lunes, 28 de abril de 2014

Puro Sexo



Lourdes tomó asiento y recriminó a Ernesto, después de un pensamiento no demasiado prolongado. Se había enfurecido por algo que éste dijo y le había molestado momentos antes de llegar al recinto de la institución.

_ Estas solo o hay alguien que te interesa_. Preguntó sin más Lourdes_ No sé de ti desde que rompimos.
_ Vivo ahora con Corinne, desde hace unos años. Una mujer mayor que yo. Que me comprende, no pregunta, me ayuda y sabe arroparme_ le respondió sin rubor Ernesto, a Lourdes tras su directa pesquisa.

_ Que te impulsó a vivir con ella. Notabas que te faltaba una mujer, necesitabas a alguien para calentarte la cama, o buscas las mismas indecencias a las que me sometías a mí_. Recriminó aquella mujer, con bastante repugnancia

_ Por puro sexo_, contestó gozoso Ernesto y apostilló_, compañía y seducción y algo de empatía, cosas de las cuales en ti, siempre encontré a faltar. Tú; quitado el arreglo de las uñas, el cuidado de tu cabello y el que dirán tus amigas, si te notan patas de gallo, no sientes ni padeces por nadie. A mí me llegaste a aburrir tanto, que fuiste una carga en el último tiempo.

_  Entonces es_ preguntó Lourdes, algo contrariada y estupefacta_ ¿Es la mujer que estabas esperando?

_ Crees tú, que alguna vez esperas algo de esa índole. ¡No lo sé! _, se respondió el tipo sin ruborizarse y sin interrumpir su perorata_ ¡Está conmigo! Lo agradezco, siento por ella una ilusión que contigo jamás noté.
Sencilla, normal y despistada en ocasiones, o sea una tía de lo más corriente. Pretende sorprenderme con detalles gratos, se desnuda y me cita sin tener que pedírselo, comprende que el contacto humano es necesario y en mi caso ineludible, como imagino será en el de ella, para ser preciso cuando tiene necesidad de una caricia lo hace saber y a mí eso me gusta_ remató Ernesto, con exceso.

_  Dime que hace que un hombre se rinda más, la cama o el buen trato_. Preguntó Lourdes, algo excitada por cómo se desarrollaban aquellos desordenes, que no esperaba en un principio
_ La mujer_, matizó Ernesto muy sincero y convencido_, por lo menos las mujeres que a mí me ponen y que conozco, cuando deciden que un hombre es para ellas, disputan hasta con su destino si es necesario.
Luchan por sus huesos y no paran hasta que consiguen lo que necesitan. Embaucan al elegido, lo seducen, le hacen lo impensable, lo que ella imagina y sabe que necesita. Siempre le deja algo despojado; para que él  vuelva a por su cuerpo y como ella, la mujer lo sabe, conduce y dispone.
Un hombre se rinde más ante una mujer por su olor, su encanto, por las caricias que sabéis proporcionar y por esa caída de ojos que usáis.
La cama y el sexo, desquicia. Por ahí ganan las mujeres. Bien es verdad_ continuó diciendo_, si además de esas virtudes, belleza, maestría y seducción tiene conversación, agrado, poder de persuasión, entelequia. Aún la hace más ejemplar.

_ Esta muy bueno todo lo que expresas tan claro_. Comentó Lourdes, un tanto nerviosa y perdiendo casi el control_. Sin embargo tú no lo practicas.
Tú eres de los que_: me puedes dar todo pero yo no haré lo mismo_. Prosiguió argumentando con más detalle, después de apostillar con un ejemplo_  ¿Así me comporté, es lo que hice mientras estuve contigo? ¡Es tu modo de pagar todos los desencantos que sufrí en el tiempo que estuvimos juntos!
Me estás diciendo que no supe amarte, que no intenté seducirte, que no quise conquistarte, ni tuve ingenio ni capacidad para llevar conversaciones agradables, ¿De todo eso me acusas?_. Inquieta y atropellada balbucía Lourdes, aquellas palabras, queriendo hacerse entender por Ernesto, con aquellas preguntas, añadiendo más ebullición al comentario_. ¿No supe llevarte a la cama?, ¿no gozaste conmigo?, ¿no alcanzaste la cumbre del placer con mis balanceos?, con todos los efectos cósmicos a los que te sometí. ¡Entonces es que jamás me quisiste!
  
_ Mira Lourdes, el juego del amor es complicado, y tú no lo conoces, o lo mismo no se lo brindas a todos por igual, eres distante y frígida, no confías en nadie y te muestras en muchas ocasiones engreída y desequilibrada.
Del juego del sexo, se participa en conjunto, y sin tener en cuenta todo aquello que tú, no dejas de controlar, creyendo vas a perder tu imagen de sacerdotisa.
Es imposible que puedas brindar placer, eres demasiado anómala para poder conseguirlo. Creo que lo sabes, aunque me mires cabreada, estás escuchando la verdad, y te duele. Has de saber que cuando una hembra te gusta, tratas de conseguirla, usar el mismo feeling, el mismo encanto la misma seducción y contigo no pudo ser, porque eres una piedra, un trozo de hielo que quedas rígida y abstinente tirada en el lecho, severa con la luz apagada, o casi en penumbra, reservando con tus manos aquello que sin querer dar, debes conceder para que tu amante, ese prójimo participe del acto y del sexo.  Quedas recibiendo y esperando te hagan las maravillas que deseas, sin despeinarte.  Sin el menor gesto, el menor consuelo, la mínima mueca de placer. ¡Eres un mármol!_, acabó riendo al pronunciar el nombre del mineral usado en su expresión.

_ Claro, ¡Ahora lo entiendo!  Me estas acusando de no tener implicación, de no ser una piadosa amante, de no hacerte feliz por no perder el volumen del peinado, por no ser vulgar, por no ser una simple puta a tu servicio, aunque yo tratara por todos los medios de implicarme en todos tus dicterios.
Ahora me vienes con esas, ¡¿No supe conseguirlo?!  No sé si te gustaría si te dijese claramente y sin pelos en la lengua de que adoleces y como lo haces tú, ese montón de carencias que tienes. Aunque presumas, eres un tipo detestable y vulgar.

_ El tener una mujer al lado, que te ansíe, es como una adicción_ afirmó Ernesto.

_ Claro que ¡sí!, en eso concuerdo_ apostilló Lourdes.

_ Sois clave de la vida_, siguió argumentando Ernesto, sin dejar que prosiguiera hablando Lourdes_, para llenar al mundo se necesita una mujer ¿Quien no ha nacido de una mujer?
  
_ ¡Qué bellas palabras! ¡Y qué idiota eres! Es espectacular,  me recomiendas que ¿luche más por amor? ¿En mi nueva etapa, y no deje escapar ni perder todo lo que contigo no supe? ¿Pretendes darme clases de todo aquello que rechazaste? Te portas como lo que has sido siempre un cínico, engreído y discapacitado, un don nadie, un poca pena.

_ Si amas, serás dichosa_ recomendó Ernesto, mirando al cielo, sin precisar el movimiento ágil que hacía con sus manos_. No pongas barreras, y sáltate siempre las normas. A los hombres nos gusta que una mujer tome las riendas en el amor, ahora no existe la vergüenza, solo vale el placer.  

_ Desvarías, eres un aquejado,  ¡ya no recuerdas! _  le recriminó Lourdes enfadada y desencantada_, cuando venías bebido a casa ¿verdad? Pretendes darme una clase magistral de vida. ¿Es que te has transformado para bien, desde que mal vives con tu nueva pareja? ¿Tanto te soporta, o te ha cambiado?_ finalizó Lourdes, con media sonrisa en sus labios, no creyendo lo que estaba escuchando, ni viendo.

_ ¡Es su mérito! Tú fuiste incapaz Lourdes, eres violenta y déspota, también hay que apostar por alguien que valga la pena, a ti tuve que desterrarte, eres frígida y calculadora. No me hacías feliz, y sobre lo que dices de mi pareja, aunque tal vez no sienta un gran amor por ella, con el tiempo el cariño siempre aparece.
Nunca es tarde para aprender y para dejarse querer de forma ordenada. No te necesito Lourdes, vivo bien en mi estado, con mi compañera y no necesitamos de nadie y menos de tías estiradas como tú, que solo sabéis recriminar a los demás.

En aquel momento, se escuchó un timbre atronador que alertó a todo el gabinete de la institución. El celador del psiquiátrico, por la megafonía les avisó a los no residentes, que el tiempo de visitas había terminado, que fueran despidiéndose de los internos y saliendo de las instalaciones del Manicomio.







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