Se ha despertado mojada
Carla
se revolvió en sus propias sábanas que mojadas por aquel deseo de pasión, la estaban
confundiendo. ¿Es deseo sexual?_, se preguntaba aturdida y muy excitada;
demasiado para entenderlo_ o es que me atrae más, de lo que me creía_ Confirmó para sus adentros
sin dejar de pensar en Cándido.
Se
había despertado con aquella calentura pasional, furor amatorio de una mujer
poco usada, casi olvidada, sin tener a nadie a su vera. Desnuda como una posesa
desesperada se levantó de la cama empapada y se fue a la bañera a quitarse aquel
aceite que deja impregnado en la piel, los rigores del ardor genital que le
abrasaba los pechos, si dejar de pensar en el rubio humorista que le había
echado los tejos. Intentando conquistarla frente a la Embajada. Mientras en un
arrebato de impaciencia, Carla había perdido la entereza, los papeles y la
tranquilidad.
Miró
el reloj y comprendió que era muy tarde para llamarle, que no eran horas para
despertarle. Las dos de la madrugada, aquella Nica tan ardiente, tan oxidada
por sus privaciones, tenía ganas de meneo. Ahí en caliente, jugueteando con
ella misma dentro de su bañera, tan enjabonada, tan fresca por fuera y tan
candente por dentro, se resignó a que sus hormonas se desbarataran a lo loco y
sin freno.
Dejó
de acariciarse el sexo y se levantó de su posición de tendida supina plana y
boca arriba, cubierta por los detergentes pringosos y por la película
disimulada que deja el agua helada, queriendo evitar un onanismo provocado, una
masturbación flagelante y se fue directamente a buscar su celular, marcando el
privado del hombre que ocupaba su memoria, y su inmoralidad. Comenzaba a meterse
dentro de ella con aquella fuerza inexplicable. Como se suelen instalar los
retazos del amor y del deseo.
Marcó
y no tuvo que esperar demasiado en recibir una respuesta fonética de sobresalto,
un ruido extraño, un sonido raro y gutural
de exclamación.
_¡Dígame!_
Habló Cándido con preocupación al no esperar aquella llamada hecha a horas
intempestivas. Aquel abonado aún no lo tenía grabado en su Smartphone y
desconocía el alcance y el autor de la llamada.
_
Hola Cándido, ¿Segura estoy de que dormías? _ Le habló con suma predisposición
y con deseos de ser conocida, de ser esperada, de ser necesaria.
Empleando un diapasón y una tonalidad súper
sensitiva, voraz y con una cadencia encantadora.
_
¡¿Quién eres, te conozco?! Debe ser que ¡sí!
por tu valentía en marcar mi privado a estas
horas y además debe ser muy importante, ¡qué digo casi urgente! no pudiendo esperar
a mañana ¿verdad? Monada.
No
dormía, ni creo que pueda hacerlo en días, estaba traspuesto; pero ese es otro
tema. ¡Dime quien eres! y veré si te cuelgo, o te mando al cuerno directamente.
_
Soy Carla _ Sonó con voz de auxilio, sin precipitaciones, haciéndose un
silencio perpetuo que se contuvo, a lo largo de dos inacabables segundos_.
Cándido atendía estupefacto mientras se incorporaba y quería entender en aquel
instante tan preciso, a que se debía aquella interrupción en la noche
Nicaragüense, notando su prisa al respirar, aquella forma que se usa cuando se está
muy desesperada.
_
Eres tú, la Carla que yo conozco tan apenas, aquella mujer segura e hiriente a momentos,
que busca una visa para perderse por España ¿con su hijo?
La
guapa mulata que pasa de los tíos sin posición ni recursos y que tan segura
está de sí misma, que hasta le ofende que un humorista rubio y zumbón le regale
¿Piropos decentes? ¿Eres tú la misma mujer?;
¿La misma?_ Dejó de hablar para escuchar que era lo que apelaba Carla.
_
¡No te rías de mi!_ imploró Carla _ ¡Quieres, por favor no humillarme! No sé qué me pasó, perdona, quería que me dispensaras
por mi trato de esta mañana.
¡Me
gustas, y te deseo!
Creo
que lo habrás notado, tu eres un tipo muy listo y has percibido que cuando
hablamos dije todo lo contrario a lo que sentía. Bien sea por falta de
seguridad, vergüenza o por miedo.
Esta
noche he despertado muy mojada soñando contigo, fuera de mi, como si me
estuvieras amando sin escándalos.
Has
de entenderme, malos rollos no quiero, vengo de sufrir mucho y creo, en el amor.
Necesito creer en que alguien me ame de veras, que no me folle solo por sumar
otra conquista absurda a la colección de tontas. Para explotarme como a una puta
gratuita, hacerme daño y al cabo me arroje a la basura como una colilla; de un punta pie.
Creo
en ti, sé que eres buena persona de la que me puedo fiar, y aunque no lleguemos
a nada, para mi es importante conocerte y tratarte. A pesar de tu simpatía, y
tu graciosa forma de decirme en cuatro palabras que te gusto, me has dejado
tocada por tu personalidad.
No
quiero nada material tuyo, ni lo necesito, pretendo que me ames, me conozcas y
luego cuando llegue el día que te vayas a tu sitio, sin que nadie intervenga,
tú decidas, solo tú.
Los
abuelos de Estela, recorrían Zaragoza con su Opel Kadett, se dirigían a recoger
a su nieta. El plazo de tenencia establecido por el juez acababa y Jimena,
esperaba en la plaza del Pilar, para entregar a la niña, a sus abuelos paternos
durante aquella quincena. El entusiasmo de la cría se hacía patente y la
ilusión de retornar con sus yayos, le permitía brillar como un lucero.
El
intercambio, no se hacía en los respectivos domicilios, quedaban en un punto de
la ciudad y allí se encontraban y como si se tratase de un vulgar paquete, se
hacía el servicio. Entre Jimena y Javier estaba todo completamente roto, tanto
que jamás se podría solucionar.
Aquel
sueño burlesco a Javier, hacía tiempo se le repetía constantemente y la rabia
contenida, el veneno que el padre de Estela llevaba en sus adentros para con su
ex mujer, la señora Jimena Cuervo, aun no se habían solidificado ni siquiera enmohecido.
Aquellas
imágenes de engaño y perfidia que vieron los ojos del vendedor eran demasiado
fuertes para dejarlas de lado. Enganchó infraganti a su mujer en la cama con un "mariachi",
mientras su hija se desgañitaba en lloros por el hambre. Esos dibujos quedaron soldados a su
memoria con fuego y llanto.
Por
lo que el trato de los padres de Javier, con la madre de Estela era muy
postizo, ellos ¡sí! hablaban con Jimena, de temas de la niña y se cuidaban mucho
en no faltarse el respeto, ya que pasase lo que fuera, ella, Jimena, jamás
dejaría de ser madre de Estela, la mamá de su nieta, y ellos los abuelos
contribuían a que este entente se mantuviera.
Los
ancianos aparecieron frente al Pilar, y ya desde unos metros Estela comenzó a
correr en busca de ellos para abrazarlos. Tras los saludos de cariño, se
acercaron hacia donde aguardaba Jimena y tras una cordial reverencia fingida,
comenzaron su palique, poniéndose al corriente de lo que precisaba la niña, si
tomaba alguna medicina, y las novedades existentes.
_
He llamado a Javier, para adelantar un poco la fecha de entrega de mi hija,
puesto que me ha salido un buen trabajo en las afueras de Zaragoza, y mientras
me hacen la prueba de capacitación ustedes han de tener a mi niña_ les dijo
secamente Jimena a Mercedes y Alfonso.
_
¡Lo sabemos! anoche, nos llamó Javier desde América, y nos puso al corriente de
todo, no te preocupes, y utiliza el tiempo que te haga falta. Ve tranquila a tu
examen y que todo te salga bien. A la niña como sabes no ha de faltarle nada,
no perderá colegio y sus actividades extra escolares las seguirá cumpliendo como
siempre_ Comentó la abuela Mercedes_, mientras Alfonso tenia de la mano a su
nieta, que ya comenzaba a tirar de ellos para perderse en aquel Opel Kadett,
que estaba aparcado en el aparcadero bajo de aquella plaza.
_
Que saben de Javier, ha de estar mucho tiempo allá_ preguntó Jimena con interés
a Mercedes_ porque esto de la custodia imagino que ustedes saben; es él quien debe afrontar su parte de
responsabilidad, ustedes deberían estar al margen. Sostengo que en su casa la
niña, únicamente es una consentida y luego me toca a mí batallar con su carencia
de educación_. Acabó la frase con mucha guasa
_
Mira Jimena, estos temas los hablas tu directamente con mi hijo, y vosotros sabréis
que forma adoptáis, cuánto tiempo se queda etc., porque lo que yo te diga,
sabes que no tiene valor. Es él; el
padre y es un asunto primordial para Javier, que sin duda sabrá cómo debe
actuar, sin hacerte ni buscarte problemas a ti.
Alfonso
se estaba enterando de toda la conversación que mantenía Mercedes con Jimena_,
sin dejar de la mano a su nieta_ sin hacer el mínimo esfuerzo por acercarse a
su nuera, y decirle todo aquello que le venía en ganas gritarle. Por lo que decía
y además por lo que su figura daba a entender desde lejos. Hasta que Mercedes
preguntó sin ademanes a Jimena, aquello que a todas luces se veía a las claras_
¿Ya sabe mi hijo que vuelves a estar en estado?
_
Javier no tiene nada que ver con mi nueva vida sentimental, yo hago lo que me
sale de la concha con mi vida y no tengo por qué dar explicaciones a quien se
ha portado tan odiosamente conmigo ¡Si estoy de tres meses! pero esto no
significa que me vaya a morir, ni deje de seguir consiguiendo lo que es mío. Si
les viene en gana le pueden participar a su querido hijo la buena nueva.
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