miércoles, 28 de febrero de 2024

Aquel aprendiz.

 




Ya debía enfrentarse a la nueva tarea, que le pondría al frente de un tiempo, que no sería un volver atrás.

Su aprendizaje había comenzado. Debía cambiar de formas y conceptos para entrar en el mundo de los adultos; dejar los pantalones cortos, y la bata gris rayada, tragar todo aquel miedo a lo desconocido, que a todo muchacho en algún momento de su vida le ha de pasar.

Corría el año 1967, en aquella ciudad se vivía con aquel frenesí que comenzaba a ser natural. Las familias intentaban despegarse de las miserias acarreadas de antaño, a base de esfuerzo supremo horarios sin fin y pocas diversiones.

Las horas extraordinarias eran habituales en la clase obrera, y ayudaban a vivir y ahorrar para la compra del terrenito a las afueras, y del sueño futuro en poseer un Seat 600, como ilusión que al llegar sería un logro.

El deporte rey ya era el fútbol. Lo fue siempre. Daba tema y ayudaba a conversar a los que eran parcos en conocimientos y en lenguaje. El billete de metro costaba seis reales. <Una peseta y cincuenta céntimos>. Ahora sería casi 0,009 centésimos de euro.

El periódico de la Vanguardia, suponía pagar dos pesetas siendo el rotativo más vendido en la zona. Los trolebuses aún funcionaban. El clásico tranvía nº 29, el de la circunvalación daba la vuelta por toda la ciudad. De ahí le viene el dicho popular. <Das más vueltas que el 29>

En las carteleras se anunciaba el estreno “El Graduado”, y “Adivina quien viene esta noche”. En aquel cine de barrio. El Virrey, por un módico precio podías entrar a una butaca de platea. Las sesiones eran continuas y era un lugar reservado y discreto donde las parejas aprovechaban para revolverse en penumbras, siempre en las filas traseras, o en el anfiteatro.

La televisión comenzaba a ser compañía habitual de las familias. Había recalado en los hogares con furor, y dejaba a la onda media, con la radiodifusión, momentáneamente en segundo plano.

Como anunciando en breve, un cambio de tercio, designando de alguna manera a aquellas frecuencias como vehículo informativo del pasado. Motor viejuno con sabor a naftalina y alcohol de quemar.

El nuevo anhelo y recreo, “La Primera cadena de la televisión española”, la única que podíamos sintonizar hasta que no llegó la segunda en UHF, como preámbulo o desenlace de la libertad ansiada, con los programas de concurso, con aquellos Festivales de la Canción, con las retransmisiones de los partidos y corridas de toros, y con aquellas presentadoras del telediario en blanco y negro, tan formales y tan estrechas.

 

El camino hacia su <porvenir> así le denominaban entonces a la ocupación de un puesto de trabajo. Era un calvario. Aún no se había hecho la idea de ser aprendiz.

El niño de los recados y el meritorio de aquel despacho.

Ya no habría patio del colegio, meriendas de pan con chocolate, ni jugaría con los amigos de siempre, mascando el chicle bazooka. No cambiaría cromos de fútbol, ni leería tebeos de Hazañas Bélicas. Echando en falta aquellas comidas reunido y discutiendo con sus hermanos. Era un principio y un final, un descubrir a marchas forzadas, la revelación de la pubertad y el compromiso en ayudar en la casa aportando la semanada.

 

Cuando llegó aquella mañana a la agencia, pulsó el timbre de la puerta de acceso a las oficinas y al pronto se abrió el portón, apareciendo una moza desaliñada y varona, con poca amabilidad y educación para lo que se estilaba en aquellos días, del Servicio Social, para las señoritas y aquel Frente de Juventudes que debíamos asumir por mandamiento.

- Quién eres- Preguntó. Sin dejarle contestar, añadió

- Eres el chavalín nuevo que ¿esperábamos?

Presto contestó con mucha educación

¡Si señora! - Buenos días me llamo…

No le dejó finalizar, ni dar su nombre, haciéndole un gesto de autoridad con las señas de que la siguiera y dándole la espalda inició el regreso por el pasillo estrecho y largo, por el que había venido. Al llegar a la sala amplia le dijo.

- Espera aquí, no se puede fumar, ni comer hasta la hora que se te diga, ahora vienen y te atenderán; no te muevas.

- Muchas gracias. - Respondió y se las dio al aire. Aquellas palabras no fueron escuchadas, porque en un plis plas, había desaparecido aquella mujer.

Quedó a la espera, y por fin, asomó un señor que llegaba desde el final de los hangares muy sosegado y observándole desde la distancia.

- Hola. Tú debes ser González.  ¡No es así!

- Si señor. Me llamo Arturito para servirle y estoy aquí para colaborar como meritorio en esta empresa.

- De Arturito nada. Comprendes. Aquí no estás en el colegio, ni en tu casa, aquí te llamaremos González. A lo sumo chaval. Te queda claro

- Si señor. Lo que usted mande.

- Bien pasa, ven conmigo, que te iré presentando a tus nuevos compañeros, y te indicaré la mesa desde dónde debes ubicarte.

 

          Llegaron dentro de un nuevo recinto. Una sala amplísima, dónde estaban distribuidos los bufetes de forma equidistante, bajo unas ventanas amplias sin cortinas que dejaban pasar toda la luz diurna, sin peligro que perturbaran los rayos solares, ya que se orientaban al norte y necesitaban ser limpiadas con premura.

          Los compañeros, estaban esperando a ser presentados, y uno a uno, fue saludando a medida que llegaba a la altura de sus pupitres. Los veteranos más sonrientes, las secretarias muy comedidas, se limitaban a saludar, pero todos ellos, impolutos, sin estrechar sus manos y poco expresivos.

Al final del recorrido, llegaron a un escritorio, que era el destinado a ser el que ocuparía mientras estuviera en aquel departamento. Una lámpara supletoria y una calculadora, la máquina de escribir Underwood, esperaba paciente a la izquierda sobre el pedestal de su carro involca.

La silla de madera recia, sin apoya brazos, relucía por lo barnizada y por lo limpia.

Al cabo; aquel responsable le miró a los ojos, y le dijo sin más.

- Todo lo que no entiendas, pregúntalo a tu encargada. Ya la conoces. En cuanto pueda te atenderá, y estarás al cabo de todas tus obligaciones.

- Perdone. No conozco a la encargada. No nos han presentado.

- Claro que la conoces. quien crees que te ha abierto la puerta y te ha llevado por el pasillo de las complicaciones.

Con una media sonrisa patética y sin dejar de observarle, siguió advirtiéndole.       

- Me llamo Miguel; y soy el gerente del negocio. Espero que pronto asimiles tu trabajo y te encuentres a gusto con nosotros. Que no seas un zorritonto de esos que nos envían las oficinas de selección y cumplas con tu cometido.

Le dejó a su suerte, a la espera de la visita de aquella persona que le había dado una impresión tan especial y despectiva.

Al poco uno de los ayudantes, que tenía en la mesa del lado derecho, se acercó y le dijo: González, no tengas miedo, que no se come a nadie. Es mucho peor la arpía perversa de la bruja pelocha.

- No conozco a nadie. Como sabes acabo de llegar y no sé de qué va este invento, sin embargo, no creo que esto sea una cárcel. ¡Vamos! ¡Digo yo!

- ¡Dices que no es para tanto!  Pues prepárate, que estos son unos capullos y tratan de asustarnos a la mínima. Vemos cosas que no comprendemos y hemos de mantener la boca cerrada. Cuando comenzó a presumir, de inmediato tuvo que dejarlo. Vio venir a la apoderada y con un miedo atenuante dejó de jactarse. Sin dar definición dejó con la palabra en la boca a González y volvió a su mesa.

 

La mujer que se presentó no era ni mucho menos, la doncella que le había abierto la puerta, ésta era alta, morena, con clase y una educación concisa.

- Hola. Me llamo Marisol Gaztinagarreta, pero me has de llamar Señorita Gaztinaga. Ya nos conocemos, pero no habíamos podido conversar.

Se quedó perplejo y sorprendido, porque ni idea de haberla visto antes para nada, no la recordaba, ni por asomo. Sin dejarle pronunciar vocablo continuó diciendo.

 - González, es tu apellido.

El mocillo, asentó con un gesto, mientras pensaba el lío que tenía montado en su cabeza, no descubriendo donde había conocido a la tal Marisol. Ya acomodada en el canto de la mesa, mostraba su delgadez manifiesta, y su cuidado personal, que disentía de forma clara, con la que le había recibido en la entrada del edificio. Aquella mujer siguió expresando su mensaje tratando de explicar, las bases a las que se tenía que ceñir. Siguiendo con su alocución.

- La jornada de trabajo es de las ocho hasta las seis, de lunes a viernes. El sábado solo se trabaja hasta las dos de la tarde. Cada día se interrumpe una hora para comer. Sobre las trece horas.

En tu caso sales a las cinco y media para ir a clases, viajarás con el bus de la empresa junto a los compañeros hasta la universidad industrial.  

De momento, acomódate, que en cuanto pueda te daré instrucciones para que poco a poco entres en las tareas que desempeñarás. Que sepas; nosotros lo sabemos todo, incluso hasta lo que te acaba de decir Martínez Castillo, tu compañero. El de la mesa justo a la tuya. Ese que ahora me está mirando las piernas de reojo, creyendo que no lo sé. Lleva cuidado con él. Tan solo te advierto.

- Tienes alguna pregunta, – inquirió antes de acabar.

- Si; estoy pensando en lo que usted me ha comentado y no llego a descubrir de qué me conoce. Que yo sepa jamás habíamos coincidido y no nos conocíamos. La verdad y perdone mi falta de consideración, pero no alcanzo a reconocerla.

 

Aquella persona cambió el color de su cara y respondió queriendo disimular su genio por no ser el momento indicado para exponerlo.

-Tú. ¿No has tomado el autobús nº 109?, en la Plaza de España; sobre las 7 de la mañana, ¿en dirección a la Zona Franca?

-Sí señorita Gaztinaga. En efecto.

-Pues; la que iba sentada frente a ti, y más tarde la que te ha abierto la puerta y te ha dado la bienvenida, he sido yo misma. Has de ser un poco más atento, si quieres conservar tu puesto de trabajo, tener imaginación, ser laborioso y sobre todo tener fe en aquello que te resuelva el futuro


          Se marchó del lugar con un gesto de guasa en el rostro, mostrando los perfilados dientes, y definiendo la clase y calidad de persona a la que se enfrentaba.




  1. Autor Emilio Moreno
  2. segunda version actualizada del relato en 28-2-2024
  3. la primera se hizo el 12-03-2009 

 

 

 

 

 


0 comentarios:

Publicar un comentario