jueves, 17 de julio de 2025

Incluso a ella, se la jugó al póker.

 

Clayton recordaba lo ocurrido en aquella relación emocional que tuvo con Deysi. Mientras descansaba, evocaba sentado en el reposadero del río. Junto a la vieja espesura del cañaveral y muy cerca de la zona de baño para abuelos, niños y todos aquellos que no sabían nadar. Lugar aquel, que permanecía prácticamente igual que cuando tenían quince años.

Sin apenas haber sufrido cambios. De todo eso ya hacía bastantes lustros y lo estaba conmemorando quizás sin venir a cuento. Sin embargo, sus emociones le llevaron allí. Dirigido por su retentiva dolorosa y punzante que lo abocó sin pretenderlo en la esfera donde ocurrieron aquellos acontecimientos, que precisamente era donde Clayton estaba reposando. Resonaron entonces, en su interior los posibles motivos por los cuales Deysi, llegó a despreciarlo. Sin que verdaderamente Clayton tuviera certezas de haber cometido ninguna ofensa en contra de aquella muchacha, que tanto llegó a querer. 

De pronto entró de lleno en la evocación de la última vez que se encontraron. Del último beso que se dieron al inicio de su cita, y de sus últimas palabras. Párrafos y frases duras las que tuvo que soportar aquel muchacho, sin esperarlas. 

— No me busques más. He decidido dejar de verte. Me he dado cuenta que no seríamos felices. Afirmó la muchacha sin mirarle a los ojos. Clayton sin dejar que prosiguiera le recriminó con una manifiesta decepción.

—Te has dado cuenta de sopetón, y sin más te quedas tan ancha. Y ahora vas y me lo dices y permaneces más fresca que una amapola. Contradijo con una queja controlada y convencido de que no sacaría nada de provecho de aquella decisión que Deysi tenía tomada. De la que le informaba en aquel momento, mostrando su descortesía.

—No me lo pongas más difícil, sé que tenía que habértelo dicho hace meses, pero no encontraba el momento. O me daba apuro, vergüenza o quizás mucha pena. Musitó la joven. En el instante que debido a sus nervios a Clayton se le escapó una agria sonrisa mientras le concretó.

— No encontrabas el momento. Adujo Clayton con desidia. Para matizar.

—Tendrás valor. Para decirme todo lo contrario a lo que tú y yo soñábamos, señorita Deysi. Lo que estoy oyendo es real. Tú te escuchas. Igual has jugado conmigo desde que me conoces. Vaticinó Clayton desaforado y muy dolido.

Viendo que la cara de la chica que siempre quiso, se enrojecía.

La joven ya desenvuelta por haber pronunciado las frases más conflictivas de su confesión hacia el seducido muchacho, que la acompañó en los últimos años, afirmó.

—Creo que lo mejor es que lo dejemos aquí, que nos separemos y cada cual vaya por su parte. Que sepas que ya no te quiero.

—Tendrás valor. Después de estar viéndonos, hablándonos y acostándonos durante más de cinco años. Ahora te das cuenta que lo nuestro no puede ser, precisamente ahora. Fíjate que venimos haciendo planes de futuro desde que dejamos la escuela primaria.

—No me hagas pasar por esta vergüenza Clayton. Es muy duro expresar al chico que querías, del que he sido suya durante tantas noches, decirle de buenas a primeras. Déjame tranquila.

Clayton a medida que escuchaba a Deysi le costaba más comprender todo lo que le estaba diciendo, y con la desfachatez con qué lo hacía. Parecía ser una ensoñación maldita que estaba sufriendo de un modo inmerecido. Sabiendo que era real, y sin darle más preámbulo a la maldita conversación le espetó.

—Algo me ocultas, que debe ser muy grave. No me estás diciendo la verdad.

¡Qué te ocurre! Igual te ha dado algo de pronto.

No seas cobarde, y sobre todo explícamelo…

¡Habla! Para que pueda entender este rancio que te ha dado. El mal ya está hecho, y aunque lo quieras arreglar no puedes. Siguió argumentando aquel ofendido muchacho.

—Cuales son los motivos que me ocultas. Aunque si no te apetece decirlo, tampoco te voy a rogar que lo confieses.

Deysi se quedó pensativa y sin la menor timidez y apocamiento adujo.  

—Verás Clayton, no voy a mentir, porque pronto sabrías los motivos del desenlace, y prefiero ser yo, la que te diga que me he enamorado de Cassyus. Miró a Clayton esperando la sorpresa y continuó.

—Me rondaba desde hace meses y no sé ni cómo, tuvimos un encuentro, al principio la cosa no llegó a más, pero fui yo la que le propuse me hiciera suya. Se abatió el largo cabello como queriendo desestimar su indecencia y le rogó.

—Has de perdonarme, pero no quiero engañarte más. Lo dejamos aquí, para que esto, no se haga más embarazoso de lo que por sí es.

Se levantó aquella preciosa mujercita y me quedé precisamente en la postura en la que estoy ahora y en el mismísimo terreno donde me lo manifestó.

—Ha pasado más de medio siglo. Pronunció sin percatarse Clayton y de pronto repitió con aspaviento.

—¡Joder pues nada más que sesenta años!

Se dice pronto y ahora lo recuerdo como si fuera ayer. Lo que es la vida. Apuntó Clayton, meciéndose la gorrilla de lino que llevaba puesta. La que le tapaba la gran avenida de su frente y de nuevo volvió a entrar en sus pensamientos. 

—Deysi se ennovió con mi buen amigo, Cassyus.  el que dejó de hablarme por vergüenza. Con la asiduidad y la forma natural como estábamos acostumbrados de toda la vida.

Me dirigía la palabra, en último extremo sin mirarme. Le daría cortedad, pero así es la vida.  Con lo que; justo me hablaba si no le quedaba remedio. Yo procuré ser el de siempre, aunque me costaba. Añadió Clayton.

Se casaron a los cuatro años. Yo ya no vivía en la puebla. Encontré trabajo en América y no me lo pensé, me trasladé y estuve viviendo de alquiler en casa de una tal Mildred, hasta que conocí a Carolain que nos entendimos, y nos fuimos a vivir a una nueva barriada que nos parecía más apropiada por la distancia que había entre la vivienda y el trabajo.

Lo nuestro no funcionó y a los tres años y medio, dejamos de vernos.

No tuvimos hijos, ni dificultades en la separación. El perrillo se lo quedó ella, y cada cual se buscó la vida como pudo.

Volví a encontrar a la que hasta hace dos años me ha acompañado en mi dura travesía. Susan, que fue la mujer de mi vida, la que me atendió cuando la necesité, me quiso de verdad y me acompañó en el itinerario de mi enfermedad. Me quedé sin ella, cuando creía que me duraría su amor para siempre. ¡Dios! Como la echo a faltar. Se secó las dos lágrimas que recorrían ya por encima del bigote y continuó pensando. 

Volví a la puebla. La vida de Deysi no la llevo muy al dedillo, pero lo que se dice feliz no lo ha sido. El enredo que tuvieron ella y Cassyus siempre fue un error. Y al quedar en cinta por no dar que hablar a los demás, hizo el resto. Entre ellos hubo problemas al poco de su matrimonio. A Cassyus, no hay que descubrirlo. Todos hemos sabido del pie que cojeaba, y de los vicios intrínsecos que ya le venían de la mata.

Me contaron que una noche de parranda y de póker se lo jugó todo. Incluso a ella, se la jugó. ¡Sí…! Como lo oyes. A Deysi se la jugó a las cartas. Y ¡Claro la perdió!

Lo perdieron todo. Ella tras ese incidente lo abandonó a su suerte, que por cierto era poca. Es una pena, y el descarriado Cassyus, siguió acrecentando sus fechorías por un tiempo, no demasiado largo. Acabó colgado de una soga en el antiguo trastero de sus padres, que fueron los que le recogieron. Todas las deudas y enredos que tenía, por cierto, le quedaron como herencia a la buena de Deysi. Que trabajó durante años para sufragar las costas.

Es lamentable, lo que es la vida de las personas que nos han importado en algún momento.

Sé de buena tinta, que ella también viene sola a sentarse cuando cree que nadie la ve en este trocito de terreno, que seguramente es uno de los pocos sitios, que no ha cambiado nada. Sitio donde el tiempo se quedó frenado. Lugar donde sucedieron los hechos que acabo de recordar.

Los que de un tiempo a esta parte vuelven a mi cabeza.

Las mismas brisas, el mismo aroma del río, la zona de baño de los niños, abuelos y los que no dominan la natación, sigue inamovible.

Igual el destino hace que nos encontremos Deysi y yo, en este lugar.

No me importaría. Por supuesto para mí sería una alegría. Con seguridad, podríamos seguir entendiéndonos ahora, con la experiencia de las seis décadas que han pasado, y seguro, seguro que encontraríamos una felicidad aplazada que sucedió entre nosotros. 


autor: Emilio Moreno
julio, 17 del año 2025
 

 

 

 


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