Estrujaba el calor en
aquella urbe, donde jamás habían sufrido los arduos y falaces rigores de las destemplanzas
atmosféricas. Extraordinarias por lo crudas e inclementes que se manifestaban
en el ambiente y acopiadas por el termómetro.
Asombrosas por desconocidas
en aquel tiempo, y nada corrientes.
Es verdad, que durante el
día el sol oprimía con desaliento y crueldad. Dejando tomar color a los
bañistas, permitiendo disfrutaran de una naturaleza con un comportamiento
antinatural. En el río de la localidad, se disfrutaba con denuedo, porque el
agua que arribaba de las montañas, carecía del fresco de otras épocas y
beneficiaba a los que se amorataban por el frío de la corriente.
Ni una gota de agua de
lluvia, se preveía en las próximas semanas. Declarándose un verano peligroso,
para personas delicadas, ancianos y niños, por aquel ruido y las repercusiones que
dan los golpes de calor.
Los viejos del lugar no
veían una normalidad en aquella temperatura nocturna. La que no bajaba de los
treinta grados y no dejaba dormir a los vecinos y peregrinos. Ninguno de los
veteranos recordaba haber sufrido aquellas fiebres, propias de los climas
cercanos al ecuador, por sus noches tórridas.
El olor que destrababa la
tierra era intenso y extraño. En el cielo las nubes eran rojiblancas del todo
cristalinas, y apenas se descubrían en el firmamento. Como previendo y vaticinando
lo que estaba a punto de suceder.
No se habían dado alertas
del génesis inmediato de la situación, y los canales de la asociación nacional atmosférica,
no brindaban sospecha de alerta alguna. Los
partes del tiempo brindados por todas las cadenas de televisión, exponían en sus
mapas, que lo que aún quedaba de canícula, iba a ser intenso en cuanto a la
fuerte presión atmosférica prevista por estar el ambiente escaso de rocío y sin
temporales previstos.
Aquella mañana César y
Mabel, salían de la parcela del camping, zona reservada para turistas y
caravanas, donde tenían estacionado su vehículo y esparcidos sus enseres. Lugar
donde jugaban y disfrutaban en aquel estío con sus dos hijos pequeños.
Al entrar en el casino de
la localidad, Monclús un vecino del lugar se acercó a ellos,
viendo aquella felicidad, y verlos tan unidos y alegres. Abordando con mucha
educación a César para decirles que volvieran a la recepción del camping y le
dijeran a Blasa, la encargada, que interrumpían su estancia. Pagaran la cuenta
y se marcharan antes que cayeran las torrenciales lluvias que se avecinaban.
César se quedó petrificado,
pero algún imponderable descubierto en el abuelo que le daba el mensaje, le hizo
estremecer y hacerle caso. Después de aquel desayuno, Mabel y el esposo pactaron
de mutuo acuerdo, que se marchaban de la villa. Sin tan siquiera esperar al
almuerzo de la tarde.
Sus amigos Joel y Macarena,
no quisieron saber nada de las habladurías del viejo Monclús, y se rieron del
miedo que mostraban sus colegas y amigos. Ellos y sus niños, iban a estar
mientras pudieran alrededor de su caravana, que la tenían instalada justo en la
ribera del río. Aprovechando al máximo lo que la vida les había regalado.
Cuando salieron del Casino,
el cielo comenzaba a tornarse grisáceo refulgente, y sin ruidos ni estridencias
los rayos y relámpagos quedaban confundidos por el color raro de las nubes. Dejando
por los tonos del estruendo de aquellos sonidos tormentosos, que se preparaba
una verbena escandalosa. Ese detalle fue el que los llevó a la urgencia en
despedirse de aquel acampado.
Cuando arrancaron su autocaravana
los goterones de lluvia eran auténticos, y el agua ya se desplomaba con
turbación sobre las calles empedradas de la pequeña localidad.
Aquel verano había sido de
mucho turista en el camping la “Futuda”, un amplio acampado que
estaba muy cerca del rio. La gente se amontonaba en sus instalaciones, y se
bañaban con agrado en las cristalinas aguas, debido a las altas temperaturas.
A las cuatro de la tarde,
cuando la familia de Mabel y César, estaban bordeando su región, la de su padrón
y residencia habitual. Escucharon por la radio de su vehículo, la tragedia
cernida donde habían anidado en la última semana.
Desventura mayúscula,
sucedida con víctimas mortales, donde los bomberos y la Guardia Civil, estaban solicitando
ayuda a los voluntarios que se quisieran sumar, para mirar de paliar con
urgencia semejante desamparo. Interviniendo incluso con el operativo de otras
regiones que se prestaron en labores de rescate por la riada sucedida en las
dos últimas horas.
Tragedia inesperada en el
núcleo de veraneo de acampada. Acontecida exactamente, donde ellos habían
estado alojados. Hasta que el señor Monclús, les avisó que huyeran del lugar.
El Camping de la Futuda, se
había convertido en un cementerio. Las caravanas y tiendas de los veraneantes se
las había llevado el río y se daban cifras muy altas de desaparecidos. Los que habían
sido arrastrados por la fuerza de las aguas y en principio estaban sepultados
por el barro, el lodo y todo lo que había traído el río desde las cumbres de
los montes.
Cuando llegó la noche, aquella
familia horrorizada, veía las noticias. Descubrió por el parte explícito que
dieron las autoridades locales, sobre los damnificados, que sus amigos Jael y
Macarena, estaban en la morgue sin vida. Al haber sido arrastrados por el
barro, la fuerza del agua y las inclemencias de la borrasca.
De sus dos hijos, no se
tenían noticias.
Autor: Emilio Moreno
31 de agosto de 2024.
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