jueves, 30 de mayo de 2024

Montserrat, monte dentado.

 









De vez en cuando efectúo

a Montserrat mi visita.

Es un gesto que fluctúo

con sensación exquisita.

 

Mi recuerdo perpetúo

y mi razón deposita.

Todo lo que yo puntúo

y mi pauta necesita.

 

De chiquito lo sitúo

como inicio que transita.

Así en mi piel yo tatúo

con mi fe que no oposita.

 

A Montserrat acentúo

con la virgen que musita

y elimino y exceptúo,

ese error que incapacita.

 

 


Visitando la Basílica de Montserrat, después de tantos años de no hacerlo, pude disfrutar de mucha y buena compañía. La primera del compromiso en saludar a la “Moreneta”. El estupendo tiempo caluroso que nos brindó la naturaleza y del viaje en transporte público y a la vez, por qué no decirlo presenciar con pena, la falta de educación que suelen tener algunos de los viajeros en los medios de traslado.

Ahora como todo vale, pues casi te la juegas; si llamas la atención al que comete faltas graves de urbanidad.

Sin embargo, es que en no pocas ocasiones la paciencia se agota y te consume por dentro.

Como el relato va del disfrute me ceñiré a mostrar alguna de las fotos que pude tomar y de lo bien que lo pasé, encontrándome primero con los recuerdos de mi juventud, de la bondad de la climatología y de otras cuestiones que por aquello de la privacidad me las reservo.

Hacía años que no ascendía a la montaña sagrada, y mira por dónde se presentó la oportunidad de hacerlo, y allí nos fuimos.

Con la paciencia de tomar el Carrilet en Sant Boi hasta Monistrol y allí empalmar con el tren cremallera que nos subió como siempre hasta el complejo, para poder visitar la zona y entrar en la Basílica a ver a la Virgen Morena.

Calor. Parecía ser mes de julio por lo menos. A pesar que los meteorólogos habían pronosticado lluvias y ventoleras a tener en cuenta. No fue así.

El sol lució durante toda la jornada y gozamos de su benevolencia. La zona estaba rebozada de rigor y dulzura, y atestada de personas originarias.

De otras que venidas de latitudes lejanas se rinden en el altar de la Basílica, con fervor ante la fe que les subyuga. Detalles que no dejan de ser muy bonitos y delicados, sobre todo en estos tiempos de la inteligencia artificial que todo lo muta y lo allana hasta límites insospechados.

 

Recuerdo la primera vez que visité Montserrat, era muy niño y me llevaron mis padres en una de aquellas calamitosas excursiones que solíamos hacer, tirando de la cesta con la comida, y las gaseosas que llevábamos para pasar la jornada. Una expedición de nervios ya que íbamos varios chiquillos en edad de corretear y hacer poco caso a los mayores.

Nostalgia que el recuerdo me retrae y por ser poco frecuentes, resuenan con la casi nitidez de la edad párvula.

Después llegaron tiempos en los que como ahora, eres la persona que enseña y explica las curiosidades del lugar emblemático. O sea, el Cicerone de turno, que suelo hacerlo con mucho gusto.

Aquí lo dejo documentado y si os falta “chicha” podéis entrar en la página de la Basílica o del entorno.

Un abrazo para todos y hasta pronto.















Rosa d'abril
morena de la serra
de Montserrat
al cel.


Mayo de 2024.
Autor: E.Moreno

0 comentarios:

Publicar un comentario