Aquella mañana del día 8 de diciembre, iba aquel joven, dirección del
Valle de Hebrón, hospital de la ciudad de Barcelona, con una prisa extrema. En aquel
Seat 600, iban montados abuelos, la parturienta, y el papá de aquel acontecimiento
que se aproximaba, con una premura inigualable. Que si Dios lo permitía, iba a
dar a luz aquella joven mamá, a una niña preciosa, que nació en cuanto tocó las
puertas de urgencias de aquel centro hospitalario.
aquel ocho de diciembre
Entre prisas y alegrías,
miedo y falta de costumbre.
Repleto de simpatías,
que me arrancó pesadumbre
cuando la pude anidar.
Entre mis brazos, fue la cumbre.
Irrepetible momento, por
la fecha y el efecto. Que siente un bisoño padre, notando en todas sus partes,
el regalo en su regazo. El gemir de su linaje, de una niña, que es su prenda, que
gime, suspira y quiere que la abraces para siempre.
aquel momento impensado,
repleto de algarabías,
y el efecto en certidumbre,
de abastecer garantías.
Desterrar todo derrumbe
por siempre, en la vida mía.
Siendo ya, lo que me incumbe.
Por muchos años que
pasen, por muchas penas que albergue, por cualquier imponderable. Cuando llega
este día. Fecha clara de diciembre.
Día de la Purísima.
La recuerdo en su
llegada. Chiquitita y muy bonita, y la alegría que trajo, nos la dejó en plus
valía. Han pasado varios lustros. La presiento cada rato, y aunque el tiempo a
mí, me arrugue, la veo llena de vida, y repartiendo su dicha. La sigo queriendo,
porque siempre fue mi Niña.
Los momentos destacados,
Que han sido para gozar
Por lo que, me ha regalado.
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