lunes, 7 de julio de 2025

Un gran amante, el hindú.

 

Habían quedado para ir al cine aquel sábado por la tarde después de comer.

Shigwerly recogería a Fertrys Makwelan en la puerta de su casa, a las siete de la tarde. Aquel joven ya en edad adulta, que pretendía a la guapa ciudadana americana, llamado Shigwerly Gerusthynson, era natural de Singapur y de creencias orientales, muy puesto en química cuántica en la cual estaba licenciado y procesaba para una empresa de armamento unos cálculos de la nueva herramienta armamentística del Fire cracker Ciclycal.

Detonante que insertado en los proyectiles aéreos habían ideado los servicios de su país, con vistas de negocio y distribución de la tecnología a naciones adelantadas en la carrera competencial. Entre los muchos estados para el desarrollo y la acumulación exagerada de armas destructivas y poderosas. 

Aquella pareja había quedado de acuerdo para que Shigwerly pasara con su <Escarabajo> el clásico modelo de Volkswagen a recoger a Fertrys a la puerta de su domicilio. Parecía que aquellos tortolitos se habían conocido de forma circunstancial, pero no era así.

Todo estaba preparado por los servicios de inteligencia sin que el inocente Shigwerly pudiera llegar a imaginarlo. La buena de Fertrys, era una espía, una extraordinaria especialista delatora que trabajaba por libre en la nómina del mejor postor. 

Ninguno de ellos imaginaba pasar la tarde que programaron sin análisis previos. Ya que en muchas ocasiones las situaciones se dan y vienen al pelo sin estar previstas. Trabajo que las camufladas espías, saben tratar en cada momento sin que se les arruguen los pliegues de sus encantos. Jugándose la vida en cada uno de los meneos que se suscitan. 

En principio iban al cine a ver la película más guay que ponían. De hecho, partían a la buena de Dios, sin precisar que título escogerían de las seis o siete que siempre estaban dispuestas en la cartelera. La cuestión era, por parte de la preciosa mujer llevarlo al huerto para sacarle lo que pretendía. 

Su relación era incipiente, trataban de conocerse lo más pronto posible, ya que al hindú le atraía el cuerpo estructural de aquella señorita. Sin imaginar que una empleada de corsetería y ropa íntima pudiera ser lo que en realidad disimulaba.

El investigador muy lejos de relacionar a una dependienta con el temido espionaje y fisgoneo de datos sensibles, se dejó llevar por el olor del cuerpo de la preciosa mujer. La que pretendía engañar al muchacho falto de afecto y ternura, queriéndole excitar sin demoras su pasión emocional y montar una relación íntima, lo más rápido posible.

El tiempo en política siempre es inmediato, y no hay nada que se prorrogue tratándose de la seguridad entre países.  Shigwerly había conocido a la señorita Makwelan, no hacía demasiado tiempo, en unos grandes almacenes donde fue precisamente colocada, esperando que el experto cuántico fuera a comprar aquello que ansiaba, siempre que llegaba a lugares alejados.

Aquel individuo coleccionaba ropa íntima de último grito con la cual se sentía atraído en sus meneos frente al espejo, cuando estaba solo, y tanto mejor si alguien lo miraba. Así se sentía de narcisista el bueno de Shigy.

En cuanto apareció por la seleccionada boutique fue atendido por la dependienta más sensual y atractiva del comercio, presentándose como la señorita Fertrys.

La que le ayudó a escoger los modelos y colores, incluso se atrevió a proponerle al caballero indostánico, no se enredara con marcas, modelos y colores. Brindándose ella a ayudarle de buen grado, a escoger las tallas.

Todo preparado. Una mentira, una falsa dependienta entendida en un teatro mil veces ejecutado por Fertrys, con otro nombre y apellido, en otra profesión, originaria de quien sabe dónde y residente en cualquier país inimaginable.

Todo era por parte de Fertrys en caerle bien al resoluto e inteligente cuántico y llevárselo puesto a su casa. A la cama. Y como no, a su huerto. Para sacarle todo aquello que pretendía la guapa y experta Makwelan 

La experiencia de la sílfide, hizo que se encontraran a gusto los dos, y se cayeran bien en un espacio corto de tiempo. Le dio lo que esperaba y le dejó palpar aquello prohibido que con astucia provocó. Pronto Shigy que así le gustaba le llamaran al joven, en las distancias cortas. Cayó en las mallas elásticas y afectivas, piel morena clara y sensual de la versada y deseada mujer. Quedando para verse precisamente aquella tarde para ir al cine.

El auto amarillo aparcó frente al número 77. El setenta y siete de Sunset Strip. Donde justo en la esquina, diez o doce metros a la izquierda esperaba ser recogida por el amigo reciente. El trayecto hasta el cine fue largo en el tiempo, dada la cantidad de tráfico que se estableció aquella tarde de sábado en la ciudad.

La conversación fue muy fluida en el transcurso del trayecto. La guapa Fertrys iba enrollando con su retórica al que creía era un perfecto ingenuo, apariencia que daba tras aquel color cobrizo de su piel. Que engañaba sin duda a cualquiera de las mujeres americanas excepto a las que pretendían conseguir frutos rápidos y productivos. Para aquella simulada dependienta no había imposibles, ni cortapisas a la hora de conseguir las metas que tenía previstas. Disfrutaron del film del cineasta español Garci.  José Luis Garci, el primer Oscarizado autor español, con su película, Volver a empezar y traducida al inglés Beguin the Beguine.  La que disfrutaron a placer por el mensaje que ofrece la trama y el contexto de la historia.

Ella la guapa Fertrys no perdía punto en cuanto a gestos y meneos del falso ligue que tenía a su lado. Todo un ritual, todo previsto por el servicio de espionaje.

El film fue visto con agrado y con algunas interrupciones de atención, debido a los besos que le robaba la mujer al hindú que lo iba preparando para llevarlo encima de su colchón y desnudarle. Quitándole además de la ropa, los documentos de su misil detonante. Haciéndole cantar con su propia lengua, sobre el profundo y peligroso armamento con el que trabajaba. Debiendo conseguirlo aquella espía usando sus galanuras, y palpaciones. Sustrayendo todo aquello que hasta el instante habían descubierto. Para pasarlo a otros interesados. Tratando de despojarlo con la gracia que ella tenía y el técnico quántico, ni pudiera darse cuenta del hurto sufrido.

 

El tiempo de obtención que tenía para conseguirlo era mínimo. Sabiendo que el nacido en Singapur no estaba de momento predispuesto para cantar la melodía que su amiga le propusiera.  A no ser que lo narcotizara.

Al salir del cinema, ella propuso antes de ir al disfrute del <te pillo aquí y te mato allá>. al McDonald’s próximo. Donde se reforzarían con alimento rápido, antes de proponerle la elegante dependienta, el servicio sexual que el inventor pretendía.

La residencia temporal del científico, estaba situada dentro del perímetro especial de la embajada del país para el que trabajaba, con lo cual las medidas para acceder a los recintos eran del todo comprobadas, y pocos de los acompañantes de los que residían en calidad de invitados podían acceder a las mismas. Por lo que ella imaginando lo y con el propósito de disimular le preguntó, si podían ir a su reservado a pasar la noche y disfrutar del sexo. De un cuerpo, el de color triguero de Shigy, y de los meneos que le iba a proporcionar la amante bandida.

El deseo a veces puede más que la reserva y la seguridad, y le dijo a su rubia amiga. 

A todos los efectos, representas la esposa que esperaba, venida de mi ciudad y estado. País con el mismo nombre que su capital. La preciosa Singapur por lo que no pueden negarte el acceso en modo alguno. Le participó el confiado Shigy. 

Con esa confirmación ella, disfrutó. Imaginando que dentro de las instalaciones algo pillaría, con la cámara disimulada que llevaba en la diadema del cabello y en los tacones del calzado y con una segunda cuestión que era, ver qué al bueno del científico lo había enamorado y podía disponer de sus cosas en cuanto se lo propusiera. No pudo refrenarse aquella mujer y le dijo con aquella argumentación artística que les nace a los actores sublimes.

Eres un pedazo de limbo perenne y anhelado. Que sepas que estoy suspirando por tus caricias, y que sueño en ese momento. En que puedas rasgarme placentero en canal. Me festejes sin prisas, despacio y lento. Perezoso e insolente. Hizo un inciso para respirar y tocarse los pechos y continuó calentando al químico, que la escuchaba atónito.

Debes ser un trueno en la cama. Lo deduzco y no creo engañarme, por el bulto que te he notado al palparte sin vergüenza en el cine. Sin que apenas pusieras freno a mí demencia mientras te retorcías en el deleite al tropezar mis dedos entre tus piernas y el bálano. Al tiempo que jadeabas y te retorcías cuando te acariciaba tu esencia bruta sobre tu pantalón.

Después de los piropos y agasajos de Fertrys que le regaló a Shigy subieron al ascensor de la zona de asueto donde están las salas de proyección, buscaron una taberna y tomaron una ensalada de parmesanos y unos dispendios más excitantes que sabrosos, que solicitó la espía para ir situando al científico en un tono brutal. Preparando la situación y llegado el momento la pudiera penetrar sin demasiados esfuerzos. Cuando agotaron aquellos bocados, Fertrys entendió que ya estaba a punto, que tenía los síntomas de la incontinencia sexual. Invitando a Shigy que la llevara a la cama o al tálamo, lo que tuviera más a mano y con premura. El hindú no se lo pensó ni medio segundo, dada la excitación a la que llegó por las palabras de la espía.

Ámame desnuda y hazme temblar de pasión. Llevo horas queriendo sentir tu poder dentro de mi cuerpo. Le dijo ella y él respondió.  

—Eres impulsiva y abrasadora.

Se levantaron de la cafetería de la Rinconada de los Deseos y se dirigieron hacia la zona del hábitat donde se ubican los empleados de la embajada.

Al llegar a las instalaciones fueron abordados por el personal de seguridad del acceso principal. Solicitándoles la documentación y comprobar sus identidades.

No fue muy laborioso, aquel científico gozaba de toda la credibilidad posible y al presentar a Fertrys como su compañera las cámaras de seguridad registraron sus presencias y ellos ocuparon la suite habitual del destacado ejecutivo, la nº 773 de los pabellones sureste.

Su tarjeta dio acceso y abrieron la portezuela del departamento nº 7, tercera puerta del séptimo piso accediendo a su interior.

La estancia era sencilla y poco espaciosa. Al entrar un recibidor con un mural en la pared. Un espejo y un par de butacas en el fondo, y una puerta que daba camino al dormitorio. La limpieza dentro de aquel espacio no se notaba en exceso, más que nada por el lamentable estado de recogimiento y organización de aquel espacio.

Mostrando que Shigwerly no era excesivamente cuidadoso. Anotaciones a la vista y apuntes esparcidos por todos lados, en el rincón donde estaba el ordenador portátil y la Tablet, sendas memorias extraíbles y una minicámara de fotos disimulada entre una bufanda y unos guantes de invierno.

Fertrys se quedó con todo en un vistazo. Haciéndose cálculo de donde podría estar lo que pretendía encontrar y clonar. La impronta y la imagen que presentaba aquella estancia demostraba que el amigo Shigy era un tanto desquiciado.

La disoluta espía no perdió tiempo y pretendía aprovechar los instantes fuertes de la atracción para finiquitar el trámite, y con grandes aureolas y aspavientos iba despojándose de la blusa y aflojándose los tejanos que ya caídos estaban a la altura de las rodillas.

Shigy encantado y despreocupado ayudó a desnudarse a la veterana Fertrys aflojando los sujetadores al tiempo que la ninfa presentaba un par de senos que obligaban al hindú a perder el equilibrio. Antes de que se desatara la mujer, lo detuvo pidiéndole sirviera un par de tragos, para entrar en batalla. El mimético <sabelotodo>, procuró entender y obedecer sin apenas concentración. Depositando dos copas altas, en las que vertió un chorro de vodka a la vez que se giraba buscando el zumo de naranja. Momento que aprovechó la joven y con una delicadeza extraordinaria sacaba una botellita diminuta de su bolso de mano insertando con el cuentagotas unas chispas en una de las copas. La que le sirvió al hindú y obligó a que diera el primer sorbo. Degustándolo de un trago.

—Cariño bébetelo—le dijo la espía—te sentará estupendamente y nos pondrá a tono para ejecutar ese deseo que tenemos.

Se tendieron desnudos sobre la colcha azulada del lecho, adornado con un quinqué en cada esquina del aposento. Candiles a modo de quemadores de hierbas olorosas supuestamente procedentes de Singapur. La pasión asiática hizo mella en el triángulo sensible de la espía que disfrutó de una sesión desmedida y sin control de desvergüenza, sacándole la información y nombres que ella pretendía, fechas de entrega, países interesados y cuantías adelantadas por quién y de qué modo. Absolutamente todo grabado en el alma de su crucifijo que tenía una memoria interna. Cuando se agotó la pólvora de aquel hindú quedó amodorrado en el rincón de la cama hecho un bledo. Sin fuerza destrozado y roncando como un abuelo octogenario, mientras ella que no había perdido ni un solo instante su propio sitio, se levantó y clonó aquello que para ella era de suma importancia.  Datos, fórmulas que nadie más pensó estuvieran al alcance de una guapa espía. Cifras y métodos, tipificaciones esparcidas, por todo el tapete del despacho. Una vez estuvo y contuvo el grueso disimulado de lo que necesitaba. Lo grabó en el cuerpo de su reloj, ya preparado con una mémory internal, lo suficientemente espaciosa como para albergar todos los expedientes clonados.

Salió por la puerta sin prisas. Con mucho oficio. Al llegar al fielato de la entrada puso una excusa sencilla para poder cruzar el umbral, sin el más mínimo problema. Adujo recoger un detalle del vehículo aparcado a las afueras del complejo y le facilitaron la huida con el mínimo control. Para no regresar al colchón donde dormía plácidamente Shigy, el que al despertar leyó la nota qué le dejó Fertrys frente al desayuno que había dispuesto antes de ausentarse. Donde escribió con letras exageradas y por supuesto garabatos incomprensibles el texto que le interesaba, sin dejar mácula y sin que nadie sospechara que la chica era una empleada de los secretos gubernamentales del gobierno que más le interesaba.

<Buenos días cariño, fue una noche que jamás olvidaré. Eres un gran amante. He de ausentarme. Me esperan en la boutique. Un beso y a lo mejor nos encontramos. Ha sido fácil, contigo llegar al clímax y bordar mis expectativas. Eres un encanto>.

No tardó en presentarse Shigy en la Boutique de la Sour.  

Al llegar preguntó por ella, pero nadie conocía a la señorita Makwelan, de nombre Fertrys y Shigwerly Gerusthynson con los días la olvidó.

Siguió con sus aportaciones y descubrimientos para el detonante vital de los misiles de crucero sin que llegara a su definitiva patente y distribución.

Tan poco le dio tiempo a nada más, solo transcurrieron dos semanas, para quedar todo desmantelado, incluyendo la vida del bueno de Shigy.

Un vehículo aéreo no tripulado. El conocido Dron fue a bombardear los laboratorios donde se disponía entre otros artefactos el detonante aéreo vital. Aquella madrugada sesgó la vida de cuantos proyectistas estaban en el edificio. Entre ellos el hindú.

Los servicios informativos dieron la noticia, como si se hubiera producido un accidente, al explotar sin causa conocida, parte de unos laboratorios industriales.

Desde Minnesota, una mujer que según su pasaporte se llama Claris Donatella, y está en un asunto secreto de estado frunció el ceño y le cayeron unas lágrimas al ver la relación de los sucesos y de las víctimas del accidente publicado. Recordando al hindú y su ingenuidad y por supuesto su extremidad carnosa.

 







autor Emilio Moreno
7 de julio 2025

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