En el
epicentro de la sala de cálculos de la empresa Bitteres Fleisch, se acomodaba el jefecin de
sección, que ocupaba despacho frente a los gestores a sueldo. Aquel responsable
era un tipo inepto y muy holgazán, engreído y desustanciado.
Sobrino del
Subdirector del Partido CDU, que lo habían enchufado, siendo colocado por
recomendación política, con escasa valía. Solucionando poco los asuntos corporativos,
ya que el incapaz de Herr Cruasse, era un desencanto. Cobarde, miedoso y
chivato.
Tres
virtudes que sobresalían de entre su incapacidad. Que sus inmediatos conocían,
por motivos obvios. Al soportarlo en escenarios nada dignos. Además de la
inmoralidad de su conducta, por insolvencia técnica.
Creyendo
ser un adonis, del cual todas las vasallas de la agencia bebían los vientos por
Dogerthy Cruasse. Aquel que al alterarse tartamudeaba, quedándose obstruido por
menos de un céfiro.
Un indudable
fan de la magnífica Frau Hexelman. La diréktor. La Froilán que cuando aparecía
por la sala de procesos, se desvivía por su sombra. Incluso, el muy patán había
cambiado de marca de perfume. Cuando supo que la Frau, le encaprichaba la
colonia de bebés recién nacidos. Por ello, substituyó su loción por la de
neonatos. Intentando dejarla prendada, con aquellos aromas expelidos.
Un sumiso infeliz que accedía a todos los consejos que su jefa la froilander le dictaba y sin más preámbulos, se le cuadraba y reclinaba, como acto de obediencia.
Aquella
directora, no podía tragar aquel responsable del negociado, por muchos motivos
entre los cuales, era notorio su poco apresto y por su temor ante los dilemas
del oficio. Además de conocer la tendencia de Dogerthy. Por estar deslumbrado
por la mujer de la limpieza del departamento. Que de vez en cuando la trajinaba
en las dependencias del lugar de trabajo. Burlando a las cámaras de seguridad. Sin
conocer que la teniente Nélida Country, los había grabado en varias
ocasiones, mientras desnudos yacían fornicando apostados entre los productos de
fabricación.
Todas las
tardes aparecía la limpiadora, por su mesa y lo miraba con ojillos de querer
llevarlo al huerto. Pretendiendo recoger los pepinos sembrados en el jardín y
que emergían erectos como palos, en el vergel trasero de las oficinas.
La junta de responsables aún y conociendo los detalles ocurridos entre Dogerthy y la “vermissen”. No se atrevían a despacharlo y ponerlo en la acera del polígono, ya que tenía una recomendación de altura, y podían perder los aranceles con que el partido beneficiaba a la empresa Bitteres Fleisch Sibrabaw.
Aquella
Frau, estaba fuera de sí, al conocer por boca de la exteniente, los meneos del
fulanito. Sin poder tomar medidas a
pesar de que todo lo verificaba. Con ayuda de sus ojos y de las cámaras, que
destacaban los meneos de todos los que ocupaban el perímetro de trabajo.
Habían sabido burlar la seguridad. Por ello estaba iracunda buscando un motivo para despedir al encargado, y buscando la excusa le preguntó a Dogerthy Cruasse, de pronto.
— ¿Qué clase de colonia se pone usted, que huele a
dodotys. El asustado jefecillo sin más y creyendo que le agradaría subtituló la
respuesta de un modo caótico.
— Sabiendo que a usted le gusta la colonia de bebés, me he
permitido el detalle de rociarme todas las mañanas para agradar.
— Usted es un necio. Quizás un tontolo o un caradura. Eso me parece usted Dogerthy. Un hipócrita descentrado. Igual estoy equivocada, pero así lo intuyo. Asestó la Frau Hexelman, esperando respuesta.
—No sé a qué obedece esa pregunta, soy un fiel servidor de la firma y siempre actúo con la solvencia que se me exige.
—Mire usted. Herr Cruasse, ¡no lo parece!
El caballero muy servicial supo sobreponerse y preguntar a la CEO.
—Cómo puede expresar semejante afirmación, Frau Hexelman, soy todo servicio para la empresa y hago mi trabajo de forma intachable. Aquella mujer casi fuera de su propio quicio le comunicó.
—Le cuento. Porque parece que sea un descerebrado. Hemos despedido a Jennifer Platt, la muchacha de limpieza, la que nos ha confesado que usted, le atosiga, y la violenta llevándola al almacén de semielaborados, le baja las prendas interiores y se la trajina.
—Eso es
imposible que Jenni se lo haya dicho. La llevo al almacén para recontar los químicos
para la limpieza. Estoy en que se gasta demasiada lejía. Además el que estemos
enamorados no quita para nada nuestro servicio. En uno de los recuentos, juró
que ahorraría todo lo que pudiera, simplemente por agradarme, al estar encariñada
de mí, y que sería siempre fiel a mi persona.
La carcajada de la germana llegó a inquietar a los que trabajaban en la sala, y de pronto le comunicó.
—Yo de
usted, pediría la cuenta y me abriría, antes que le mostremos la grabación que
ha hecho el servicio de la seguridad, de ustedes. En posiciones nada
corporativas y mostrando sus inquietudes en imágenes de colores.
Jenni la despedida, nos ha confesado—continuó balbuceando, aquella carabina femenina.
— Que un
día usted la mandó llamar en horas de trabajo. Ella sin menoscabo, se acercó y
se le insinuó de forma sensual, sin que usted detuviera aquel impulso
premeditado de la descarada, y usted le puso sin más sus grandes manos en el
rostro. Creyendo la empleada iba a quitarle una mota de carmín, que mal relucía
en su barbilla.
Al acercarse,
se besaron como iracundos sin que la señorita pusiese oposición, ante el
soberano pico que le propinó delante de todos los compañeros de la sala de cálculos.
Se detuvo y tragó la agria saliva que se acumulaba en su garganta, para acabar diciéndole.
—Usted se la
llevó. Mejor dicho. La arrastró al almacén. Dónde la desnudó y con la
complacencia de la limpiadora, copularon hasta la extenuación.
Volvió a frenarse en su cólera aquella berlinesa aguerrida para decirle sin compasión.
— Dogerthy Cruasse, me da usted una especie de asco profundo, que no puedo pasar por alto y aunque tenga la protección política del partido, en mi departamento no le quiero ni un minuto más.
Morgan, se empachaba
de todas aquellas ridículas manifestaciones. Interrumpía su cometido y sus
labores para no perder el hilo de todo lo que se cocía en aquel departamento de
análisis y sistemas.
Observando
que la Frau Hexelman, aprovechaba coyunturas y extraía su beneficio. Sin menoscabo
de lo inmediato. Así tapaba la historia que tenía con el esposo de una de las
empleadas en aquella empresa. Decidiendo que sus pensamientos no eran
diferentes a lo que suele pasar, en ambientes donde no se suelen cumplir las
normas establecidas, y abundan los enchufes, los chivatos, los rastreros y los
que no llegan a ser del todo profesionales.
En dos
semanas, Frau Hexelman se despedía de su trabajo, y de sus compañeros, había
sido despedida repentinamente, con excusas harto inexplicables. Sin saber de
dónde llegaba la orden, aunque se lo imaginara.
El
jefecillo Dogerthy Cruasse, fue trasladado de departamento, con un cargo y un
sueldo superior. Ostentando el lugar del Departamento de Servicios Sociales.
A veces,
triunfa lo inaudito. ¡Casi siempre!
marzo de 2025
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