Peter
Morgan, era aquel empleado que trabajaba en el turno partido de mañana y tarde,
en la oficina de la empresa alemana, Bitteres Fleisch Sibrabaw, dedicada a la fabricación de productos de limpieza y
lubricación. Gobernada por la dinámica señora Frau Hexelman que no tenía otra
labor que hacer que el negocio prosperara, gobernar y vigilar a todos sus
empleados, por si podía sacarles partido fuera de sus horas laborales sin coste
para su industria.
Morgan, se
dedicaba a sus labores sin entrar en ninguna de las disquisiciones y
conversaciones que se daban entre los compañeros. Observando que la Frau,
aprovechaba siempre las coyunturas en sacar beneficio para su negocio sin
importarles los sacrificios que hacía su personal empleado, mayormente venido
de países extranjeros.
Técnicos de
ventas, químicos, ingenieros, administrativos y obreros no cualificados estaban
dentro de las nóminas de la firma. Repartidos por toda Europa.
Teniendo
ubicada la sede central, fábrica y oficinas en la próspera Leverkusen.
Siendo a su
vez esta urbe una ciudad germana, emplazada en el estado de Renania,
que aglutinaba mucha de la industria del país.
El empleado
Morgan con estudios de psicoanalista, desempeñaba una función muy diferente a
lo que había estudiado en la Universidad, defendiendo su lugar de trabajo como
analista de sistemas y procesos. El que sopesaba con tristeza y asco, la
cantidad de veneno que se dispensaban los diferentes asalariados de la planta dónde
el propio Morgan tenía su perímetro asignado.
Por lo que
se mantenía alejado de toda relación, tanto ficticia, como íntima y confidencial.
Teniendo poco trato con los compañeros que le rodeaban y aquellos que no
colindaban con su ocupación. Sin querer pertenecer al grupo de esas influencias,
denominado como referencia y nombre dado a la sección, que estaba bautizada
como DISPROTEC. Siglas que daban título al Distrito de Procesos Tecnológicos.
Con lo cual, al empleado Peter, le daba tiempo de ir escuchando conversaciones,
secretos poco profundos y demás acciones infelices que compartían sin vigilancia
los que ocupaban aquella planta de control. Aprovechando sinergias que bien le
vendría como tesis para el Master que estaba cursando. Ya que con el tiempo, pretendía
dedicar su empeño como experto. En aquello en lo que había cursado en su
capacitación universitaria.
En el reservado
especial de la CEO, donde se acomodaba Frau Hexelman cuando aparecía por el
patio de operaciones, que era frecuente, observaba con ojos de espía a los
empleados. Situándose frente al discreto lugar de trabajo, que correspondía con
la magnífica Brenda Miller. Una rubia bastante brava que justo se había casado
hacía menos de medio año, y ya peligraba su matrimonio.
Gracias a
las influencias de la Frau, que le había echado los tejos al marido de la
Miller, y esta estaba escamada al ver la conducta de su jefa, y la desvergüenza
del marido. Al que esperaba cazar en algún momento prohibido, para solicitar de
inmediato su divorcio.
La Frau
Hexelman, con el descaro de una despechada trataba de vejar a su empleada de
forma descarada con locuciones dirigidas a su talle y al peso corporal de la
esposa de Friedrich. Por estar fuera del peso aconsejado. Sin tener en cuenta
calorías y posibles complicaciones con la tan manida enfermedad de La diabetes,
que sufría Brenda.
Dándose
además, esa circunstancia por ser una mujerona de Hamburgo, aficionada a la
bebida, que la gozaba con gran mesura.
Sumada al
atiborre de suculentos platos y canapés del famoso bocata de Frankfurt.
Basado en
sus salchichas autóctonas de carne, que era lo que hacía esbelta y poderosa a
la señora Brenda.
Una mujer
muy disoluta, sin el mínimo encogimiento. Alta y magna, con dos pechos no
excesivos. Con caderas poderosas y unas extremidades inferiores vistosas,
largas y robustas, que al ir demasiado descubiertas por las faldas con qué
vestía la hacían aún más atrayentes y tentadoras. Agregando azúcar al modo de
su vestimenta, al usar tan poca ropa en una superficie femenina tan amplia.
Gesticulante
y con arrumacos de piadosa y curtida amante, se dejaba mirar para su deleite
femenino. Con un descoco sensacional, para mostrar sus méritos físicos y para elaborar
en cuanto podía, consultas de calado sexual, a los caballeros que la solían.
Varones en
su mayoría salidos de madre, por los encantos frescos que mostraba de su cuerpo
colosal. Motivos exquisitos para ella. Ya que la ponían fuera de sí, al estar
dominada por su apetito sexual. Lo que vulgarmente ella denominaba, estar cachonda.
Antes de
emparentarse con Friedrich había conseguido llevar a la cama al investigador y
sindicalista de la empresa, para abandonarlo no mucho tiempo después por falta
de potencia intelectual y entrometimiento en detalles personales de la familia
de Brenda.
Todos ellos
descendientes de hebreos, que habían padecido los rigores de la última guerra.
Por esas circunstancias la oronda Brendita, que no bendita, estaba a punto de
poner a su pareja a buen recaudo, y a la tal Frau propinarle una paliza ejemplar.
Detalles que
se daban en aquella oficina. Que descubrían los entresijos de cada uno de los
que componían aquel equipo. Al significar cada uno de ellos manifestaciones personales
y de alcoba, que hacían unos y otras. Cuestiones que servían a menudo para
reprocharse y ofenderse, cuando alguno de ellos estaba ausente, y que el amigo
Peter Morgan, iba relacionando cual notario y suponiendo, como el mejor de los
analistas de cuchicheos.
Correspondencias
humanas que eran fáciles de imaginar. A la vez que entendía que aquellos
colegas no eran ni juiciosos, ni leales. Recordando que en el trabajo no se
pueden mezclar los asuntos de la molla con las cazuelas y las ollas.
En la misma
hilera de la zona de pupitres y en posición lateral a la izquierda, junto a la
ventana, acaparaba otra mesa ocupada por Nélida Country. Una celtíbera
irlandesa de padres franceses, que no temía enfrentarse dado el caso con nadie,
ni a nada. Finita de porte, de tez muy clara, y con una altura media. Melena
morena al aire con un desparpajo especial. La hacían singular, por ser una
empleada que no se detenía con los murmullos, ni le paraba cuenta a ninguna de
las chácharas que llegaban a sus oídos. Comprendiendo como buena estratega, que
allí se iba a formar una guerra, peor de la que tuvo que soportar en la sabana
africana.
Con lo que
gracias a su preparación y entrenamiento cosechado en las filas del ejército
inglés, donde llegó a ostentar el empleo de teniente. Estaba pendiente del
comienzo de las hostilidades.
Separada
dos veces, en un espacio de tiempo muy corto. A tenor de la edad y mocedad que poseía.
Joven para que se diera la experiencia descrita en su historial de profesión.
En su
primera relación, estuvo dos años, allanándose con el hijo de un jefe africano
de Gambia. Un guerrero de la tribu Mandinga en la ribera del rio
Koulountou. Situada en la costa Oeste de África.
La guapa
señora Country se prendó del guerrero llamado Azizi Kuzumba. Al salvarle éste
la vida, cuando peligraba su existencia.
Al ser
atacada por el gran reptil ectotermo. Un gigantesco cocodrilo hambriento,
mientras se calaba desnuda en la ribera del profundo río.
El muchacho
se enfrentó al reptil y salvó a la musa que mostraba sus genitales al sol. El
nativo, estaba bien dotado y la bañista como premio, le regaló sus caricias y
sexo, hasta que se prendaron ambos por los perfumes que destilaban, por el olor
y color corporal, por sus alientos diferentes y por las concesiones que Azizi,
le daba a la teniente de los comandos destacados en el continente dichoso.
El oriundo estaba
dotado de un cuerpo constituyente, lozano y robusto, muy apetecible para la
oficiala inglesa. Que la llevó en volandas y a la vez extasiada por los gozos
contraídos una vez despanzurrado el cocodrilo.
Llegando al
poblado donde nadie los esperaba y sin más exprimiendo al brutal combatiente durante
días, ejerciendo una pasión sin interrupciones.
Aún y
siendo el retozón de la cacería y los arpones venenosos, bastante más joven que
la oficiala. Ella accedió sin pensarlo en cohabitar con el cuerpo musculado de
piel oscura. Dejando de momento a un lado el rigor castrense de las milicias,
que la dieron por desaparecida en la ribera del Gambia, al encontrar sus
prendas íntimas abandonadas.
Permaneció
con Azizi en su choza. Con aquel asilvestrado macho, y su mujer, que enlazaron
un aquelarre en el núcleo del continente madre. Sin el más mínimo problema para
Kuzumba. Acariciaba a la europea mientras copulaba con Etiopy y después
magreaba a su cautiva, y montaba a la inglesa. Con la aprobación de ambas. Que se
lo repartían cual consolador estimulante. Hasta que el gran jefe Mandinga, seguramente
celoso, accedió al rito de cópula y fecundación, para con su hijo y la
visitante mujer blanca, enamorada de su legatario Azizi. Los emparentó según el
rito ancestral afro nativo.
La pareja
volvió a Mánchester, y tras dos años de convivencia convulsa, porque el cetrino
Azizi Kuzumba, no se ambientaba en aquella urbe, desapareció.
Una mañana
de febrero, faltó su presencia y aquella mujer, a la vuelta de su servicio en
el cuartel de zapadores, halló la vivienda deshecha y mugrienta. Sin aparecer los
escasos pertrechos del fornido mandinga. Jamás supo donde fue, dándose por
abandonada, hasta que reanudó su vida.
Renunció a
su carrera militar y dejando el ejército, la ciudad y las costumbres tribales
adquiridas de su pareja, quiso dar borrón y cuenta nueva a sus fechas.
Se afincó
en Múnich, y con su curriculum no le costó un ápice encontrar ocupación.
Dominio de tres idiomas. Militar condecorada, escogió labor tranquila en la compañía
alemana y se trasladó a vivir a Leverkusen, donde comenzó su tarea como
especialista en seguridad y custodia, tutelada bajo la mirada de la Frau Hexelman.
La amorosa
y erótica Nélida, pronto encontró cama donde refugiarse en las noches frías germánicas
y tropezó con Jürgen Otto, al que también supo deslumbrar y seducirlo para que
la llevara primero a su lecho y después a compartir su casa.
Jürgen era
demasiado aficionado al Jägermeister y la cerveza autóctona. Sin dar la talla
en el catre, por tanto alcohol como le circulaba en las venas. Causa vital para
desestimarlo. Pasados los seis primeros meses de estar en pareja y harta de
soportar borracheras y desaires, tuvo amoríos con el hermano del bueno de
Jürgen Otto, Un tipo que todos creían era decente al ser el presbítero de la
comunidad.
Adolf
estaba dedicado al dios evangelista y en ratos libres, confesaba y perdonaba a
la ex militar. Alcanzando sus contriciones a ser tan reales y físicas, que ambos
las compartían desnudos y enloquecidos encima de un colchón de reposo que
existía en la sacristía.
Una
confidencia que le llegó a Nicole, esposa del clérigo fue el detonante para que
la ninfómana de la señora Country, emigrara del lugar donde residía.
En uno de
los pubs de alterne de la citizen de acogida, conoció a Oscar Zoco Klein, el
torpedo de Nuremberg. Boxeador de medio pelo, que las noches que no se
entrenaba con sus puños con Nélida, intentaba pegarle cual saco de arena.
Sin éxito.
Ya que la experimentada y estratega teniente, pronto lo dejó cao, de un par de ganchos
a la barbilla. Propinándole una especie de achaque articular especial, que lo
dejó inmovilizado e incompetente. Además de mudo para siempre. Hasta que la ex
teniente decidió ponerle una trampa y el peso pesado del púgil cayó en ella,
rompiéndose la espalda y quedando quebrado de por vida. Lo abandonó en cuanto
se rehízo, que no fue tarde.
CONTINUARÁ
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