domingo, 20 de abril de 2014

Santa 2014_ La Pasión por la Vida.

No podemos por menos que reflejar el recorrido de la procesión en el Vía Crucis para la noche del Jueves Santo.
El gentío se arremolina alrededor de la comitiva y a partir de las once de la noche sale a las calles. Esas callejas estrechas y difíciles, con esos desniveles pronunciados y sus piedras resbalosas que hacen que te aferres a la verdad del pueblo, a la claridad de sus costumbres y a la necesidad de sentirte feliz contigo mismo.
Ahora hace veinte y dos años, que las disfruté por vez primera, era el año de 1992, el de la Olimpiada en Barcelona, intentando desaparecer de tanta abundancia de tanto trasiego de tanta marca por batir y de cuantos deportistas se preparaban para dar el cante en Montjuich.

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http://youtu.be/_JwYrrq8YsM


No podría precisar con pelos y señales lo que pasó por mis ojos incrédulos, acostumbrados a tanta exageración y tanto boato. Se daba la ocasión de encontrarte cara a cara con la sencillez de Valderrobres, de sus gentes y tradiciones, sus festejos más ancestrales y sus benefactoras procesiones.

Desde un rincón de la calle del Codo, junto a lo que ahora es el Hotel El Castillo, junto a mis amigos que en paz descansen Manuel y Arturo, vi pasar a la comitiva que llevaba a sus figuras religiosas, con las diferentes Cofradías que ya por entonces existían, con sus bombos y tambores que retumbaban por el casco viejo de la villa, sin iluminación para poder filmarlo, sin farolas adecuadas que dieran chorro de luz para hacer aquellas fotos que todos querían llevarse para el baúl de sus recuerdos, sin aquella onda ampliada de prestigio y el bombo insonoro que se dan en otras ciudades, que ni siquiera se pueden comparar a estas por no tener alma.
Valderrobres sencillo, real, penitente y austero, hacía lo de tantos y tantos años, sacar y pasear por sus calles su devoción religiosa para que los creyentes y no acostumbrados, vivieran aquel estruendo de cornetas y tambores. 

La fe se notaba en la cara de hombres y mujeres, tanto que disimulando miraban al suelo para no demostrar todo lo que su alma relataba a gritos inaudibles, sus plegarias, sus miedos o tristezas, sus ausencias entre lo real y ficticio. Aquellos que trataban de encontrar aquello que les faltaba, los que buscaban otra cosa. Una realidad diferente que estaba por llegar.

En aquel tiempo un personaje nacido en estas tierras, y que por mor del destino tuvo que ausentarse de ellas. Venía por estas fechas de Francia, con aquel disfraz que no era tal, con aquella presencia que nos recordaba tantos y tantos sucesos. Diciéndonos sin palabras_: ¡Eh tú!  ¡Soc el Pajaritos!
No te des golpes de pecho, que nos conocemos. Se hospedada en la Fonda Angeleta, durante estos días para dar color a estos actos que si bien se vendían como tristes. Muchos de nosotros debido a nuestra juventud, lo canjeábamos por dicharacheros. Al ver su coche rebozado de cromos, todos ellos pegados con cola arábiga, para que se mantuvieran durante unas horas y después, fuera fácil de quitarlos de la plancha de su auto.

El amigo "Pajaritos", con sus trajes de colores y su alegría paseaba por las calles casi siempre regalando fraternidad.

Asimismo, Pablo el fotógrafo, el buen amigo, el coleccionista de ilusiones, el fenomenal artista de la imagen, que siempre acarreando su Hasselblad o Bronica, de formato grande robaba al instante su velocidad, que grabada en aquel negativo que disfrutamos aún todos los amantes de las ilusiones, cuando se positiva en un papel emulsionado. Cuantos recuerdos de nuestro amigo.

La procesión del Vía Crucis salia de la Iglesia y recorría la calle del Codo abajo, pasando por la calle del Carmen, arribando a la plaza de España. Cruzaba por Santiago Hernandez Ruiz y subía por Sant Águeda, para pasar por el Arco de Bergós y de nuevo recorría la calle del Buen aire para llegar a la plaza de la Iglesia. 

De noche, lloviera o nevara, hiciera el tiempo que hiciera, era de razón perseguir aquella comitiva de personas que tras un criterio fundado en sus creencias les llevaba por las calles a mal traer, usando de su fe y de su constancia y pasión. Tras una imagen de Cristo en la Cruz y acarreado por aquellos capirotes vestidos de azul, sudaban por lo angosto del recorrido.

Hoy me he sentado a ver el Vía Crucis, desde la ventana de la casa a verlos pasar, con una cámara digital, de esas que todo lo descubren y que si les faltan píxeles los ponen, agregan aquello que antes debías imaginar, debías creer y tenias la obligación de suponer. Hoy con veinte y dos años más, las cosas no son tan iguales como antes, por lo que nos han robado los años, por lo que hemos perdido en el camino, por lo que hemos dejado de disfrutar por nuestras necesidades y obligaciones.

La comitiva es la misma, el paso procesionario es el de entonces. Aunque son otros los jóvenes que empujan a esas figuras religiosas, son otros los hombres y mujeres que tocan esos tambores tan ruidosos, son otros los que miran de la misma manera que lo hacíamos nosotros, entre creyendo y dejando esos pensamientos para dentro de otros veinte años. 

Creer en lo divino, en lo fantástico, en lo inmediato, con la de cosas que han pasado y están ahora por suceder.

Fenomenal y fantástico lo que nos han proporcionado estas imágenes a lo largo de una vida ¡Ya!  

No os perdáis el Vía Crucis, ni el recorrido, ni la esencia de lo que hemos hablado, que dentro de veinte y dos años, seguramente yo no estaré para recalcarlo, pero tú, amigo que me lees, que me sigues en las narraciones, igual si recuerdas que leíste algo referente a lo mencionado.


Recorrido por la bajada de la Iglesia, Codo y Calle del Carmen.


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