martes, 28 de junio de 2016

La hipnosis de las cuevas

Me decía mi sexto sentido, para mis adentros, sin que nadie lo percibiera como al comienzo del cuento "( San Juan el bautista y los demás) "

http://emiliomorenod.blogspot.com.es/2016/06/san-juan-el-bautista-y-los-demas.html

                              

Como se trataba de la verbena de San Juan, y con la poca costumbre de pasarla fuera de mi ámbito, no tienes que preocuparte de nada más que tener llena la faltriquera y no es del todo cierto esta  afirmación. La preocupación la regalan sin comprarla, es más gratuita de lo que nos imaginamos.

Asimismo de todo lo referido como preámbulo, el sueño de encontrarme con un amigo del inicio de la juventud, me tenia inquieto, por no saber muy bien lo que me deparaba mi intuición y destino.


Porque lo había soñado antes de que sucediera, y no dando crédito a mis elucubraciones lo reflejé por adelantado para provocar al sueño y a la realidad.

David Wenceslao, como referí antes es un gran tipo, y además es cierto que hacía un mundo que no visitaba, tanto que había perdido su contacto; por desconocer donde se había metido, una vez que desapareció con Gloria. Si soy sincero, no me acordaba de él en ningún instante.





Más de cuarenta calendarios, que no le notaba ¡Tan cierto como lo digo! , ¡Que fuerte es todo!, cada pormenor, cada inclinación, cada ilustración que me alcanza, cada conjetura que practico, me transporta a los años setenta.



Lo que jamás imagine, volviera a tropezar con él, en un lugar tan inesperado y además haberlo soñado antes de que sucediera. ¡Es raro verdad! Sin embargo dejen que instruya la narración paso a paso y punto por punto, para no perderme en el asfalto de mi cerebro y cometer errores gruesos de bulto


La noche del 23 de junio, por costumbre desde hace años, no salimos nos quedamos cerca, sin montarnos en vehículos, ni en aviones, ni siquiera darnos un paseo por los alrededores más cercanos y conocidos. En cambio en esta celebración; la que corresponde al año 2016, tomo una decisión de canje y poner patas arriba mis creencias y mis costumbres y me monto en el autocar de "Mas que viajes" y me enredo en una verbena, que a la postre no fue, porque no hubo ni baile, ni meneo de fiesta, ni atracción ajustada a término. O sea de regocijo nada de nada.
Tan solo comimos unos pedazos de coca de ceremonia, acompañada por unos tragos de coca cola. Y ahí quedó mi fiesta, también es verdad que estaba bien acompañado, por personas afines a mí y fuimos como aquel que dice los más agraciados, sentados en un paseo del Grao de Castellón, habiendo dado un paseo por la playa del Pinar, para observar desde lejos las hogueras de la "Nit de Sant Joan".

Ahí comienza la diferencia, la anormalidad de lo consecuente, esa noche nos apartábamos de la gente para ir a descansar que ya pasaban de las doce de la noche, ocupando la suite 126 del Gran Hotel Golf Playa, en la ciudad de Castellón, donde el cansancio y la rigidez del colchón evitó que fuera una noche de total y absoluto descanso y desconexión.

Nada apreciable a mi sensibilidad y al ojo humano, ni nada que fuera más allá de lo que se considera dentro de los parámetros de la normalidad.

Sin tiempo para canalizar los acontecimientos del sueño, de la imaginería, de lo raro, transcurrió la noche y al cabo; sonó el despertador y nos despertó a todos tomando por el mango de lo inevitable y situarnos de nuevo abocados a la tolvanera de lo habitual para partir con presteza con el autocar que conducía Félix, un conductor muy profesional, que gozaba de la confianza de cuantos íbamos en los acomodos del bus.

Igual decir de su acompañante el guía de la empresa de viajes, que asesoraba a su modo y conveniencia de cuantos reflejos y efemérides habían sucedido, al pasar por las distintas localidades hasta llegar a las cuevas de Sant Josep.

El sorteo estaba echado y nos fue a tocar en la barca número ocho, un gondolero que parecía se iba enseñando al lado de otro más preparado que le decía por donde debía tomar aquella calle, o como pasar por entre la estalactita que vertical pendía del techo de la gruta.

No situaron dentro de la barcaza, por tamaños de peso y estatura, y el sorteo me llevó justo al lado del que con sus enseñanzas instruía al principiante.
Al pronto, le reconocí, no cabe duda _ pensé_ es Dawor, sin duda, más viejo, muy envejecido y acabado, pero sin duda es él.

Dawor sabía que en algún momento coincidiríamos, y fue entonces, cuando por un efluvio emanado desde la cavidad central de la cueva, quedaron los que viajaban en mi barca, como estupefactos, rígidos, agarrados al borde de la góndola, sin sacar los brazos hacia fuera, como les había instruido momentos antes de hipnotizarlos.
Se dirigió a mí y me dijo _ No es casualidad el encontrarnos después de tanto tiempo, ni lo pienses. No vayas a creer que por tu elección tomaste el camino y reservaste plaza en esta excursión para disfrutar de cuatro días en la Costa del Azahar, con tus amigos.

_ Que quieres decir Dawor, que has sido tú el que has preparado esta historia, que fuiste el responsable y me sobre viniste en sueños, antes del comienzo del viaje, y que he llegado a la 126 del Hotel Golf, para y porque tú, querías verme.
_ No yo no he sido, pero veo que tampoco ves mucho más allá de tus narices. No te has percatado que Rosa Mary, aquella muchacha, amiga de Gloria, que vivía en la calle la Rapa, ¿viene también en este viaje?

_ Ah; pues ni la he conocido ¡Claro hace tantos años, de aquello!
Pues tú verás porque ahora se os va a pasar la embriaguez de la hipnosis, y nos vamos a reconocer todos.
La existencia es tan caprichosa como la propia naturaleza. Nos había juntado a los cuatro bailadores del Ateneo, cuarenta y tantos años después en un lugar distante y de forma poco convencional.

_ Entonces Dawor, con tus poderes, nos has conjurado a todos nosotros por un capricho tuyo?

_ No, yo no he sido, realmente quien ha provocado esto han sido Gloria y Rosa Mary, que por lo visto, no supieron elegir y se hicieron daño una a la otra, separándonos a todos, con engaños para que cada cual buscara su felicidad a su manera.

Aquel tipo alegre, tenía su estrella cambiada, o por lo menos la tuvo en un tiempo siendo original y poco agraciado.
David W. Ordóñez, uno de los barqueros de las cuevas de San José, en este Vall D'Uxó típico y natural, otra persona llamada a ser acomodador del cielo, cuando se deban distribuir las plazas de los Bienaventurados.






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