lunes, 24 de marzo de 2025

Bríos de celestina.

 







La familia Martinete, era como era. Difícil de concebir y sobre todo muy alejada de normas y cumplimientos. No digamos de leyes y respetos ajenos. ¡Eso sí!... Unida entre ellos y apasionada. En temas de divertimento. Permitiendo toda clase de temeridad, inflexión o barbaridad cometida hacia terceras personas. Sin importarles consecuencias y acusaciones veladas, que normalmente debían resistir.

Vivían al borde del delito, la infracción y el precipicio legal. Sin que les afectara lo más mínimo. A pesar de las muchas y frecuentes visitas de la policía a su domicilio. Sito en una boca calle de la Ronda del Río, esquina con la pendiente de San Pedro. Que era una avenida en construcción sin salida, muy pertinente para el servicio de sus fechorías. Justo y muy cerca de lo que ellos llamaban los almacenes alemanes.

Tenderete donde se servían de aquello que les era preciso, y no era más que la bodega de la tía Carmina. Donde fiaban sus compras y avituallamientos. Sus bebidas y tabaco, hasta el final de mes, que si podían lo pagaban y si no, pues ¡A joderse toca!

¡No pasaba nada!

Carmina la tendera, se lo prorrateaba en su débito. Cargándoles un algo, sin medida y sin previo aviso, en su cuenta. Lo que a ella le venía en gana, hasta que aquellos descreídos podían pagar la deuda.

Trinibel, la abuela de todos sus nietos, y madre de sus cinco hijos, era una inconsciente y apática mujer, llegada hacía muchos años de su territorio bético original. Que se ganaba la vida de forma pasmosa, para sostener a sus niños y a su esposo. El vanidoso Jesús.

Un inválido para el esfuerzo continuo, y una máquina forjadora de embarazos y engaños. Experto en adquisiciones y provechos ajenos. Un jeta presumido y desalmado de guante blanco al que le llamaban “el Baldao.” Abreviatura de entumecido para un oficio, o nulo para desempeñarlo por sus escasos bríos y vagabundeo.

Siempre había contado con la atracción y devoción que le profesaba su Trinibel. Que saboreaba con él, y le permitía en demasía, sus auras, sudores, mojes y antojos. Todo lo que daba su “don de gentes” y su gracia innata para las bromas chistosas. Escarceos con las mujeres ajenas y como es natural, con los botellines de cerveza y tragos de todo vigor y gradación, que le proveía la buena de Carmina. Cargados con suficientes y relevantes niveles etílicos. Causa necesaria para la combustión que en los momentos denominados “A la postre “. Le aportaba en buena medida toda su singularidad.

Era un tipo desenvuelto ya con cierta edad, pero que en sus años verdes sin duda fue un ejemplar bello, al que las señoras, pudieran rifárselo por aquello de “su hermosura”. 

Jesús estaba con la condicional. Derivada de una condena que cumplía desde hacía varios años, en el presidio de la comarca, por un atraco a mano armada cometido en la Joyería de Trancho, y el escamoteo de carteras y relojes sustraídos en la estación del metro del Liceo y las Ramblas. Correctivos que lo llevaron a la trena sin preámbulos, retrasos, ni cancelaciones. Dejando a la familia su legado, que no era otro que el de seguir haciendo la calle, el timo, el robo y el escamoteo.

Tiempo el de su presidio en la penitenciaría que mantuvo a Trinibel en su salsa. Volviendo al arte y ensayo sin espectadores legales, pero sí, con aquellos anónimos tipejos del burdel que frecuentaban el poco salubre meretricio.

Madám Trinibel, conocida en el ambiente del lupanar, como la Adonis descalza, estaba empleada en el Chinchimén, un antro de la calle Unión, donde daba servicio completo a clientes selectos.

De los hijos que tenían en común aquella pareja compuesta por Trini y Jesús. Eran los tres últimos que nacieron. Los dos nacidos anteriores fueron fruto tan solo de Trinibel. 

Teresa, Fernando y Remedios estaban en la mayoría de edad, y ya pululaban en quehaceres semejantes o parecidos, a lo que habían mamado en la infancia.

Poco miedo, poco curro y mucha marcha.

La hija mayor, Teresa, frecuentaba una nueva modalidad de puteche. Dando servicio de mancebía a domicilio. Con lo que alimentaba mal y escasamente a su hijito Arsenio.

Un niño de tres años, que carecía de todas las culpas de sus antecesores. Chaval que se criaba solo sin instrucción, y apenas cariño. Estando cuidado mientras su mamá fornicaba. Al cargo de Mercedes, una prima hermana que le hacía labores de nurse. 

Fernando siguiendo las enseñanzas paternas, trajinaba como proxeneta con media docena de señoritas de alterne, y les hacía las veces de secretario, vigilante, y guardaespaldas. Sin llegar a desenvolverse como Jesús, su padre. Que con eso de la cárcel, no le había dado tiempo a enseñarle todo el tinglado.

Remedios no era del mismo palo que sus congéneres. No le gustaban los gatuperios, ni el sendero marginal que llevaba parte de su ralea. Estaba empleada en unos almacenes de mantas, colchas y ropa de cama que existía en la calle Junqueras, y se administraba como podía con el sueldo que obtenía a fin de mes. Además de atender, cuando le era posible y en cierta forma, de Arsenio. Su sobrino, que estaba casi dejado de la mano de Dios. 

Dolores y César, los hijos paridos por la Adonis descalza Trinibel, no la reconocían como madre. Cuando nacieron, estaba soltera y amancebada con un tal Enrique, padre de las criaturas. Que los trajeron al mundo para hacerlos sufrir.

Una vez fueron mayores, la historia siguió siendo penosa para ellos. No solían tener cercanía con la mamá. Apenas se veían y jamás coincidían, por existir aquel rencor que suelen dar los hijos abandonados. Que fruto de no tener el cariño de sus padres, pierden todo apego y llegan incluso al olvido.

Enrique, desapareció en un carguero que iba destino a Guinea, y ella, sin perder tiempo se enfrentó a su pírrica vida como pudo.

Sus dos hijos mayores jamás la consideraron madre, y soportaron con estoicidad su pasado. Trinibel jamás los echó en falta, siendo muy desconsiderada con aquellas criaturas que estaban pagando el reverso de un destino aciago. Sufriendo en sus carnes la falta de cariño y de cuidados. Consecuencias que los destruyeron psíquicamente durante toda su infancia.

Los había traído al mundo cuando aun era una mocita que apenas despuntaba y se habían criado fuera de su cuidado, con los abuelos maternos, que eran los que les habían dado instrucción y alimentos. Hasta que la muerte de los ancianos separó a los dos hermanos, que fueron adoptados cada uno con familias diferentes, tras haber soportado un hospicio durante tres años. 

Dolores era una muchacha enfermiza y desolada con grandes depresiones provocadas por las insuficiencias que tuvo en su crianza, las cuales la llevaron al punto de enajenarse y estar recluida en el manicomio de la Santa Cruz. Sin visos de mejora ni de reactivación vital. Con recaídas constantes que la dejaban fuera de una feliz vivencia.

Era visitada a menudo por su hermano César y la familia de este.

César se había empleado en la compañía de tranvías y conducía un trole de la línea del número veintinueve, que era el transporte de la circunvalación por toda la ciudad.

Estaba casado con Amparo, una mujer muy piadosa, que le atendía y respetaba como jamás lo había hecho nadie. La pareja eran padres de un par de niñas jovencitas.

Resurrección y Matilde. Sin embargo, el padre de estas niñas, a pesar de no ser mal tipo, jamás quiso mezclar a su nueva familia con la que decían era su madre.

  

 

Sin precisar en el tiempo, les pasaron a todos veinte años. Que si los vives con decencia, cuidado, y pocos excesos, y la salud te respeta, llegas a la edad, de la expresión usada … “Si no fuera… por… 

La Adonis descalza, se ha transformado en una vieja inmunda, que después de la muerte de Jesús, se enredó con un tal Paco, un abulense que le sacó todo lo que pudo y le dio una vida de perros. Devolviéndole así el destino parte de lo que había hecho sufrir a los que la rodeaban. 

En la actualidad está como moradora en la residencia los Tiernos Egoístas de la ciudad de Ávila. Su venerado y guapo Jesús, había muerto en la cárcel. Tras haber entrado y salido mas veces de lo que pudo imaginar. Una infección fecal, se lo llevó por delante. Siendo un vicioso personaje, abandonado por todos sus hijos. El Baldao, murió penando por tantas barbaridades cometidas, sin menoscabo, engañando al mundo entero hasta sus últimos días. Su hija Teresa murió una tarde de colmo y consumo de substancias. Al tirarse desde la azotea del hospital, donde trataban de paliar la cirrosis galopante que se apoderaba de ella. Sin tener contacto con su Arsenio, que la repudiaba y jamás llegaron a tratarse como madre e hijo. Aquel sufridor, trabajó como albañil en las obras, y se casó con Lucinda, una muchacha decente. Siendo padres de dos hijos muy queridos. Que a pesar de la educación correcta y medida que les dieron. Evitando se repitiera la tradición y llegaran a ser gente desordenada y ruin, cómo lo habían sido los abuelos. Pusieron medios.

Sin embargo aquella familia, estaba destinada al sufrimiento excesivo. Sus hijos no fueron tampoco comedidos, ni honrados. Volvieron a ser como sus parientes ancianos. Gente que vive fuera de la ley y del orden.

Arsenio y Lucinda, fueron castigados de nuevo con el tormento y acciones de sus descendientes. Con seguridad portaban los genes fermentados de la rayana estirpe. Dedicándose al galanteo, al cachondeo, y al desplume. 

Fernando el hijo de Trinibel y Jesús, está cumpliendo una condena de veinte años revisable, por haber apaleado a un viandante al que liquidaron de la somanta enorme que le dieron, tan solo para robarle doce euros y un teléfono.

Un sinvergüenza, el tal Fernando. Un desgraciado de tomo y lomo, que siempre anduvo huyendo de la ley y de las normas establecidas. Un forajido que vive preso por sus atrocidades y jamás dejará de ser carne de presidio inexcusable.

Remedios, se jubiló en la fábrica de mantas y jamás se casó. No confiaba en la gente, después de padecer lo impensable. Tiene contacto con su sobrino Arsenio y su familia, pero ninguno quiere recordar aquellos años, ni pensar en lo que tuvieron que soportar. 

Dolores se recuperó de sus depresiones y se marchó a Tegucigalpa, capital de Honduras como ayudante de enfermera con una Organización de Ayuda para los huérfanos de la guerrilla. Encontró la felicidad, dentro de un mundo de miserias y de pobreza, ayudando a los desvalidos. Se ve con su hermano César, de peras a uvas. Por Navidad. Cuando Dolores recala en España por motivos vacacionales.

César es abuelo de tres niñas. Se prejubiló, al aprovechar una oferta de la empresa de transportes y ha borrado definitivamente su historia pasada. Sin querer saber nada de su madre biológica, que desde la residencia de los Tiernos Egoístas, le manda recados quejándose de que tiene hijos que no la cuidan.

Repitiendo una frase que aprendió a destiempo, sin saber tampoco, lo que significa. “Cría cuervos que te sacarán….

A ella no le pueden sacar nada, ni tan siquiera el arrepentimiento.




Autor: Emilio Moreno
fecha: 24 de marzo 2025

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