domingo, 22 de diciembre de 2024

La tonadilla del sorteo.

 


Feliz Navidad 2024 y Buen año de 2025












Escucho el canto. "Mil euros"

Se repite sin cesar,

asociado a una cifra 

que creo, que he de llevar.

 

Es el canto de la suerte

que llega por Navidad,

con el llamar de los euros

la flauta no sonará.

 

Mil euros. Dice el que canta, 

otro niño sopla y cifra.

Dejando aquella bolita

en un alambre que dista.

 

La niña canta un guarismo,

y su amigo se repite. 

Le bufa lo de “mil euros”

y no me toca un penique.

 

“Mil euros”. Vuelve y se chiva.

Yo, pienso que tocará,

la ilusión jamás la pierdo

y aún menos en Navidad.

 

De momento no coinciden

mis décimos y el azar.

Esa canción de “mil euros”

No deja de resonar.

 

En aquel bombo pasea

toda participación,

que es mi número comprado.

Para el sorteo en cuestión

 

Ha de ser ilusionante

ver mi boleto llegar.

Escucharlo bien cantado,

como premio en verdad.

 

El gordo no es otra cosa,

que el galardón principal,

el que arreglaría sin duda

sintiéndome excepcional.

 

Por eso amigo, ¡Deseo!

seas lo más de lo más,

y sabiendo que no toca

me tengo que conformar.

 

Los sorteos son ajenos,

sin coincidir ni albergar.

Muchas veces no son plenos

y llegan a perturbar

 

Te envío todo mi premio,

pero lleno de verdad,

dejando aparte “mil euros”

porque no sería amistad.

 

“Mil euros” yo nunca envío.

¡Necesitaría sinfín!

Por eso yo lo desvío,

y abrazos mando cien mil.

 

Que no es poca cosa, amigo,

te lo brindo en cantidad,

porque el afecto y tu abrigo

para mi es necesidad. 

 

 

 

 


martes, 17 de diciembre de 2024

Zambomba y villancicos.









Escuchando en tono bajo

me evoca la Navidad

que con tanto desparpajo

Alguien no tiene piedad,

y eso; no es lo que queremos.

Pretendemos la verdad.

 

El nacimiento y el niño,

el aliento de la vaca,

el rebuzno del borrico,

el frío y un poco más.

Santo José y la María,

a los pies del pedestal.

 

Celebraciones ajenas

de costumbres ancestrales,

suple ornatos con faenas

trayendo barbas rubiales.

Con su trineo rumbón

y borrando los anales,

consiguen, casi olvidarnos

del villancico y turrón.

 

Detrás del regalo vuelo.

envolviéndolo en tisú.

Con ese royo y desvelo

por saber cómo estás tú.

Ya no pido crece pelo

quiero colonia de Azul.

 

No apreciamos con la prisa,

lo que se escapa en mi tiempo,

nos llaman. Nos felicitan,

y aunque espabile no llego,

a recoger tu sonrisa

que se pierde, y hasta luego.

Y los demás no me excitan,

por eso vivo en recelo.

 

Alguno evade en decir

Buenas fiestas. Feliz año.

Siempre los hay resabiados,

con todos, no ligas bien.

Siempre se creen agraciados,

pues con ellos pan y amén,

estamos ya acostumbrados,

preguntando quién es quién.

Cuando ya estamos mezclados.

en el jardín del edén.

 

Muchos quieren agradar,

es meramente imposible

llegando la navidad

todo parece increíble.

Durante el año te olvidan,

no se acuerdan de tus huesos

y cuando diciembre arriba,

todos te engañan con besos.

 

Encuentro amigos dichosos

por este tiempo que llega.

Otros, son poco amistosos,

y a todo le ponen pega.

Son muy poco afortunados

porque ahora es cuando aciertas.

Si recibes un abrazo,

o eres tú, quien privilegia.

 

Los detalles, sí que importan.

Cuando se otorgan con gozo,

siempre hay alguien que lo imposta

aunque esté seco su pozo,

y no se atreve a llenarlo

porque le falta ese trozo.

Olvida que igual si quiere

saldrá de su calabozo.

 

De la familia ni pío,

porque el piar es de aves.

Mejor guardo mi silbido

al advertirme que calle,

que igual el tono y sonido

pueda no ser aceptable,

y se discuta en la mesa

pormenor inexcusable.

 

Si propugno mi verdad

y escucho voces extrañas,

hay quien ve la Navidad,

Como una fiesta pagana.

Transformada en artimañas

del todo muy comercial,

con luces que la engalanan,

rozando toda ansiedad,

simulando Fe Cristiana.

 

Te mando con libertad,

mi recuerdo y mi deseo

suspirando de verdad,

lo pases con embeleso.

Disfrutes como el que más

del cava turrón y queso,

sin olvidar el champán

ni el chupito en vaso grueso,

por tu garganta regar.

 

Desde aquí mi abrazo fuerte,

y llegue felicidad,

en tu entorno y con los tuyos,

dicha y amor sin enredos,

durante el año que llega,

Sin darnos, ni el presupuesto.

 

 


 

 

 

 

 

 

 

 

 

  



viernes, 13 de diciembre de 2024

Quien lo sabe.

 



Ana preguntó; un día a su abuelo, que era lo que le gustaba más, y cómo le agradaría encontrarse cuando fuera más viejito.

—Yayo a ti que es lo que más te gusta. El abuelo respondió muy sin pensar, pero convencido que su respuesta era cierta.

— A mí lo que más me gusta es ver cómo creces feliz, y con salud. Con mucha alegría y con muchas preguntas. La niña lo escuchaba mientras hablaba, y en una de las pausas lo miró con cariño. Comprendiendo sin demora, y tan sencillo como fácil, el mensaje que quería hacerle llegar enseguida el anciano.

Muy alejado de dar finiquito a la charla, continuó respondiendo a la segunda cuestión qué había planteado su nieta y así contestó su pregunta.

— Te diré la verdad de lo que ahora siento. Cuando sea más anciano querría encontrarme libre de preocupaciones. No tener padecimientos y casi no enterarme de las malas noticias. A veces quien no conoce no padece. Quien no pregunta a sabiendas de la respuesta, evita réplicas comprometidas y complicaciones inmediatas. 

La niña volvió a concentrarse en sus juegos, y el señor Anselmo su abuelo, quedó pensando en quien lo sabe. Lo que sobrevendría en el futuro.

Pasaron quince años de aquella conversación mantenida, de Anna y Anselmo. Se contaban con los dedos de una mano, la cantidad de años que la nieta ya ni tan siquiera iba a ver a su yayo. Poco se preocupaba por ellos. Decir poco era algo más que nada.

La chiquilla ya estaba hecha una moza. Era locuaz y muy alegre. Además de guapa, una señorita de éxito. Sus estudios viento en popa, casi acabados y a punto de licenciarse. Muy puesta en su mundo con tiempo para casi nada y menos para recordar a sus abuelos, que en silencio disfrutaban de la alegría y éxitos de Anna.

 

Paseando por el paseo de la alameda baja, la que circunda a lo largo del río. Un colega de Anselmo, le preguntó muy penoso, en el transcurso de una profunda conversación que mantenían los dos viejitos.

— ¿Notas la ausencia de tu nieta?  …Contesta con la verdad. — le interrogó Sancho.

—Porque yo también, noto el abandono de visitas de mis dos nietos, que apenas se acuerdan de nosotros.

— Pues claro que se notan esas cosas, respondió el abuelo Anselmo. Porqué me lo preguntas, es que sabes algo que yo desconozca.

— No; para nada. Es que siempre te veo muy sosegado. Jamás te quejas. No me irás a decir que tu nieta os visita a menudo porque nosotros estamos desesperados. Pocas veces tiene un momento para visitarnos. Reconoció sin titubeos

El abuelito de la joven Anna con una sonrisa le dijo a su colega.

— Sancho, ya no recuerdas cuando estabas en la pubertad. O sea; desde los doce hasta los quince abriles. Entonces, si lo piensas verás que también habías despintado a tus abuelos. ¿No lo recuerdas? — siguió charlando.

— Claro que lo recuerdas. — repitió Anselmo a Sancho y sin detenerse prosiguió con su cháchara disfrutando.

— Es sin dudar más fácil, no pensarlo. Nosotros hicimos lo mismo, cabila un poco y lo recordarás, por ello, — siguió diciendo.

— Yo la disfruté en su infancia cuando tuve la oportunidad de darle todos los caprichos y detalles que podía. Me la comía besos, a veces muy a desgana de ella.

Sabía que llegaría este momento. Es ley de vida, y son circunstancias, que nos han pasado a todos. Y mucho más; a los abuelos que vegetamos aburridos. Sin dejar el uso de la palabra continuó aportando.

— Sin embargo, me siento muy feliz con el comportamiento de mi nieta. Que es mi niña, mi cielo y además le perdono cuantas veces no me recuerde.

Ahora comprendo, que mis abuelos, los bisabuelos de Anna, también sentirían condena, al ver que a mi me interesaban las cosas que estaban lejos de ellos, y les recordaba poco.

Se detuvo a pensar, en respuesta a Sancho manifestando finalmente.

— Lo que sí tengo muy claro…. Es… Cuando ella, Anna, esté en mi edad, y tenga resuelta su vida. Nos volverá a inmortalizar a todos. Al estar en las mismas tesituras, que soportamos ahora. Entonces nosotros, volveremos a rebufar desde donde estemos. Notando que no estamos muertos. Porque alguien, aunque sea de pasada, se acuerda de nosotros.



Autor: E. Moreno

13 de diciembre de 2024.

 


jueves, 12 de diciembre de 2024

Otro día, como aquel

 



La noche anterior le dijo a su esposa — Mañana comienzo las fiestas. Me deben unos días en la oficina y espero disfrutarlos, hasta que alumbres. — y se fueron a dormir, sin pensar que podría adelantarse aquel comienzo esperado. La noche procesaba un espíritu de impaciencia, hasta que sobre las cinco y media de la madrugada, la mamá rompió aguas.



 
Hoy es 12 de diciembre,


La virgen de Guadalupe,


La protectora de siempre,


Y como norma, yo supe.


La guadalupana, siembre.


— No te asustes, pero creo que es la hora. Musitó la muchacha.

— Quieres decir. No nos aceleremos. Dijo el papá, sabiendo de sobras, que había llegado el instante.

 He roto aguas y viene de camino el niño. Comentó la mujer, entusiasmada de alegría.


Y ya lo creo. ¡Es la hora!

Que viene alegre y deprisa,

No se detiene, ni avisa,

Quiere conocernos ahora. 

 

Pronto saltó de la cama, aquel papá, que nervioso debía alistar algún detalle pendiente, antes de presentarse con urgencia al Hospital Comarcal, con la futura mamá.

Albergando la ilusión de volver a ser padre, y pidiendo al cielo, que todo viniera bien, con salud y alegría.

 

Vamos sin perder el tiempo,

viene tranquilo y feliz

No quiero, sea un desliz,

Y lleguemos a destiempo.

 
Que el muchacho no demora.

Su llegada no retrasa,

Y viene a mirar que pasa.

Bajo el brazo, pan y aurora.
 

 

 

Como imaginaron, no se aplazó, los lloros se oyeron raudos.

Con una fuerza de espanto, diciendo, ¡Aquí estoy!, ¡Buenos días!

Preparen la vida mía, que llego para quedarme.

Hacer feliz a mi padre, y darle dicha a mamá.

 

 


 Celebra cuarenta y cinco,

Activos y aprovechados.

Lo demuestra con ahínco,

Y ninguno desechado,

Con su gracia y su rebrinco.

Nos asume embelesados.




 

A veces hasta regaña.

En pro de ese, preservar.

Que no ocurra imponderables.

 

Que mantengamos el peso.

Sin pasarnos en los dulces,

Qué eso engorda. ¡No te pases!

 

Y aunque lleve la razón,

nos gusta que nos reproche.

Incluso llegue a mandar.

Recordando aquella noche.

Cercana a la navidad,

Que acompañó con su broche.

 

Han pasado cuatro decenas y un lustro,

desde aquella alborada. Que Dios te guarde.

El cielo te alumbre cada madrugada.

Y al llegar la noche, seas la pomada,

la alegría, la razón y el contento de la casa.


¡Felicidades!





domingo, 8 de diciembre de 2024

En un día, como es, hoy

 










Aquella mañana del día 8 de diciembre, iba aquel joven, dirección del Valle de Hebrón, hospital de la ciudad de Barcelona, con una prisa extrema. En aquel Seat 600, iban montados abuelos, la parturienta, y el papá de aquel acontecimiento que se aproximaba, con una premura inigualable. Que si Dios lo permitía, iba a dar a luz aquella joven mamá, a una niña preciosa, que nació en cuanto tocó las puertas de urgencias de aquel centro hospitalario.

Imposible de olvidar
aquel ocho de diciembre
Entre prisas y alegrías,
miedo y falta de costumbre.
Repleto de simpatías,
que me arrancó pesadumbre
cuando la pude anidar.
Entre mis brazos, fue la cumbre.

 

Irrepetible momento, por la fecha y el efecto. Que siente un bisoño padre, notando en todas sus partes, el regalo en su regazo. El gemir de su linaje, de una niña, que es su prenda, que gime, suspira y quiere que la abraces para siempre.

 

Imposible de olvidar
aquel momento impensado,
repleto de algarabías,
y el efecto en certidumbre,
de abastecer garantías.
Desterrar todo derrumbe
por siempre, en la vida mía.
Siendo ya, lo que me incumbe.

 

Por muchos años que pasen, por muchas penas que albergue, por cualquier imponderable. Cuando llega este día. Fecha clara de diciembre.

Día de la Purísima.

La recuerdo en su llegada. Chiquitita y muy bonita, y la alegría que trajo, nos la dejó en plus valía. Han pasado varios lustros. La presiento cada rato, y aunque el tiempo a mí, me arrugue, la veo llena de vida, y repartiendo su dicha. La sigo queriendo, porque siempre fue mi Niña.

 
Imposible de olvidar
Los momentos destacados,
Que han sido para gozar
Por lo que, me ha regalado.




Autor: Emilio Moreno
Diciembre, día 8 de 2024