El abuelo de René, le contaba a su nieto un cuento diferente cada tarde. Así lo mantenía distraído, fuera de las prisas por jugar y, podía consumir su merienda, sentado y sosegado a la vera del viejito.
Aquella tarde Don Ataulfo,
comenzó inesperadamente con el estribillo de una cancioncilla, que le cantaba su
padre. Cantilena que hacía años no tarareaba, ni tan siquiera recordaba la melodía
y de buenas a primeras le sobrevino serena:
Mi burrito murió de un mal grano en su
pie
y con él se llevó al cariño más fiel.
Mi burrito pringó por la chispa en la
hiel
y a René lo dejó con la carga de mies.
Mi burrito palmó un buen día del mes
y el problema quedó para mí, y para él
Mi burrito inflamó mi corpiño y no sé
La tristeza invadió ahora mucho y después.
__ Abuelo, estás cantando una canción muy cutre, ¿No
lo ves? Anda, cuéntame ese cuento que
siempre, guardas en tu recuerdo.
__ Fíjate nene, que me la cantaba mi papá, cuando
yo tenia tu edad, y por la calle aún paseaban los burros. Ahora, todo ha
cambiado motos, vehículos y camiones, además de los patines eléctricos y de las
nuevas tecnologías que se están implantando.
El nieto quedó en silencio brevemente y al caso,
respondió a su abuelo que se mecía el cabello, pensando quizás en aquellos años.
__ ¿Abuelo, ahora ya no pasean burros? __ esperó la
respuesta y como no llegaba, el nieto volvió a dudar y le respondió lacónico.
__ Pues fíjate que yo no estoy muy seguro. ¡Alguno
anda suelto!
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