Pedir que
tú comprendas es un lujo.
Si a ese
fausto, llamamos compromiso.
Adeudo y
lo procuro sin aviso,
y por no
molestar, pierdo el embrujo.
Que fácil
es engañar,
en la oscuridad
sin más
cuando no
me ves los ojos,
y no
puedes parpadear.
Permíteme
igualarme con tu influjo,
y así
corresponder con improviso.
Por causa
de un carácter indeciso,
derrocho mi
deslumbre y desdibujo.
Guardarás
mi hondo secreto,
y no lo
revelarás.
Confía que
soy discreto
y conmigo
morirá
De ahí que
exigir. No es lo que acostumbro,
y menos; opiniones
personales.
Al ser
contraste en mí, no las encumbro,
rechazándolas,
si son pasionales.
Esa lágrima
que acecha
desde tu
pestaña bruna.
Debe saber
a cosecha
hija de
la propia luna.
Intuir y prever,
son dones finales.
Llevados en
los genes con relumbro,
propio de
humanos serios y tratables,
aquellos
que no abundan por deslumbro.
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