La sintonía del concurso indicaba el fin de la primera fase. Término
de la selección inicial, elección de la mitad de los componentes de los cinco equipos.
Los cuáles serían completados con otro concursante más, por cada grupo y elegido
por el respetable de los que quedaron en la terna final.
En aquel preciso instante apareció en escena la conductora del
espacio, y los aplausos unidos a la musiquilla, penetraron fulminantes en el aroma
de tanta ansiedad concursal. Invadiendo cada rincón de aquel inmenso teatro. La
presión hacía mella en los oídos de la concurrencia, que los predisponía a
seguir muy atentos, a todo lo que se descubría en aquella sensación de
competencias. Originaria de la onda rocambolesca de semejante aventura.
Alargando la paciencia de la imponente parroquia un poco más, Amanda, la presentadora,
mirando a la cámara dos del estudio, la que la perseguía en sus femeninos
meneos y haciendo un nuevo saludo transversal. Recordó al patio de butacas y a
la vez a los televidentes que veían esa cadena desde sus hogares. La forma que
serían, designados los nuevos copartícipes.
Primero explicó; escogidos por los simpatizantes y después engrosados
cada uno de los cinco, por una especie de sorteo que soportaba el notario.
Datos que la guapa Amanda, recalcaba con frecuencia a todos aquellos
espectadores que se incorporaban tarde, al inicio del espacio de televisión.
El dejar que el público, con aquellos mandos a distancia,
escogiera a cada uno de los nuevos actores, era un descubrimiento de la
tecnología que se estrenaba en Teleadoro.
Estaba ideado por los técnicos y pensado por los psicólogos de
la cadena, para despreocupar o minimizar la responsabilidad a los jefes de
equipo.
Evadirlos de la máxima responsabilidad, que es un don que no
estaban dispuestos a soportar, por lo poco de beneficio que les comportaba.
Eran todos ellos afamadas y célebres plumas de aquella
actualidad, los que cubrirían con su talento y su arte, semejantes débitos.
Acreditados literatos, con swing, gancho y nombradía suficiente,
para que la emisora Teleadoro, entregara al mundo, aquellas novedades e ideas
inimaginables con rigor, tratando de enganchar a su público en un nuevo formato
de recreo. Frente a la pantalla de su televisor, cada noche de martes. Hiciera ascender
lo que ellos llaman su parrilla de audiencia y sumara adeptos simpatizantes de
otras cadenas.
El silencio irrumpió, se acallaron sintonías y zarandajas, la conductora
indicaba las bases para que los concurrentes al espectáculo, prepararan sus artilugios
a distancia y eligieran. Escogiendo de entre los candidatos que se quedaron a
las puertas de acceso al concurso.
Tan solo llegado el momento, debían pulsar el número del
reportaje que más les complaciera.
Todo era fácil, y sencillo. El paso siguiente era de aclaración y
lo harían efectivo mediante unos avances en imágenes.
Proyectando un resumen de las obras finalistas, con las que accederían
a ser compañeros de los ya elegidos.
La criba estaba lista y la influencia de los reportajes comenzaba
en aquel instante a recrearse.
Cinco
historias más, que presentaban los futuros elegidos como segunda opción, para
ocupar la plaza optativa.
Diez
minutos de proyección de cada uno de los cinco relatos. Todos ellos plenos de
mensaje, de enjundia y de dramatismo. Con variados tipos de tesituras y con una
calidad mimada y extrema.
Al
haber sido cribados con exigencia, como es norma en cualquier liza, por un riguroso
conjunto de expertos, que fueron los que designaron y escogieron las historias
presentadas.
Nuevos
autores y posibles estrellas en espera, de conseguir destino dentro de alguno
de los grupos ya establecidos.
Después
de contemplar cada una de las películas los asistentes, serán los que, con su
voto, elegirán cada uno de los trabajos para ser adjudicados a cada equipo.
Los
focos se apagaron y entró el primer corte en pugna.
Nombre
de la historia; Pradera Ondulada, del autor Nando Algarbe Molleja. Montaje de
edición con la mejor de las hipótesis sociales, relativa al trato entre padres
e hijos, en la pubertad. Problemática entre la edad de crecimiento y la juventud.
Permisividad excesiva de los padres hacia su prole y la inhibición de los
adultos para con los menores, en cuanto a la discrepancia entre acción y reacción.
Analizando
y socavando la norma de la abdicación de sus obligaciones.
Deformación
de los deberes y voluntades y aspectos por los que llegan a distanciarse las
familias de sus mayores, cuando falta la exigida y necesaria comunicación.
Cuando
finalizó la proyección, fue muy aplaudida por los asistentes y sin juicio ni maduración
pasaron a la segunda propuesta.
No
hubo tiempo para poder discutir o analizar todos los sufrimientos que engrosaba
el relato hecho película para que el público, pudiera entrar en materia y no
tener que leer todo lo que el autor de la obra, había plasmado en su
cuadernillo.
0 comentarios:
Publicar un comentario