jueves, 21 de julio de 2022

La cocina, está cerrada.

 




Yo no puedo imaginar,

que estando de vacaciones

puedan llegar a decir:

que no me pueden servir

en el bar de ese lugar.

Un bocata por estar

cerrada ya la cocina.

 

Me miro raudo el reloj

y sorprendido quedé

al ver que no eran las tres,

y nosotros sin comer,

Porque el hermoso lugar,

carece de un solo bar

donde te puedan valer.

 

Donde vamos a llegar,

si no ponemos final,

a esta situación irreal.

Con los turistas que llegan.

 

Quizás aun diré algo más;

pueden llegar a asustar

a los clientes de siempre

sí por la causa fatal

no les pueden ofrecer,

o no quieren agradar

con esa hospitalidad

de la que todos presumen

sin llegar a ser verdad.

 

¡ESO se ha de GANAR!

Atónito miro el reloj

creyendo que me pasé

del horario establecido

en su indicador normal

y degustar mi menú,

en el restaurante aquel,

que desde chico cené

con amigos y familia

y que ahora no sé qué,

me vengan con la canción

y no nos quieran servir

por la cocina cerrada.

 

En cualquier sitio del mundo

de los cinco continentes,

jamás viví cosa igual;

que antes de ser las tres

apagaran sus fogones,

y dejaran a clientes

más colgados que jamones.

 

Teniendo la cara dura

de indicar en sus carteles,

el precio de las comidas.

A sabiendas de verdad

que no las podrán guisar

puesto que antes de llegar

la hora del buen yantar

su cocina atrancará.

 

Mientras el dueño del bar,

el gracioso tabernero,

que ni es profesional,

ni jamás fue cantinero,

me decía sin mediar.

Que de comer “ni de ná”

 

En invierno se verán

sin gente que les consuma,

porque no vendrán jamás

a esta zona que rezuma.

 

Recordando el ayunar,

que les hicieron pasar

con la cerveza y la espuma.

Franja que costó en llegar

a ser famosa per “sé”

De la que algunos presumen

y la quieren comparar,

con una zona italiana

en la cual, si usted recala,

no le ponen cortapisas,

ni le dicen con sus risas

que el horario está fundido,

y no pueden “papear”.

Por el cierre de cocina.

 

Donde vamos a llegar

de seguir por el camino

que han emprendido sin más,

los dueños de los “baretos”

que, para poder agradar,

lo primero es ser normal,

y atender su cuchitril,

con un servicio decente.

 

Dejar cocinas abiertas

y poner más personal

para poder atender,

la avalancha de turistas,

que nos suelen visitar

saciando el hambre de artista.

 

Ya se empieza a comentar,

a este sitio, ¡ni llegar!

y menos con niños chicos.

 

Si hay que darles de comer,

a los chiquillos de casa,

mejor llevas un bocata

y una garrafa con agua,

No sea que tropieces tú,

con sus cocinas barradas

y te quedes sin comer,

aunque sean marranadas.

 

Con lo que cuesta salir

con la familia a la calle,

por el precio del gasoil,

mientras yo cruzo ese valle.

 

Después de tanto tropiezo,

de tanta pandemia mala,

de la factura del pan,

y de los gastos de casa.

 

Cómo voy a disfrutar,

Cómo me voy a olvidar,

en un sitio sin servicio

y que puedas almorzar.

 

Te hayas de presentar

en ese lindo lugar.

Antes que suenen las tres,

Si es que pretendes comer

 

Seguro que pagaran

siempre los más vulnerables

quedando como rositas

todos los responsables,

esos que dicen que hacen,

pero luego entorpecen

a buenas gentes que quieren

solucionar imponderables.

 

Incluido los políticos

por ahora insondables,

descansando por sus logros

sin ver problema: impensable

que en ningún lugar se da,

porque no es imaginable,

y que esta tierra agradable

resurja con aires nuevos

y trate al peregrino

con más gracia y salero.

 

Dé más saldo al camarero,

y no cierre las cocinas.

El invierno será largo,

y la gente cambiará,

buscándose otro lugar.

Para no recalar más.

Si no sabemos estar,

 

Corremos un gran peligro

y con ello cambiará

el empleo en vacaciones.

Entonces recordaremos,

con distancia y sin olvido,

aquella canción italiana

con música de Toscana,

sobre el cierre de cocinas

y los menús restringidos.

 

Pensando que dan las dos,

Creyendo que fueron tres

y yo hambriento me quedé

desnutrido por los cuatro,

que no quisieron llegar

a ser paraíso impensable

tirando la piedra a dar,

y aquí ya, no venga nadie.

 

 



 











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