No podría olvidarme de ti amigo Juan. Sabes a lo que me refiero; sin más indicaciones. Tantas y tantas salidas, encuentros y comentarios, sin olvidarnos de las risas y del afecto. ¡ Ah..., que no sabes ! Tendrás valor de no recordarlo. ¡No me lo puedo creer!
¡Claro que es a tí! ...Eres el Juan que más contacto tiene conmigo, el que me llama y se preocupa en todo momento, el que me encuentra porque me aprecia. Aquel que de vez en cuando me hace la "prueba del algodón" Todos sabemos que el hidrófilo, la pólvora y el algodón: ¡¡No engañan!!
Dice el refrán: el roce hace el cariño. Por ello, vaya mi recordación y evocación a tí. Valorando sin dudar a los otros amigos que se llaman también "Juan" y que además también congratulo y brindo por ellos, con afecto y ponderación. Felicidades a todos. Solo una anecdota escribiré desde este balcón que recorre el mundo. Un inciso que de entre tantos, destacan por su simpatía. Con ello mi homenaje en el dia de tu Santoral.
Era una jornada especial que hacíamos la visita a las Cuevas de Vall de Uxo en Castellón, al principio hubieron dudas en la visita. Dado que se hacía desde una barcaza y que la profundidad aunque no era mucha, estoy casi seguro que a más de uno, le hubiese creado una situación enojosa_ caso que la barquita zozobrara_. Tras el normal cambio de impresión de _"Si ...voy; o si ...vengo"_ Se decidió acceder a las instalaciones. Cuando nos vieron aparecer en el lugar de atraque de las chalupas intuyeron que una solo para nosotros. Ocho personas, pero como nos verían, que dijeron: "Una y Grande" y si puede ser "libre", para estos guasones. El barquero con braguero y experiencia, que estos turistas, solo con las risas pueden desmembrar la paciencia del remero y del vigia del complejo. El nivel de flotación de la barca, comenzó a perder horizontalidad a medida que iba soportando nuestro peso. Un pasito para alante; ¡A la derecha! y el meneo de la barca ¡Uy que miedo! otro pasito para atrás ¡A la izquierda! El calado de la canoa iba hundiendo el fuselaje y parecía cuando entró el último, que éramos expatriados en patera cruzando la valentía extinguida. El barquero ¿sería incapaz? de mover aquella plataforma flotante. A todos las risas se nos fueron disipando, menos a Juan que mantenía su enjundia de buen marino. _ Estaba mareado perdido, pero sabe disimular_ En según que galerias de las cuevas _ preciosas por cierto_ el guía indicaba aqui veinte metros de profundidad, ¡ Uuiii ! Simplemente el escuchar el dato, se nos encogía el flato. ¡Que ganas tengo de salir! Se escuchaban voces, otros no decían ni... mijita, el miedo les impedía balbucear. A según quien le caía aguita desde la llamada gruta, la parte superior de la Caverna, era el preciado elemento que recogía Juan con la mano y la vaporizaba llegandonos al cogote para acolindrarnos una pizquita más. Acabó su dicharacho cuando los nervios estaban a punto de romperse, en el momento que el gondolero quiso perturbarse, a punto estuvo de saltar y dejarnos a la deriva en aquel lago majestuoso. Él, mi amigo ante la panorámica divina del agua estancada de la cueva, explicó: el milagro de los panes y los peces. Llegando a la par al muelle de los bien atracados para tomar tierra.
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