martes, 4 de febrero de 2014

El wáter cósmico _Combinaciones_





Elvira ha sido una niña hermosa desde su infancia. Los padres la utilizaron de una forma incomprensible, sin reparar en lo que sería su futuro.
Comenzaron en su tierna edad a los cuatro meses, con sesiones fotográficas para la publicidad de bebés y siguieron después toda la clase de castings y de pasarelas. Dejando al lado las posibles ilusiones de niña y la cotidianeidad de lo que hubiese sido la vida de Elvira.

Cursos de primaria y secundaria inacabados, asignaturas pendientes ejercicios sin hacer, falta de puntualidad, absentismo escolar, ausencia de las tareas más comunes y necesarias en su periodo de aprendizaje. Todo lo que no procedía es lo que se veía obligada a realizar que derivaba de una profesión obligada y que interfería dentro de la vida de una chiquilla. Compartiendo viajes y desplazamientos, con sus deserciones a lo primordial, de su enseñanza, rutina ésta a la que la propia Elvira fue aceptando como natural, ya que no conocía otra, dejando paulatinamente los juegos infantiles, amiguitos del barrio y derivados de un crecimiento uniforme, dentro de una familia obsesionada por el glamur de la niña y por el dinero ganado fácilmente a costa de los hijos.

Tan solo conservaba el cariño por Robert, un joven de su edad que además de ser vecino suyo, se había ganado con su bondad y paciencia una amistad que ella llevaba algo más lejos y que siempre necesitaba. Una especie de atracción brutal que a ella le bendecía y confortaba. Un amor aparcado que desempolvaba cuando podía y que siempre que lo necesitaba, buscaba y hallaba. El punto de conexión con la normalidad, el equilibrio en su escenario natural. Robert era su referente físico real y corporal, la cordura tras tantas carreras, tantas prisas y tantas vicisitudes para agradar a productores y a divos de la Alta Costura.

Robert había acabado los estudios medios y se había colocado a trabajar en la droguería de sus padres en su ciudad natal Badalona, donde seguía a distancia los pasos de la ya, famosa modelo de ropa interior y complementos femeninos que viajaba por el mundo. El joven enamorado de la Elvira mujer, que ya pasaba y estaba aburrido de la irradiación que desprendía Elvira, en el plano profesional.

Aquella niña, vecina suya, la que tantas veces como pudo le había asegurado que no existía otro más que él. Se había transformado en un objeto de deseo, una mujer guapa y anhelada por todos y que esperaba que algún día volviera a su lado y comenzaran una vida en común fuera de los flashes, de los enredos y de esos viajes interminables que no tenían fin. Esperaba que en algún momento todo aquello finalizara y Elvira fuera la joven que él sabía era y que necesitaba cada día más.


Metchild estaba en plena jornada de trabajo, con todo el ajetreo que lleva la coordinación de los almacenes centrales de mercancías de una empresa puntera de Managua que suministraba artículos de oficina a todo su país. Ella como responsable de sección, no podía más que exigir se cumplieran los plazos establecidos dentro de su departamento, pero como mujer a menudo en aquella jornada su mente huía del trabajo y se escapaba junto a Manolo recién llegado a su Nicaragua querida en espera de saber de ella.

Metchild Sröeder nacida de padre alemán y madre Nicaragüense, educada desde el conflicto de Somoza en los Estados Unidos, es una mujer muy preparada que domina un par de idiomas y que además esta licenciada en Economía. Al finalizar su preparación en Boston volvió con su familia, aprovechando la coyuntura de su país en fase emergente dándose coincidencias profesionales para proporcionarle justo a su regreso un empleo muy interesante y con posibilidades amplias de prosperidad.

Una combinación perfecta del carácter ario. Estirpe homogénea con una gran amalgama de fenotipos, que la hacen fuerte y genéticamente rica, mezclada con la sangre y las huellas de la Acahual inca, proveniente por parte de madre, fusionan la personalidad de Metchild. Sangre teutona enraizada con la esencia de las montañas y lagos de centro América, hacían el carácter y de la personalidad de la señora Sröeder una hembra de mucha valía y con amplios valores humanos.

Su simpatía se hacía visible, sin ser empalagosa ni fácil, su educación natural y serena junto con la preparación recibida hacía de ella un encanto de persona, tan comedida como una sinfonía de Wagner, exacta.
Madre de un muchacho de quince años y que tenia estudiando en Canadá, fuera de las costumbres poco aconsejadas y tentadoras habidas en su contorno y que no beneficiaban  a ningún adolescente.
En el país todo estaba por hacer y los conflictos en las calles aun eran frecuentes, malas compañías, vicios juveniles y poco gobierno en la política para la preparación de nuevas generaciones.

Sabiéndose ella mujer sola, con un trabajo de esos que son estresantes, decidió desde el despunte de la infancia de René, que su hijo sería educado en una institución reconocida y sólida, como a ella le había permitido aprender todo lo necesario para su futuro y que a pesar de estar separado de él, valía la pena ese sacrificio en pos de su bien.

La madre para mitigar algo esa distancia, hacía viajes a menudo desde Managua a Montreal para recibir y entregar, aunque fuera en poca medida el calor de su hijo.

Metchild comenzaba a gozar ahora de la tranquilidad y el sosiego  tras haber pasado sus momentos de inquietud y de poca estabilidad. Había recién finalizado una relación un tanto difícil con Julen un guardaespaldas de uno de los políticos que están en la cresta de la ola en Nicaragua.

Su cercanía, amistad, y confianza con Manuel, y ese anhelo de conocerle en profundidad, hacía que viviera una etapa distinta y esperanzadora.
En uno de los respiros que el agobio del trabajo proporciona aprovechó para marcar el teléfono de Manolo.

_ Hola, ¡dígame! _ Respondía a la llamada sin mirar el display del teléfono.

_ ¿Manuel? _ Eres tú, soy Metchild, perdona la tardanza pero cuando quieres que las cosas vayan rápidas parece que se atascan en algún lugar.

_ ¡Hola guapa!, no padezcas. Sé que estás en tus horas laborales y eso lo entiendo a la perfección_ le respondió Manolo caballerosamente, con un alivio en su cuerpo, que no pudo contener a pesar de pasarle desapercibido a la comunicante, esperando continuara en su charla amistosa mostrando una atención cariñosa.

_ ¡No es eso! ¡Mira que rabia! Hoy pretendía fueran los líos habituales del departamento más suaves para poder idear la estrategia de encontrarnos de forma espectacular y todo se ha complicado. No sabes el enfado que llevo. Sin embargo no quiero retrasar más nuestro encuentro y hoy cenaremos juntos y veremos una comedia musical en el teatro Nacional Rubén Darío.

_ Es una buena idea y estoy encantado_ comentó convencido Manuel, imaginando como sería en verdad la estampa de Metchild, que tan solo conocía por foto y aún y con toda la tecnología, los medios de difusión de imágenes personales, él sabía que a las personas se les conoce cuando se les trata y la primera impresión es la que de alguna manera marca el desarrollo de lo que viene.

_ Pues no se hable más Pajarito_ con cariño calificó a Manolo_. Te llamo momentos antes de mi salida de la oficina y podemos quedar en el restaurant del Hotel los Robles, que es si no me equivoco donde te alojas y donde cenaremos, que está cerca a tan solo un paseo del teatro Rubén Darío_ ¿Te parece bien? preguntó a la vez que lo daba por hecho la guapa Metchild.
_ Por mi encantado, envíame un mensaje cuando salgas para estar preparado y te espero con impaciencia y muchas ganas de abrazarte.

_ ¡Bien papito! Hasta entonces.


El embarque de los sanitarios con destino a los tres países americanos: Costa Rica, Nicaragua y Perú partían del aeropuerto de Barajas en Madrid, una vez habían llegado por carretera desde las instalaciones fabriles radicadas en Malpica, una zona industrial a las afueras de la ciudad de Ebro. Tal y como habían previsto desde el departamento de Logística de la empresa Schissen Lecker, al mismo tiempo que  viajaban hacia Tacna los tres administradores de la firma de sanitarios. Natalio, Jürgen y Angüela.

Un viaje que surgió por capricho de Natalio y como control hacia Ángel de la Rosa que era la guinda que molestaba al directivo por motivos muy personales.
A última hora y como excusa para el viaje, inmiscuyó a Jürgen Otto y a su mujer Angüela Kronen Muller, delegada de distribución y a su vez esposa del director de Ventas.

Máximo responsable de la aventura americana y garante distinguido del Kosmiche Wasser frente a la Casa Matriz Schissen Lecker en Alemania con el control de la expansión del mercado en la zona americana.

Motivos irrelevantes e injustificables que querían argumentar para la necesidad del viaje de los tres ejecutivos, por ciertos desordenes mercantiles que los responsables creían ver en uno de los vendedores que debían abrir brecha en la zona y que dadas unas extrañas diferencias entre Natalio y Ángel de la Rosa, futuro yerno suyo que se ausentaba de Zaragoza para liderar ventas en la ciudad de Tacna, cuando su enlace matrimonial con su propia hija estaba prevista en menos de dos meses.


Javier había recibido en sus indicaciones que los accesorios y sanitarios los tenía dispuestos en uno de los hangares de aeropuerto de Juan Santamaría en la capital Costarricense y que desde allí los llevaban  a las instalaciones que la empresa había reservado cerca de la capital Tica.   

Disposiciones que la firma de wáteres necesitaba para su acopio y entrega, aparte de otros menesteres que surgirían del propio negocio como oficinas, puntos de distribución, demostraciones a mayoristas y personal representante, servicios de atención a los industriales de la zona y demás cuestiones derivadas de las ventas del producto.
Por lo que sin demora puso un aviso a Sor Marianela de las Vírgenes Puras, para llevar rápidamente su primera demostración en el convento de las madres Trinitarias  que se encuentra en el centro de San José.

Elvira ya estaba dispuesta a viajar a Cartago, después de haber pasado la noche de sexo con su ya, amigo Javier que sin duda con la primera demostración y con el trasiego del recibo de los sanitarios en breve, se había descabalgado o por lo menos aminorado sus artes amatorias.
La guapa modelo ya llevaba el camino de Cartago. Aquella mañana salió del apartamento de Javier tras haber pasado una noche a todo gas. Habiendo disfrutado como le apetecía de la vida y de la compañía de los hombres, que a ella les encaprichaba. Olvidando de pleno a Robert, que a buen seguro estaba despachando pintura y disolventes en la droguería familiar, en el corazón del barrio de la Salud de Badalona, esperando se hiciera efectivo el abandono al que lo tenía sometido.
Javier la había llevado al enlace de transporte donde tomó un bus que la llevaría directamente a la ciudad donde tenía que realizar su demostración, con el desfile de prendas intimas femeninas  de Women’s signos incites, de la colección Every body for Women.


Los tres directivos de la Schissen Lecker habían abordado sus acomodos en el avión. Un Airbus grandioso que les llevaría directamente a Lima, y desde el propio aeropuerto, harían transbordo a otra nave más reducida que les acercaría a Tacna. Aprovechando una oferta de la Agencia Masqueviatges que es la empresa turística que les gestiona los pasajes a todos los empleados de la compañía de sanitarios.

Angüela Kronen Muller Ruiz, hija de un alemán y de una española emigrada desde Calahorra, en la provincia de Logroño, en los años treinta del siglo pasado, poco antes de la segunda guerra mundial, era una mujer valiente  y arriesgada, que mantenía su matrimonio por conveniencia. Se había emparentado con Jürgen Otto, director de ventas y ejecutivo muy influyente dentro de la firma de sanitarios, tras una ruptura con su primer marido. Un médico reconocido de Múnich que tenía una clínica donde atendía a sus clientas adineradas estirándoles la piel y dejándolas más jóvenes.


to be continued



0 comentarios:

Publicar un comentario