Yo no puedo
imaginar,
que estando
de vacaciones
puedan
llegar a decir:
que no me
pueden servir
en el bar de
ese lugar.
Un bocata
por estar
cerrada ya
la cocina.
Me miro
raudo el reloj
y sorprendido
quedé
al ver que
no eran las tres,
y nosotros
sin comer,
Porque el
hermoso lugar,
carece de un
solo bar
donde te
puedan valer.
Donde vamos
a llegar,
si no
ponemos final,
a esta
situación irreal.
Con los
turistas que llegan.
Quizás aun
diré algo más;
pueden
llegar a asustar
a los
clientes de siempre
sí por la
causa fatal
no les
pueden ofrecer,
o no quieren
agradar
con esa
hospitalidad
de la que
todos presumen
sin llegar a
ser verdad.
¡ESO se ha
de GANAR!
Atónito miro
el reloj
creyendo que
me pasé
del horario establecido
en su indicador
normal
y degustar
mi menú,
en el
restaurante aquel,
que desde
chico cené
con amigos y
familia
y que ahora
no sé qué,
me vengan
con la canción
y no nos quieran
servir
por la
cocina cerrada.
En cualquier
sitio del mundo
de los cinco
continentes,
jamás viví
cosa igual;
que antes de
ser las tres
apagaran sus
fogones,
y dejaran a
clientes
más colgados
que jamones.
Teniendo la
cara dura
de indicar
en sus carteles,
el precio de
las comidas.
A sabiendas
de verdad
que no las podrán
guisar
puesto que antes
de llegar
la hora del
buen yantar
su cocina
atrancará.
Mientras el
dueño del bar,
el gracioso
tabernero,
que ni es
profesional,
ni jamás fue
cantinero,
me decía sin
mediar.
Que de comer
“ni de ná”
En invierno
se verán
sin gente
que les consuma,
porque no vendrán
jamás
a esta zona
que rezuma.
Recordando el
ayunar,
que les
hicieron pasar
con la
cerveza y la espuma.
Franja que costó
en llegar
a ser famosa
per “sé”
De la que
algunos presumen
y la quieren
comparar,
con una zona
italiana
en la cual,
si usted recala,
no le ponen
cortapisas,
ni le dicen
con sus risas
que el
horario está fundido,
y no pueden “papear”.
Por el
cierre de cocina.
Donde vamos
a llegar
de seguir
por el camino
que han
emprendido sin más,
los dueños
de los “baretos”
que, para
poder agradar,
lo primero
es ser normal,
y atender su
cuchitril,
con un
servicio decente.
Dejar cocinas
abiertas
y poner más
personal
para poder
atender,
la avalancha
de turistas,
que nos
suelen visitar
saciando el hambre
de artista.
Ya se empieza
a comentar,
a este sitio,
¡ni llegar!
y menos con
niños chicos.
Si hay que
darles de comer,
a los chiquillos
de casa,
mejor llevas
un bocata
y una
garrafa con agua,
No sea que
tropieces tú,
con sus cocinas
barradas
y te quedes
sin comer,
aunque sean
marranadas.
Con lo que cuesta
salir
con la
familia a la calle,
por el
precio del gasoil,
mientras yo cruzo
ese valle.
Después de
tanto tropiezo,
de tanta
pandemia mala,
de la
factura del pan,
y de los
gastos de casa.
Cómo voy a disfrutar,
Cómo me voy
a olvidar,
en un sitio
sin servicio
y que puedas
almorzar.
Te hayas de
presentar
en ese lindo
lugar.
Antes que
suenen las tres,
Si es que
pretendes comer
Seguro que
pagaran
siempre los más
vulnerables
quedando como
rositas
todos los responsables,
esos que
dicen que hacen,
pero luego
entorpecen
a buenas
gentes que quieren
solucionar
imponderables.
Incluido los
políticos
por ahora
insondables,
descansando por
sus logros
sin ver problema:
impensable
que en
ningún lugar se da,
porque no es
imaginable,
y que esta
tierra agradable
resurja con
aires nuevos
y trate al peregrino
con más
gracia y salero.
Dé más saldo
al camarero,
y no cierre
las cocinas.
El invierno será
largo,
y la gente
cambiará,
buscándose
otro lugar.
Para no
recalar más.
Si no sabemos
estar,
Corremos un
gran peligro
y con ello
cambiará
el empleo en
vacaciones.
Entonces recordaremos,
con distancia
y sin olvido,
aquella canción
italiana
con música
de Toscana,
sobre el
cierre de cocinas
y los menús
restringidos.
Pensando que
dan las dos,
Creyendo que
fueron tres
y yo hambriento
me quedé
desnutrido
por los cuatro,
que no quisieron
llegar
a ser paraíso
impensable
tirando la
piedra a dar,
y aquí ya, no venga nadie.
0 comentarios:
Publicar un comentario