Para el momento de la celebración de su cumpleaños Marta Carlota,
lo había analizado concienzudamente, y lo preparaba con bastante antelación,
para no olvidar absolutamente nada importante. Ni dejar a la buena de Dios detalles
que ella interpretaría. Tenía una invitada secreta, que nadie conocía a la que
ella misma le iba a dar su galardón.
Compensación que sabía le agradaría a su amigo y representante
artístico. Florense Deliñen.
Un hombre poderoso, que era el que la mantenía ocupada desde hacía más
de un lustro, y representaba sus películas y actuaciones, fingiendo que tan
solo era pura profesionalidad. Cuando en realidad este fulano, llevaba doble
vida, que compartía a su capricho, sin miramientos.
Había reservado Marta, en un complejo hotelero un par de salas para
tal evento. Músicos, ayudantes, técnicos de sonido, personal de repostería,
pasteleros y un sinfín de oficios que debían dar la talla en aquel suceso. Sin contar
con el personal preparado para que aquel aniversario fuera extraordinario. El mejor
que se diera en años venideros.
Los integrantes de aquel cortejo, invitados respetables, amigos, y
gentes del espectáculo, además de la clase política que no podía faltar. Ya estaban
todos en el salón esperando a la festejada, que aquel día cumplía treinta y dos
años. A Marta la prisa le apretaba, ya que iba fuera de hora, y con el tiempo
justo.
Se había retrasado por leer y releer el protocolo o poema. Quería aprendérselo al dedillo, el que pretendía recitar a la hora del brindis. Una vez hubiera soplado las velas y que todo el mundo estuviera preciso y contento sin imaginarse el final de aquel entreacto. Intentando entusiasmar a Florense, que últimamente lo veía fuera de sí, y distanciándose enormemente en las dos últimas semanas, al haberse fijado y encaprichado en otra preciosidad artística, que prometía.
Tras de aquellas fantasías, se le escapó un tanto la hora con lo
que tuvo que abreviar para llegar a tiempo a su distinción. Se había vestido de
forma casual, pero aun y así era una preciosidad verla, por como lucía
cualquier trapo que se pusiera. La camisa de seda transparente que llevaba, daba
pie a pensar que tras aquella prenda, no había más que cuerpo nítido y terso. Presto
al capricho de quien fuera su beneficiario.
Una falda de tergal anaranjada, no demasiado corta, por encima de
sus rodillas, y poco más, debajo del miriñaque. ¡Nada! No había prendas íntimas
que sujetaran el bajo vientre. Sin reservas ni cauciones, al aire libre y lirondo.
Sus pies iban tocados con unos borceguíes de charol brillante, que le cubrían
tan solo el empeine.
Todo estaba a punto. El conductor de ceremonias viendo que todos se
relamían, dio aviso al director de la banda para que comenzara a sonar la música
preferida del momento. Había escogido la magnífica obra de Ennio Morricone. “La
Muerte tenía un precio”.
Los invitados en pie esperando la entrada de Marta Carlota, y en el
centro de la sala Florense, el amante anónimo de la bella actriz, premiada en
el último certamen cinematográfico con el galardón a la mejor protagonista.
Los compases de la melodía irradiaron el ambiente, y por el acceso
principal, no aparecía la persona que todos esperaban. Poco antes de finalizar
la sinfonía seleccionada, apareció la preciosa Marta, con un aire de felicidad
desorbitante.
Dando las gracias al ir pasando por aquel pasadizo no demasiado anchuroso. Saludando en la distancia a todos los que la miraban y veneraban. Al llegar a la altura de su promotor, le dio un beso mínimo y se escucharon unos apoteósicos aplausos que detonaban en el salón. Tras de aquel acto de riguroso teatro, la dama se acercó al micrófono que esperaba a su izquierda un tanto ladeado para dar las gracias y declamar con emoción aquellas letras que había preparado.
Inició su discurso, y a los diez segundos una perturbación sonora se
escuchó mitigando el tono de las palabras de la felicitada. Por un soberbio y
soberano grito espeluznante, desde el exterior del salón. Haciendo que Marta
detuviera su oración.
Pronto el servicio de la ceremonia, dio aviso al jefe de protocolo.
Detenerlo todo. Significando al conductor de aquella fiesta para que atajara cualquier
manifestación y que mandara cerrar las puertas, hasta que llegaran los
gendarmes.
Ya que se había encontrado un cadáver en los camerinos de Marta
Carlota.
Crimen que reflejaba la última escena de su película, que dibujaba
en su totalidad, y describía la muerte de la intérprete de su último trabajo.
Con la salvedad, que en este asesinato la muerta y finada, no era
la estrella de la historia.
El cadáver correspondía a la nueva amiga del promotor Florense Deliñen.
A la que sesgó la vida en un acto de celos irremediables.
Carlota inamovible no le causó hilaridad, todo aquel revuelo
emergido, y al llegar los agentes, no tuvieron más que detener a Marta, después
de leer el protocolo que llevaba a modo de poesía.
Donde se acusaba ella misma de un acto de criminalidad vengativa. Siguiendo
al pie de la letra, la descripción hecha por los guionistas de la película recién
premiada.
Autor: Emilio Moreno
07 abril de 2025
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