viernes, 22 de septiembre de 2017

Sexo accidentado y muerte



Habían preparado aquel viaje, con una ilusión desmedida, las dos parejas solas. Guillermo Astrain y Aurora Peláez, junto a sus inseparables Mateo Lanuza y Adela Galindez.
Amigos desde la infancia y ahora mucho más. Les había unido muchísimo las peripecias estudiantiles y las extravagancias de los deseos irrefrenables del sexo y de las drogas.
La conducta licenciosa, el trato universitario, los secretos de alcoba, el amor desmedido, el cambio de parejas y la estancia en la Escuela Mayor en la ciudad de Sevilla. Donde vivían y pernoctaban mientras cursaban la carrera de Biología y, les acogía durante toda la semana, desde el lunes tempranito hasta el viernes noche, que era cuando volvían a sus casas.
Si es que el tiempo lo permitía y les apetecía desplazarse hasta San Esteban de Gormaz, en la provincia de Soria, para estar con la familia.
La confianza que se dispensaban era sobre dimensionada, y el cariño y apego fuera de toda duda. Lo que se dice inseparables. Más que hermanos.

Desde la tierna infancia tenían relación y trato y a pesar de que cuando eran mocitos y durante toda su pubertad Guillermo, bebía de los labios de Adela y ella le había prometido amor a chorros. Ahora ella, vivía y compartía cama y sexo con su amigo Mateo.
Sin querer recordar, los buenos y fenomenales momentos de sus meneos e impudicias completamente desnudos follando sobre el heno, de aquella finca apartada que era propiedad de su familia. Alojamiento discreto que les servía como recinto personal para tantas y tantas bacanales.

Aurora, la otra muchacha en cuestión; era una joven calculadora muy empollona y aplicada en ese tiempo de adolescencia. Vivía muy sujeta por unos padres que les daban poca cancha a ella y a sus hermanos. Por lo que ahora, se había desmadrado de forma visceral, siendo una mujer inhibida y despreocupada que solo le apetecía divertirse y vivir profundamente y a lo loco, todo aquello que no había probado en exceso y, que a medida que se le presentaba lo saboreaba hasta la extenuación.

Sabía que Guillermo, no le llegaba a la altura de sus pretensiones, ni la dejaba feliz ni satisfecha, cuando la pretendía y trasteaba en la cama. Era un egocentrista facilón con poco aguante físico y sexual y de momento no había recambio con quien pudiera juntarse para que le diera calor y coito en las noches de invierno largas, de la ciudad de la Giralda.

Decidieron salir aquel fin de semana dirección a las playas del mediterráneo teniendo intención de quedarse en la provincia de Tarragona, en Altafulla, un pueblito pescador precioso que se deja bañar por el Mediterráneo; para continuar si se daban las ganas y el antojo, acercarse hasta la propia ciudad romana.
La alegría desbordante por el comienzo de un fin de semana estupendo se precipitaba en los deleites y velos de aquellas parejas tan llenas de vida.

Arrancaron a la vez, el deseo, y el motor de su vehículo, muy temprano para aprovechar toda la jornada en el viaje.
Pensando que de todos modos debían hacer casi mil kilómetros desde Sevilla, que tampoco era un distancia corta y se debía estar al tanto mientras durase el traslado por carretera.
Al principio en el volante se puso Guillermo, y de copiloto iba su actual pareja Aurora, que muy serios tomaron la iniciativa del inicio del trayecto, sin casi dirigirse la palabra, por la propia concentración que intentaba llevar el conductor.

Tras más de dos horas de viaje, ya circulando por la Nacional 420, en dirección norte, a la altura del puerto de Despeñaperros, donde finaliza Andalucía y comienza Castilla la Mancha, notábase que el tráfico era de pronóstico y, a pesar de no coincidir con festivo alguno, el pavimento se antojaba pleno de vehículos y de contingencias.
Habían establecido que durante las primeras cuatro horas conducía Guillermo y tras un descanso tomaría el volante Mateo, que ahora en los asientos traseros iba metiendo mano a su acompañante. Incitando con tocamientos a la señorita Adela, que tampoco hacía ascos y se dejaba toquetear entre las piernas y demás lugares eróticos.
A la vez que ella hacía lo propio con su deseo voraz de dejarse montar y a ratos tomar iniciativas poco acomodadas para disfrutarlas desde los asientos de un utilitario mas bien reducido.

Aurora, desde el espejo retrovisor no se perdía el festejo de los dos amigos, que ya sin disfraz estaban comiéndose descaradamente, en un acto sexual certificado y con las exageraciones y dificultades que suelen comportar el joder a una hembra en los asientos de un coche incómodo.
Dada la desconcentración Guillermo; hacía un adelantamiento imprudente, que acabó en tragedia, al colisionar mortalmente con un camión de transporte de áridos.
Aquel coito iniciado por Mateo y Adela, quedó paralizado __ipso facto__. Inmediatamente inmovilizado, en aquel mismísimo segundo, muriendo en ese instante Guillermo, el conductor y responsable del brutal golpe.
Se armó la tragedia en tres segundos, que fue el tiempo que usó Guillermo para extraviar la mirada hacia atrás y dejar de observar la carretera en un adelantamiento temerario, por vislumbrar a su amiga desnuda, mientras se la tiraban en lugar y tiempo no propicio.
El chófer del camión, también se quedó en el sitio, sin darse ni cuenta, que perdía su hazaña, por el antojo de la insensatez.
El auto conducido por Guillermo Astrain, quedó en un amasijo de hierros, plástico y sangre.
Perdiendo la vida él mismo. Los daños de Adela Galindez la desenfrenada, fueron irreversibles. Aferrándose a su existencia por un hilo, en el momento que disfrutaba de su último orgasmo.

Después de varias operaciones mantuvo sus entrañas y con dificultades, pudo salvar el pellejo, quedando parapléjica.
Ningún órgano de su cuerpo funcionaba, excepto su cabeza, su inteligencia y sus remordimientos.
Su novio Mateo, el que la hacía disfrutar y perder el lamento mientras copulaba debajo de ella, amortiguó el golpe y a parte de las magulladuras y hematomas deformes, fue el único que salió ileso del encontronazo. Al evitar el daño el propio cuerpo desnudo de Adela y las molduras y esponjas del molludo asiento trasero.

Aurora, que desde la preferencia de copiloto envidiaba, como hurgaban a su amiga, a la vez que disfrutaba del espectáculo y del regocijo que le provocaba ver a Mateo desnudo y potente, entrarle para darle gozo a su amiga, tampoco evitó sufrir ciertos desgarros.
Así mismo, tuvo que pasar por el quirófano, para reconstruirle el rostro, piernas y brazos despedazados, subsanando a su vez, delicadas fisuras en el cráneo.

En sus pensamientos, dulcemente recordaba y comparaba la última gozada sexual que disfrutó su amiga Adela, tan distinta de las que ella aquejaba en aquellas noches sevillanas en compañía de su difunto. Sin adivinar como finalizaría su existencia.
Fue ardua la recuperación de las lesiones, llevándole por más de dos años de curas y operaciones, mientras la familia de Adela, la internaron en un alojamiento de personas con dificultades físicas y atención parapléjica.

Mateo y Aurora, se volvieron a ver con el tiempo en la residencia donde Adela está ingresada y jamás le dijeron, que en la actualidad, Aurora duerme y es valida por quien fornicaba con Adela, en el trágico accidente.










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