jueves, 6 de marzo de 2025

Desnuda cayó del catre.

 







Esta historia la recordaba una anciana, conocida por Frida, compañera de la escuela y componente del grupito de amigos de Nerea, que ahora estaban ambas recluidas y compartían una habitación en la Residencia para octogenarios de Villarrobledo.

Explicaba Frida a los sobrinos de Nerea ya con el Alzheimer muy avanzado, detalles de los secretos de su tía carnal, que se llevaba sin dudar a la tumba. Pormenores que aquellos sucesores desconocían de la vida de la hermana de su madre, aun y conociendo que la mentira había protagonizado la vida de aquella residente que visitaban.

Comenzando la compañera de habitación su relato, con sus deficiencias respiratorias y sus vacíos de recordaciones.

Tras haber conocido y sufrido durante gran parte de su vida las falsedades y ficciones de una mujer muy próxima, — comenzó a relatar aquella abuela.

 

Fui amiga de la infancia, pertenecimos al conjunto de compañeros de la quinta del año de nacimiento de 1958.

La clásica Peña de colegas, que se daba antaño. De donde acopió muchas de las incertidumbres que sembró complicando a las que decían eran amistades de la infancia. Cuando Nerea Risuelo abría la boca, era sin más para dos cosas. La primera para tragar, y la primordial e insoportable para pronunciar alguna mentira de su cosecha.

Daba igual, de lo que se hablara, comentara o tratara. De lo que fuera. ¡Mentía!

Además maliciosamente disfrutaba sabiendo que estaba injuriando al ofendido, y eso le producía una especie de placer especial. Todo ello agregado a que tampoco gozaba de suficiente instrucción académica, ni podía presumir de tener sus cabales al cien por ciento. Hizo un alto en el relato Frida, para repensar muy bien lo que iba a contar, que no le complicara la poca vida que le quedaba, y amparada por las miradas, de la propia Nerea completamente ida, y de la sobrina de la interfecta que le invitó a que no se callara ni el más pequeño de los detalles, prosiguió.

 

— Todos la mal soportaban, con desidia, y cuidado. Porque la falsa y cordial mujer, se quedaba con todo lo que se disertaba, para llevarlo a otros foros, con su peculiar disimulo y firma. Sin pensar que hacía mucho daño al prójimo. Así que la tenían calada y cuando estaba presente, se hablaba del tiempo, de exageraciones para que ella al transmitirlas aun fueran más escandalosas. De la ropa que se usaba en sus dominios y en definitiva de nada de importancia. Ya que ella, con su desquicio por cambiar las realidades podía generar una guerra. Respiró Frida, con cautela y observó alrededor, intentando ver las caras de sospecha que arrojaba su relato, y de nuevo arrancó.

 

— En sus años verdes, no cuajaba con ningún muchacho, ni tío que se le acercara. En cuanto la trataban y notaban, la de falsedades que decía sin ton ni son. Se esfumaban.

Con lo que procuraban aprovecharse de sus carnes y una vez la usaban, la abandonaban con la alegría que se olvida un mal dolor. Sin excusas, le exponían sus faltas y no había más pretextos para dejarla al pie de los caballos. Como además no llegaba a comprender que no era persona sensata ni de fiar, imaginaba que había sido una suerte para ella, despegarse de unas personas, tan idealistas, y tan reales, que veían la vida sin mentir ni faltar a la verdad. Se paró en seco para tomar aire y retomar los recuerdos enlatados de aquellos años.

 


Alguno de los colegas de su quinta, se había aprovechado de Nerea llevándola a la cama, pero después lo pagaban caro. Por la develación de secretos de alcoba. Barbaridades impensables de imaginaciones inventadas y las ficciones irreales que salían por aquella boca tenebrosa.

Ya que lo contaba sin ningún reparo, con preferencia y sobre todo a las amigas. Como presumiendo de una hazaña, que otras no podían conseguir.

El haber desnudado en un colchón mullido a sotanito, dando detalles de fulanito. Descubriendo que no era ágil en el catre, que no podía presumir de potencia y de cumbres duras sin tenerlas. Destilando y supurando líquenes como un alambique, en cuanto veía la canalilla de unas tetas. Relatando de menganito que engañaba a primera vista. Por no ser lo demasiado hombruno, como para meterse en la cama y hacer disfrutar a una mujerona como ella.

Describiendo sus gustos y disgustos. De los voluntarios que pasaron por sus piernas y a los que ella les había bajado sus prendas interiores, sus calzoncillos para que quede claro.

Siempre exagerando con sus falsedades y sus ficciones. Con ello daba vidilla a las conversaciones que mantenía con nosotras. Aquellas que decíamos ser sus amigas, y tan solo la usábamos para enterarnos de los secretos de su sexo. De prácticamente la mitad de los colegas de la peña, que son los que la montaron, según ella.

Viendo que no le daban agua. Aquellos a los que a ella le convenía, se buscó con la complacencia de su madre, un rollo, que a la postre las llevó a las dos a los tribunales.

Protagonizando una película bastante agria, con un señor de edad madura, y creyendo que entre las dos favorecerían la marcha, para que aquel caballero se enamorara de Nerea, y pudiera hacerle vivir como una reina. Suspiró la relatora Frida, y se enjuagó los labios para añadir por su cuenta, que era una pobre embustera empedernida y su madre, aún la arrojó más si cabe en garras de los leones. Hecha esta glosa, siguió describiendo.

 

— Comenzaron con un plan macabro. Lo primero fue acaramelar al desconocido y engatusarlo con buenas palabras, y claro. Aparecieron sus mentiras. Dejándose tocar sin miramiento, por aquel personaje anónimo, que estaba jugando con las mismas cartas que Nerea.

No puso resistencia en conseguir que Pepe, les metiera mano a ella y a la madre, dejándose maquinar ambas.

Una como protagonista del sexo y la otra como alcahueta que preparaba las acciones mas disolutas posibles. Algo diferente que hiciera que el tal Pepe Lenz, perdiera el oremos con aquel par de meucas.

El inconsciente engañado se dejó llevar para conseguir protagonizar el papel de engañador, hasta que entre las dos maquiavélicas lo pelaron sin tijeras, y sin heridas físicas aparentes.

Exclusivamente yendo al cajero bancario. Mientras una lo tenía desnudo sobre la colcha, la otra paseaba sin prisa y con su tarjeta sacaba efectivo. Poco a poco, en varios encuentros, fueron sustrayendo dinero. En cantidades moderadas, que al repetirse tantas veces, creó mella en la cuenta corriente del amigo Pepe Lenz.

Nombre falso que les dio a las dos mujeres y que a ellas no les importaba para nada si su nombre era el real o aparente.

Un caballero divorciado, muy añoso, que llevaba doble vida.

Tenía su familia desperdigada en un pueblo. El que jamás les descubrió y ellas se percataron cuando se le escapó el dato. Confesado de sopetón, desnudo y en cueros al lado de la madre de Nerea, que era la medianera entre Pepe, y su hija.

Detuvo su leyenda, para beber agua, y observar si lo que contaba llegaba en buena forma a los herederos de Nerea, que callados, escuchaban aquellas manifestaciones desconocidas y jamás reveladas por la singular tía.

 

— El pueblo de residencia de la familia del falso señor Lenz, no estaba demasiado lejos, pero por aquello de no dar sus credenciales, venia y volvía cada vez que quería fornicarse a la embustera Nerea, y juguetear con su madre. En esparcimientos sexuales tan eróticos, como practicaba con su hija. Que según contaron estaban fuera de norma y muy desangelados.

Aquellas mujeres creían que el amigo Pepe era tonto, que no daba más de sí, y fueron poco a poco minándolo hasta que le provocaron entre ambas, un ataque que parecía lo había fulminado. Siendo realmente un episodio de pérdida del conocimiento pasajero.  Algo que le sucedía al pobre desgraciado, y que no revelaba a nadie. Creyendo siempre, que sería la última vez que le ocurriría.

Aquel día, el señor Lenz quedó aparentemente muerto en brazos de la mamá de Nerea, después de provocarle un exceso de vibración.

Al llegar la hija y encontrarse el panorama, creyendo que estaba muerto, comenzaron a generar unas pesquisas para sacarle de la cuenta corriente, todo lo que no habían podido. Después ya pensarían que hacían con el cuerpo inerte.

Mientras ellas filtraban el plan, el macilento mórbido, volvió a la vida y presenció toda la trama que aquellas mujeres le estaban pertrechando.

Con lo que le convino pasar momentáneamente por difunto y escuchar encima de aquel lecho desabrido, todas las tropelías que la buena de Nerea, le proponía a su madre, para conseguir todo lo que aun no le habían podido sacar al burlado, que les engañaba inerte sobre aquel colchón.

La embustera de Nerea, quiso llegar a más, y creyendo que el apartamento donde se encontraban para sus planes de fornicación, era de propiedad del falso Pepe Lenz, imaginaron en quedarse con la vivienda, ya que a las dos fieras, aquella zona de la población les encantaba.

 

Una vez habían urdido el plan madre e hija, punto por punto, y sin esperarlo, apareció de sopetón el epiléptico, que se alzó súbitamente de aquel catre de repente.

Exigiendo explicaciones a las dos malandrinas. Que siendo tan falsas y embusteras, comenzaron a inventarse una historia muy diferente a lo sucedido.

Defendiendo frente a los juzgados de instrucción, con los cargos de apropiación indebida de capital.

 

Cuando los sobrinos salieron de la residencia, pusieron en duda mucha de las historias que Frida les había contado, alegando que cuando Nerea, y su madre estaban en los años exultantes, no existían ni cajeros, ni tarjetas, ni gente que se creyera la mitad de lo escuchado, llegando a la conclusión, que de embusteros está el mundo repleto.

 

Mientras en la sala de visitas de aquella residencia, Frida, le decía a su amiga Nerea.

— No te apures, se lo han tragado todo. Le dijo Frida, a la que contestaba Nerea.

— Tú crees, no sé yo, mi sobrina es una arpía, como lo era mi hermana.

— He seguido tus instrucciones, —dijo su amiga.

— y la verdad, que has hecho el papel de inconsciente, que parecías ida de verdad.

Igual no heredan nada de lo que guardas. Con la salud que tienes tan fuerte, igual los entierras primero.


Autor: Emilio Moreno






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