Eso mismo ! Un verdadero paraíso entre siete islas, visto desde y con esa luz isleña, sus escarpadas costas y lo abrupto del terreno vulcanizado tras tantos milenios de años transcurridos, para que se hayan formado sus suelos en-negrecidos por las lavas del macma de sus  volcanes.

Héctor, el guía sacaba de su hipotálamo todos los chistes graciosos para ir distrayendo a los pasajeros de la guagua que iban intentando quedarse con todos los datos, detalles, acertijos y menudencias de cuanto veían tan apresuradamente camino del hotel Oasis, en la Costa de Adeje.

Siguió en lo suyo-, recordó el contador del relato -, que a las siete de la mañana le había sonado el despertador y se metía en la ducha de forma mecánica. El agua medio tibia tirando a fresca- pensó el- le despertó de inmediato, más que eso ! Fulminante ! Poniéndole en este mundo real. Mientras se enjabonaba con sus propias manos, sin utilizar esa esponja azul caqui, tan usada y sensible para su dermis. Entraba en el mundo de las oscuridades singulares. Ayudado por el gel que le obligaba a cerrar los ojos y por la pura necesidad de no usar las lentes en la ducha, perdía momentáneamente su  mundo de vista y también su mundo de oídas.  Dicen que... Ojos que no ven... Chorizo que te tragas.
Tras esa refrescante ducha y ese afeitado rasurante buscó el desayuno frugal, que además de ingerir algún alimento caliente en el cuerpo,  le ayudaba a pasar esas pastillas chiquitas que le ayudan a controlar su presión sanguínea. La famosa hidroclorotiazida, tan recurrida por los hipertensos.

Vestido y vistoso salio a la calle a solucionar y gestionar alguno de los tantos asuntos que siguen estando esperando turno, ya que todo no puede ser inmediato en este sin vivir suyo.

Tropezando en esa Barcelona "bunica" con un sol de primavera que le incito a no perder el tiempo. Tenia que presentarse en el aeropuerto para facturar y embarcar dos horas antes del vuelo y eso le indicaba que a las catorce horas debía estar frente al fielato dedicado.

El almuerzo lo hizo fast fost, o sea de esos rápidos que se consumen desde la barra de un bar de paso, en las instalaciones de la terminal T1, y ya sin prisa ni atención se dejó caer en una de las butacas de la sala de espera junto a la D39,  leyendo uno de los apuntes de su próxima publicación.

Todavía quedaba una buena hora de espera hasta que se abriera el vuelo UX9133,  con destino a Santa Cruz de  Tenerife.  Los ojos se entornaron y se agudizó el radar de la atención y del conteo de detalles. Escuchaba como la gente se apegotonaba a sus pertenencias, buscando las puertas de embarque de sus destinos. Pronto le pasó aquel espacio de tiempo, que corrió más deprisa de lo que pudo imaginar, lo que con seguridad demuestra la pérdida de conocimiento en algunos minutos por haber quedado adormecido.
Por los altavoces de la terminal se anunciaba la apertura de las puertas de embarque la D39. No tardó más de cinco minutos cuando comenzaron a ingresar viajeros, por el finger metálico con destino al Airbus 373,  que esperaba abocado a las pasarelas de esas instalaciones aeroportuarias.
En unos intensos minutos de tránsito,  quedo completo el avión ayudado por las azafatas de Aireuropa, que con presteza agilizaron el acomodo de los pasajeros.

Tres horas y media de trayecto, nada cómodo,  por lo estrecho de los asientos, pero si distraído y embelesado por todo lo que tiene un viaje de duración media, donde ahora desde la crisis, se han ajustado los gastos y estos van a cargo de los consumidores. Bebidas refrescantes y espirituosas, bocaditos, panecillos,  menús,  y muy pronto cobraran, hasta por ir al wc.
Desde que la nave tomo el rumbo sobre el camino previsto, aparecieron unas pantallas frente a las butacas de los viajeros indicando el rumbo, las millas que faltaban por recorrer, la altitud, y sobre la ciudad que sobrevolaban.  El sueño pudo con él. Dejándolo nko. En el asiento central, en la posición C-29,  donde pudo reconciliarse con su vida pasada. Según cuentan todo es materia reciclable, y quien dice que  ...antes, hace millones de años no fuimos objetos diferentes, almas en otra dimensión, engendrando a gentes de otras especies, razas, y pueblos sin ni siquiera conocerlo.

El sueño le llevó al primer viaje de Colón a las islas Canarias, donde permaneció por espacio de un mes en la isla de la Gomera, desde dónde partió hacia las Américas.
Cuando se percató, aquel chisme de indicación reflejaba que cruzaban Don Benito, en caminó de la capital de provincia, Badajoz.
Saliendo por la ciudad de Faro en Portugal,  desde donde cambió algo el rumbo para pasar por encima de Porto Santo y Fumchal, con dirección a Tenerife.


Quiso reaccionar, apoyado en la baranda del balcón del Playa Paraíso,  cuando en su reloj, que aún llevaba el horario de la península,  marcaba las dos de la madrugada.





1 comentarios:

Anónimo dijo...

Tenerife, para volver pronto

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