Te llamas Juana. O quizás te llamen Juan.
Es igual. Para el caso es lo mismo.
Quiero referirme a los que celebran su onomástica en San Juan.
En la noche más ruidosa y abrumadora del año, en la del petardo,
el riesgo y el fuego. La de la coca de chicharrones o de la crema dulzona y por
supuesto del cava.
Nocturnidad para quemar todo lo malo que nos ocurre y bendecir las
ilusiones. Glorificar los deseos, y el inicio del verano.
¡Vaya por delante mi felicitación en fecha tan señalada a todos
vosotros!
Para mis amigos, conocidos, familiares, compañeros. Para todos
¡Felicidades!
No voy ahora a hacer distinciones, ni discriminar a nadie. ¡Levanto
mi copa por ustedes!
No puedo olvidar en ningún caso, aquellos amigos, y algunos familiares que ya no están con nosotros. Recordarles y mirar al cielo para brindar con mucho respeto, cariño y el recuerdo que llevaré de ellos toda la vida.
Sin embargo, los que estáis vivitos y coleando, podréis apreciar
de una forma sublime en la forma que os agradezco la amistad y el respeto.
Estoy seguro que muchos de vosotros ni siquiera sabréis que os
mando este piropo. Porque no leéis nada de nada y si lo hacéis es de pasada. Desde
las plataformas de redes, y sin complicaros en gastar más allá de cinco líneas.
No obstante, igual alguien que esté cerca de vosotros os hace llegar mi mensaje
y os enteráis de mis deseos.
El primer recuerdo que tuve con un Juan, fue precisamente poco
antes de una verbena, y en una edad muy temprana, donde nada sentaba mal y
podíamos con todo. Habíamos quedado en ir aquella noche de alegría a bailar al
Ateneo, y pasar allí con el resto de colegas, la noche de hogueras, de cubatas
y de bailes.
La debes recordar, porque fue la noche en que tú conociste a
Manuela, que al cabo te supo llevar a la capilla, acompañado de amigos, colegas
y familia y hacer que le pusieras un anillo en uno de los dedos de su mano. El
que te ataría a la sensatez.
En el tiempo que podía saber de ellas, en buena tinta. Todo
estaba prohibido y con la única que tuve relación y me dedicó su agrado fue con
Juanita Banana.
Una canción de los años setenta que bailé hasta aburrir y que
fue la delicia de tantas tardes de cachondeo. ¡Pues también felicidades!
Rememorar a Doña Juana, mi profesora de literatura, que entonces
la veía tan guapa y tan lista. Aquella que me suspendió un curso la asignatura
de gramática y de latín y me las aplazó para el examen de septiembre.
Forjándome a clavar los codos todo un verano, con la morfología
de palabras y las declinaciones. Que después fue un placer y un gusto haber
sido alumno suyo.
La puñetera pandemia del no menos criminal Covid-19, se lo llevó
una tarde de forma inesperada para todos.
Te expreso lo mismo y lo sabes. Quiero que recojas mi amistad,
la exacta que guardo yo de ti. Sabiendo que por tu carácter, fondo y gracia te
has ligado o convencido al que mande en ese sitio donde creo estás.
Por cierto, disfrutando de lo lindo ya que ni llamas ni vuelves.
Sin olvidarme de los llamados “Juan” que aún me acompañan y suelen disfrutar conmigo de lo que nos gusta. Por citar alguno de estos truhanes, nombrar a Juan Carlos el banquero, con el que disfrutamos una temporada en Ibiza.
El bailarín Juan Hidalgo, que por mucho que intentó enseñarme a
bailar en línea, no consiguió que olvidara el gusto por bailar “pegados” en
nuestras galas. Y el distinguido Juan José Pérez, aquel que deja a menudo
detalles, filiaciones, descripciones y pormenores que tanto valoro.
El mismo que año por año refiero. El que dejó en este auditorio
aquella cita tan antigua y trasnochada y sin embargo que no olvido.
Un abrazo para todos y ojalá os pueda felicitar el año próximo.
Lo que
siento, ...lo escribo: Felicitaciones en San Juan (emiliomorenod.blogspot.com)
El gusto es mío, por ello te escribo.
E.Moreno
lunes 24 de junio de 2024
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