domingo, 14 de junio de 2020

No es de extrañar.



Decían; que los habían criado en la igualdad, en la bondad y sin ningún tipo de diferencias, y no era verdad. Aquellos padres, desde el principio, se decantaron por uno de ellos, y el otro, claramente se notaba que estaba por detrás; era el otro.

Esa igualdad mencionada por los ascendientes, no era visible, y de la bondad, de la que hacían gala, fue falsa desde el mismo momento que lo imaginaron, puesto que ellos, ya no eran afectuosos ni siquiera dulces ni flexibles entre sí.

Los desajustes o diferencias, comenzaron en el momento de nacer. Nunca se supo si fueron hijos deseados o por el contrario, vinieron al mundo sin llamar a la puerta, después de un polvo borrachero, o de un coito bravío, tras de un subidón fiestero. Aquellos hijos, que vienen cuando menos lo esperas y suele ser por costumbre en los peores momentos.

El primogénito, y cuando no es deseado, suele llevarse siempre la peor parte del pastel y así pasó. Las verdaderas discrepancias tuvieron voz, ya en el inicio de la juventud. Aquel chaval, pronto aprendió a notar diferencias, las que repercutían en su piel y no dudó en protegerse, de las consecuencias. En eso de hacerse valer, fue hábil e instintivo, adelantado quizás, sin que las ingratitudes y desprecios comparativos le hicieran mella.

Al querubín preferido, al segundo del corral, no se le escuchaban quejas, y cuando las tenía sabía domeñarlas, para conseguir aquello que le proporcionaba calidad de trato y prebendas a escondidas. Peaje que sufragó después en su vejez, por el trato que le dieron sus propios descendientes.

Sin embargo al discordante, no sabían como podían hacerle enmudecer, cuando les demostraba que los errores se notaban a la legua, que no eran merecedores de lo que la vida les había proporcionado.

Era el que decía las verdades como puños. Incluso el que les levantaba la conciencia y les hacía ver que la justicia no estaba aliada con ellos.

No eran semejantes, ni tan siquiera parecían de la misma sangre, aquel proceder del primer allegado carnal, contrastaba con la falta de compromiso y cumplimiento de sus padres y de lo mas esencial, como son las caricias, el reparto de quereres y el amparo a los indefensos polluelos del amo.

El tiempo cursó su capricho y se levantó una friolera de seis decenios, sin percatarse que los días se escapaban entre las hojas del calendario.

La mayoría de los protagonistas, todos les conocemos; ya ni existen, tan solo quedaron las secuelas de todos aquellos acontecimientos, que persisten entre los descendientes, que llevados por la sangre, la misma que corría ya entonces por sus venas. Sigue mostrando el (PH), generacional y sigue comportándose como les dictan esos genes, que jamás dejaran de mutar.


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