Esta historia conecta con la última entrega
que se hizo que se adjunta el link
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Para recordatorio de otras entregas. ver los siguientes links
Elvira
ha sido una niña hermosa desde su infancia. Los padres la utilizaron de una
forma incomprensible, sin reparar en lo que sería su futuro.
Comenzaron
en su tierna edad a los cuatro meses, con sesiones fotográficas para la
publicidad de bebés y siguieron después toda la clase de castings y de
pasarelas. Dejando al lado las posibles ilusiones de niña y la cotidianeidad de
lo que hubiese sido la vida de Elvira.
Cursos
de primaria y secundaria inacabados, asignaturas pendientes ejercicios sin
hacer, falta de puntualidad, absentismo escolar, ausencia de las tareas más
comunes y necesarias en su periodo de aprendizaje. Todo lo que no procedía es
lo que se veía obligada a realizar que derivaba de una profesión obligada y que
interfería dentro de la vida de una chiquilla. Compartiendo viajes y
desplazamientos, con sus deserciones a lo primordial, de su enseñanza, rutina
ésta a la que la propia Elvira fue aceptando como natural, ya que no conocía
otra, dejando paulatinamente los juegos infantiles, amiguitos del barrio y derivados
de un crecimiento uniforme, dentro de una familia obsesionada por el glamur de
la niña y por el dinero ganado fácilmente a costa de los hijos.
Tan
solo conservaba el cariño por Robert, un joven de su edad que además de ser
vecino suyo, se había ganado con su bondad y paciencia una amistad que ella
llevaba algo más lejos y que siempre necesitaba. Una especie de atracción
brutal que a ella le bendecía y confortaba. Un amor aparcado que desempolvaba
cuando podía y que siempre que lo necesitaba, buscaba y hallaba. El punto de conexión
con la normalidad, el equilibrio en su escenario natural. Robert era su
referente físico real y corporal, la cordura tras tantas carreras, tantas
prisas y tantas vicisitudes para agradar a productores y a divos de la Alta
Costura.
Robert
había acabado los estudios medios y se había colocado a trabajar en la
droguería de sus padres en su ciudad natal Badalona, donde seguía a distancia
los pasos de la ya, famosa modelo de ropa interior y complementos femeninos que
viajaba por el mundo. El joven enamorado de la Elvira mujer, que ya pasaba y
estaba aburrido de la irradiación que desprendía Elvira, en el plano
profesional.
Aquella
niña, vecina suya, la que tantas veces como pudo le había asegurado que no
existía otro más que él. Se había transformado en un objeto de deseo, una mujer
guapa y anhelada por todos y que esperaba que algún día volviera a su lado y
comenzaran una vida en común fuera de los flashes, de los enredos y de esos
viajes interminables que no tenían fin. Esperaba que en algún momento todo
aquello finalizara y Elvira fuera la joven que él sabía era y que necesitaba
cada día más.
Metchild
estaba en plena jornada de trabajo, con todo el ajetreo que lleva la
coordinación de los almacenes centrales de mercancías de una empresa puntera de
Managua que suministraba artículos de oficina a todo su país. Ella como
responsable de sección, no podía más que exigir se cumplieran los plazos
establecidos dentro de su departamento, pero como mujer a menudo en aquella
jornada su mente huía del trabajo y se escapaba junto a Manolo recién llegado a
su Nicaragua querida en espera de saber de ella.
Metchild
Sröeder nacida de padre alemán y madre Nicaragüense, educada desde el conflicto
de Somoza en los Estados Unidos, es una mujer muy preparada que domina un par
de idiomas y que además esta licenciada en Economía. Al finalizar su
preparación en Boston volvió con su familia, aprovechando la coyuntura de su
país en fase emergente dándose coincidencias profesionales para proporcionarle
justo a su regreso un empleo muy interesante y con posibilidades amplias de
prosperidad.
Una
combinación perfecta del carácter ario. Estirpe homogénea con una gran amalgama
de fenotipos, que la hacen fuerte y genéticamente rica, mezclada con la sangre
y las huellas de la Acahual inca, proveniente por parte de madre, fusionan la personalidad
de Metchild. Sangre teutona enraizada con la esencia de las montañas y lagos de
centro América, hacían el carácter y de la personalidad de la señora Sröeder
una hembra de mucha valía y con amplios valores humanos.
Su
simpatía se hacía visible, sin ser empalagosa ni fácil, su educación natural y
serena junto con la preparación recibida hacía de ella un encanto de persona,
tan comedida como una sinfonía de Wagner, exacta.
Madre
de un muchacho de quince años y que tenia estudiando en Canadá, fuera de las
costumbres poco aconsejadas y tentadoras habidas en su contorno y que no
beneficiaban a ningún adolescente.
En
el país todo estaba por hacer y los conflictos en las calles aun eran
frecuentes, malas compañías, vicios juveniles y poco gobierno en la política
para la preparación de nuevas generaciones.
Sabiéndose
ella mujer sola, con un trabajo de esos que son estresantes, decidió desde el
despunte de la infancia de René, que su hijo sería educado en una institución
reconocida y sólida, como a ella le había permitido aprender todo lo necesario
para su futuro y que a pesar de estar separado de él, valía la pena ese
sacrificio en pos de su bien.
La
madre para mitigar algo esa distancia, hacía viajes a menudo desde Managua a
Montreal para recibir y entregar, aunque fuera en poca medida el calor de su
hijo.
Metchild
comenzaba a gozar ahora de la tranquilidad y el sosiego tras haber pasado sus momentos de inquietud y
de poca estabilidad. Había recién finalizado una relación un tanto difícil con Julen
un guardaespaldas de uno de los políticos que están en la cresta de la ola en
Nicaragua.
Su
cercanía, amistad, y confianza con Manuel, y ese anhelo de conocerle en
profundidad, hacía que viviera una etapa distinta y esperanzadora.
En
uno de los respiros que el agobio del trabajo proporciona aprovechó para marcar
el teléfono de Manolo.
_
Hola, ¡dígame! _ Respondía a la llamada sin mirar el display del teléfono.
_
¿Manuel? _ Eres tú, soy Metchild, perdona la tardanza pero cuando quieres que
las cosas vayan rápidas parece que se atascan en algún lugar.
_
¡Hola guapa!, no padezcas. Sé que estás en tus horas laborales y eso lo
entiendo a la perfección_ le respondió Manolo caballerosamente, con un alivio
en su cuerpo, que no pudo contener a pesar de pasarle desapercibido a la
comunicante, esperando continuara en su charla amistosa mostrando una atención
cariñosa.
_
¡No es eso! ¡Mira que rabia! Hoy pretendía fueran los líos habituales del
departamento más suaves para poder idear la estrategia de encontrarnos de forma
espectacular y todo se ha complicado. No sabes el enfado que llevo. Sin embargo
no quiero retrasar más nuestro encuentro y hoy cenaremos juntos y veremos una
comedia musical en el teatro Nacional Rubén Darío.
_
Es una buena idea y estoy encantado_ comentó convencido Manuel, imaginando como
sería en verdad la estampa de Metchild, que tan solo conocía por foto y aún y
con toda la tecnología, los medios de difusión de imágenes personales, él sabía
que a las personas se les conoce cuando se les trata y la primera impresión es
la que de alguna manera marca el desarrollo de lo que viene.
_
Pues no se hable más Pajarito_ con cariño calificó a Manolo_. Te llamo momentos
antes de mi salida de la oficina y podemos quedar en el restaurant del Hotel
los Robles, que es si no me equivoco donde te alojas y donde cenaremos, que
está cerca a tan solo un paseo del teatro Rubén Darío_ ¿Te parece bien?
preguntó a la vez que lo daba por hecho la guapa Metchild.
_
Por mi encantado, envíame un mensaje cuando salgas para estar preparado y te
espero con impaciencia y muchas ganas de abrazarte.
_
¡Bien papito! Hasta entonces.
El
embarque de los sanitarios con destino a los tres países americanos: Costa
Rica, Nicaragua y Perú partían del aeropuerto de Barajas en Madrid, una vez
habían llegado por carretera desde las instalaciones fabriles radicadas en
Malpica, una zona industrial a las afueras de la ciudad de Ebro. Tal y como
habían previsto desde el departamento de Logística de la empresa Schissen
Lecker, al mismo tiempo que viajaban
hacia Tacna los tres administradores de la firma de sanitarios. Natalio, Jürgen
y Angüela.
Un
viaje que surgió por capricho de Natalio y como control hacia Ángel de la Rosa
que era la guinda que molestaba al directivo por motivos muy personales.
A
última hora y como excusa para el viaje, inmiscuyó a Jürgen Otto y a su mujer Angüela
Kronen Muller, delegada de distribución y a su vez esposa del director de
Ventas.
Máximo
responsable de la aventura americana y garante distinguido del Kosmiche Wasser
frente a la Casa Matriz Schissen Lecker en Alemania con el control de la
expansión del mercado en la zona americana.
Motivos
irrelevantes e injustificables que querían argumentar para la necesidad del
viaje de los tres ejecutivos, por ciertos desordenes mercantiles que los
responsables creían ver en uno de los vendedores que debían abrir brecha en la
zona y que dadas unas extrañas diferencias entre Natalio y Ángel de la Rosa, futuro
yerno suyo que se ausentaba de Zaragoza para liderar ventas en la ciudad de
Tacna, cuando su enlace matrimonial con su propia hija estaba prevista en menos
de dos meses.
Javier
había recibido en sus indicaciones que los accesorios y sanitarios los tenía
dispuestos en uno de los hangares de aeropuerto de Juan Santamaría en la
capital Costarricense y que desde allí los llevaban a las instalaciones que la empresa había
reservado cerca de la capital Tica.
Disposiciones
que la firma de wáteres necesitaba para su acopio y entrega, aparte de otros
menesteres que surgirían del propio negocio como oficinas, puntos de
distribución, demostraciones a mayoristas y personal representante, servicios
de atención a los industriales de la zona y demás cuestiones derivadas de las
ventas del producto.
Por
lo que sin demora puso un aviso a Sor Marianela de las Vírgenes Puras, para
llevar rápidamente su primera demostración en el convento de las madres
Trinitarias que se encuentra en el centro
de San José.
Elvira
ya estaba dispuesta a viajar a Cartago, después de haber pasado la noche de
sexo con su ya, amigo Javier que sin duda con la primera demostración y con el
trasiego del recibo de los sanitarios en breve, se había descabalgado o por lo
menos aminorado sus artes amatorias.
La
guapa modelo ya llevaba el camino de Cartago. Aquella mañana salió del
apartamento de Javier tras haber pasado una noche a todo gas. Habiendo disfrutado
como le apetecía de la vida y de la compañía de los hombres, que a ella les
encaprichaba. Olvidando de pleno a Robert, que a buen seguro estaba despachando
pintura y disolventes en la droguería familiar, en el corazón del barrio de la
Salud de Badalona, esperando se hiciera efectivo el abandono al que lo tenía
sometido.
Javier
la había llevado al enlace de transporte donde tomó un bus que la llevaría
directamente a la ciudad donde tenía que realizar su demostración, con el
desfile de prendas intimas femeninas de
Women’s signos incites, de la colección Every body for Women.
Los
tres directivos de la Schissen Lecker habían abordado sus acomodos en el avión.
Un Airbus grandioso que les llevaría directamente a Lima, y desde el propio
aeropuerto, harían transbordo a otra nave más reducida que les acercaría a
Tacna. Aprovechando una oferta de la Agencia Masqueviatges que es la empresa turística
que les gestiona los pasajes a todos los empleados de la compañía de
sanitarios.
Angüela
Kronen Muller Ruiz, hija de un alemán y de una española emigrada desde
Calahorra, en la provincia de Logroño, en los años treinta del siglo pasado,
poco antes de la segunda guerra mundial, era una mujer valiente y arriesgada, que mantenía su matrimonio por
conveniencia. Se había emparentado con Jürgen Otto, director de ventas y
ejecutivo muy influyente dentro de la firma de sanitarios, tras una ruptura con
su primer marido. Un médico reconocido de Múnich que tenía una clínica donde
atendía a sus clientas adineradas estirándoles la piel y dejándolas más jóvenes.
to
be continued
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