La familia Martinete, era como era. Difícil de concebir y sobre todo muy alejada de normas y cumplimientos. No digamos de leyes y respetos ajenos. ¡Eso sí!... Unida entre ellos y apasionada. En temas de divertimento. Permitiendo toda clase de temeridad, inflexión o barbaridad cometida hacia terceras personas. Sin importarles consecuencias y acusaciones veladas, que normalmente debían resistir.
Vivían al
borde del delito, la infracción y el precipicio legal. Sin que les afectara lo
más mínimo. A pesar de las muchas y frecuentes visitas de la policía a su
domicilio. Sito en una boca calle de la Ronda del Río, esquina con la pendiente
de San Pedro. Que era una avenida en construcción sin salida, muy pertinente
para el servicio de sus fechorías. Justo y muy cerca de lo que ellos llamaban
los almacenes alemanes.
Tenderete donde
se servían de aquello que les era preciso, y no era más que la bodega de la tía
Carmina. Donde fiaban sus compras y avituallamientos. Sus bebidas y tabaco,
hasta el final de mes, que si podían lo pagaban y si no, pues ¡A joderse toca!
¡No pasaba
nada!
Carmina la
tendera, se lo prorrateaba en su débito. Cargándoles un algo, sin medida y sin
previo aviso, en su cuenta. Lo que a ella le venía en gana, hasta que aquellos descreídos
podían pagar la deuda.
Trinibel,
la abuela de todos sus nietos, y madre de sus cinco hijos, era una inconsciente
y apática mujer, llegada hacía muchos años de su territorio bético original.
Que se ganaba la vida de forma pasmosa, para sostener a sus niños y a su esposo.
El vanidoso Jesús.
Un inválido
para el esfuerzo continuo, y una máquina forjadora de embarazos y engaños.
Experto en adquisiciones y provechos ajenos. Un jeta presumido y desalmado de
guante blanco al que le llamaban “el Baldao.” Abreviatura de entumecido para un
oficio, o nulo para desempeñarlo por sus escasos bríos
y vagabundeo.
Siempre
había contado con la atracción y devoción que le profesaba su Trinibel. Que saboreaba
con él, y le permitía en demasía, sus auras, sudores, mojes y antojos. Todo lo
que daba su “don de gentes” y su gracia innata para las bromas chistosas. Escarceos
con las mujeres ajenas y como es natural, con los botellines de cerveza y
tragos de todo vigor y gradación, que le proveía la buena de Carmina. Cargados con
suficientes y relevantes niveles etílicos. Causa necesaria para la combustión que
en los momentos denominados “A la postre “. Le aportaba en buena medida toda su
singularidad.
Era un tipo desenvuelto ya con cierta edad, pero que en sus años verdes sin duda fue un ejemplar bello, al que las señoras, pudieran rifárselo por aquello de “su hermosura”.
Jesús
estaba con la condicional. Derivada de una condena que cumplía desde hacía
varios años, en el presidio de la comarca, por un atraco a mano armada cometido
en la Joyería de Trancho, y el escamoteo de carteras y relojes sustraídos en la
estación del metro del Liceo y las Ramblas. Correctivos que lo llevaron a la
trena sin preámbulos, retrasos, ni cancelaciones. Dejando a la familia su
legado, que no era otro que el de seguir haciendo la calle, el timo, el robo y
el escamoteo.
Tiempo el
de su presidio en la penitenciaría que mantuvo a Trinibel en su salsa.
Volviendo al arte y ensayo sin espectadores legales, pero sí, con aquellos
anónimos tipejos del burdel que frecuentaban el poco salubre meretricio.
Madám
Trinibel, conocida en el ambiente del lupanar, como la Adonis descalza, estaba
empleada en el Chinchimén, un antro de la calle Unión, donde daba servicio completo
a clientes selectos.
De los hijos que tenían en común aquella pareja compuesta por Trini y Jesús. Eran los tres últimos que nacieron. Los dos nacidos anteriores fueron fruto tan solo de Trinibel.
Teresa,
Fernando y Remedios estaban en la mayoría de edad, y ya pululaban en quehaceres
semejantes o parecidos, a lo que habían mamado en la infancia.
Poco miedo,
poco curro y mucha marcha.
La hija
mayor, Teresa, frecuentaba una nueva modalidad de puteche. Dando servicio de
mancebía a domicilio. Con lo que alimentaba mal y escasamente a su hijito Arsenio.
Un niño de tres años, que carecía de todas las culpas de sus antecesores. Chaval que se criaba solo sin instrucción, y apenas cariño. Estando cuidado mientras su mamá fornicaba. Al cargo de Mercedes, una prima hermana que le hacía labores de nurse.
Fernando siguiendo
las enseñanzas paternas, trajinaba como proxeneta con media docena de señoritas
de alterne, y les hacía las veces de secretario, vigilante, y guardaespaldas. Sin
llegar a desenvolverse como Jesús, su padre. Que con eso de la cárcel, no le
había dado tiempo a enseñarle todo el tinglado.
Remedios no era del mismo palo que sus congéneres. No le gustaban los gatuperios, ni el sendero marginal que llevaba parte de su ralea. Estaba empleada en unos almacenes de mantas, colchas y ropa de cama que existía en la calle Junqueras, y se administraba como podía con el sueldo que obtenía a fin de mes. Además de atender, cuando le era posible y en cierta forma, de Arsenio. Su sobrino, que estaba casi dejado de la mano de Dios.
Dolores y César,
los hijos paridos por la Adonis descalza Trinibel, no la reconocían como madre.
Cuando nacieron, estaba soltera y amancebada con un tal Enrique, padre de las
criaturas. Que los trajeron al mundo para hacerlos sufrir.
Una vez
fueron mayores, la historia siguió siendo penosa para ellos. No solían tener
cercanía con la mamá. Apenas se veían y jamás coincidían, por existir aquel
rencor que suelen dar los hijos abandonados. Que fruto de no tener el cariño de
sus padres, pierden todo apego y llegan incluso al olvido.
Enrique,
desapareció en un carguero que iba destino a Guinea, y ella, sin perder tiempo
se enfrentó a su pírrica vida como pudo.
Sus dos
hijos mayores jamás la consideraron madre, y soportaron con estoicidad su
pasado. Trinibel jamás los echó en falta, siendo muy desconsiderada con
aquellas criaturas que estaban pagando el reverso de un destino aciago. Sufriendo
en sus carnes la falta de cariño y de cuidados. Consecuencias que los destruyeron
psíquicamente durante toda su infancia.
Los había traído al mundo cuando aun era una mocita que apenas despuntaba y se habían criado fuera de su cuidado, con los abuelos maternos, que eran los que les habían dado instrucción y alimentos. Hasta que la muerte de los ancianos separó a los dos hermanos, que fueron adoptados cada uno con familias diferentes, tras haber soportado un hospicio durante tres años.
Dolores era
una muchacha enfermiza y desolada con grandes depresiones provocadas por las
insuficiencias que tuvo en su crianza, las cuales la llevaron al punto de enajenarse
y estar recluida en el manicomio de la Santa Cruz. Sin visos de mejora ni de
reactivación vital. Con recaídas constantes que la dejaban fuera de una feliz
vivencia.
Era visitada
a menudo por su hermano César y la familia de este.
César se
había empleado en la compañía de tranvías y conducía un trole de la línea del número
veintinueve, que era el transporte de la circunvalación por toda la ciudad.
Estaba casado
con Amparo, una mujer muy piadosa, que le atendía y respetaba como jamás lo
había hecho nadie. La pareja eran padres de un par de niñas jovencitas.
Resurrección
y Matilde. Sin embargo, el padre de estas niñas, a pesar de no ser mal tipo,
jamás quiso mezclar a su nueva familia con la que decían era su madre.
Sin precisar en el tiempo, les pasaron a todos veinte años. Que si los vives con decencia, cuidado, y pocos excesos, y la salud te respeta, llegas a la edad, de la expresión usada … “Si no fuera… por…
La Adonis
descalza, se ha transformado en una vieja inmunda, que después de la muerte de
Jesús, se enredó con un tal Paco, un abulense que le sacó todo lo que pudo y le
dio una vida de perros. Devolviéndole así el destino parte de lo que había
hecho sufrir a los que la rodeaban.
En la
actualidad está como moradora en la residencia los Tiernos Egoístas de la
ciudad de Ávila. Su venerado y guapo Jesús, había muerto en la cárcel. Tras haber
entrado y salido mas veces de lo que pudo imaginar. Una infección fecal, se lo
llevó por delante. Siendo un vicioso personaje, abandonado por todos sus hijos.
El Baldao, murió penando por tantas barbaridades cometidas, sin menoscabo, engañando
al mundo entero hasta sus últimos días. Su hija Teresa murió una tarde de colmo
y consumo de substancias. Al tirarse desde la azotea del hospital, donde
trataban de paliar la cirrosis galopante que se apoderaba de ella. Sin tener
contacto con su Arsenio, que la repudiaba y jamás llegaron a tratarse como
madre e hijo. Aquel sufridor, trabajó como albañil en las obras, y se casó con Lucinda,
una muchacha decente. Siendo padres de dos hijos muy queridos. Que a pesar de
la educación correcta y medida que les dieron. Evitando se repitiera la tradición
y llegaran a ser gente desordenada y ruin, cómo lo habían sido los abuelos. Pusieron
medios.
Sin embargo
aquella familia, estaba destinada al sufrimiento excesivo. Sus hijos no fueron
tampoco comedidos, ni honrados. Volvieron a ser como sus parientes ancianos. Gente
que vive fuera de la ley y del orden.
Arsenio y Lucinda, fueron castigados de nuevo con el tormento y acciones de sus descendientes. Con seguridad portaban los genes fermentados de la rayana estirpe. Dedicándose al galanteo, al cachondeo, y al desplume.
Fernando el
hijo de Trinibel y Jesús, está cumpliendo una condena de veinte años revisable,
por haber apaleado a un viandante al que liquidaron de la somanta enorme que le
dieron, tan solo para robarle doce euros y un teléfono.
Un sinvergüenza,
el tal Fernando. Un desgraciado de tomo y lomo, que siempre anduvo huyendo de
la ley y de las normas establecidas. Un forajido que vive preso por sus
atrocidades y jamás dejará de ser carne de presidio inexcusable.
Remedios, se jubiló en la fábrica de mantas y jamás se casó. No confiaba en la gente, después de padecer lo impensable. Tiene contacto con su sobrino Arsenio y su familia, pero ninguno quiere recordar aquellos años, ni pensar en lo que tuvieron que soportar.
Dolores se
recuperó de sus depresiones y se marchó a Tegucigalpa, capital de Honduras como
ayudante de enfermera con una Organización de Ayuda para los huérfanos de la
guerrilla. Encontró la felicidad, dentro de un mundo de miserias y de pobreza,
ayudando a los desvalidos. Se ve con su hermano César, de peras a uvas. Por
Navidad. Cuando Dolores recala en España por motivos vacacionales.
César es
abuelo de tres niñas. Se prejubiló, al aprovechar una oferta de la empresa de
transportes y ha borrado definitivamente su historia pasada. Sin querer saber
nada de su madre biológica, que desde la residencia de los Tiernos Egoístas, le
manda recados quejándose de que tiene hijos que no la cuidan.
Repitiendo una
frase que aprendió a destiempo, sin saber tampoco, lo que significa. “Cría
cuervos que te sacarán….
A ella no
le pueden sacar nada, ni tan siquiera el arrepentimiento.
fecha: 24 de marzo 2025
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