jueves, 27 de septiembre de 2012

El corazón en la boca.


Tanto hablar de la emoción, cuantas veces escuchamos a los que nos rodean comentar, que su pasión es más conmovedora que ninguna. Nunca la describen lentamente, para que la podamos comprender.
¿Cómo se puede medir?  Es tan difícil, saber evaluar esas impresiones del cuerpo. O, quizás tenga que ver con el alma.  ¡Ay el alma!
Cuando se altera el pulso cardíaco, provocado por una reacción exterior, se siente una palpitación oculta, muy difícil de revelar. Los nervios se descontrolan y se precipitan derrochando una imprecisión desabotonada.
Quieren aflorar las turbes más intensas y duras, tanto por alegría, como por condena y tristeza. No es dolor físico, es un estado anímico, raro pero a la vez pertinaz.
Las dejo pasar ¡Entran todas! Se instalan ellas mismas a su modo, hinchándose las arterias, hasta que casi revientan, perdiendo el compás tranquilo y ganando aceleración el pulso, la sangre sedimenta mucho más precipitada, y nada detiene el circular de ese caudal, color rojo, con exceso de velocidad dentro de las venas del cuerpo.
¿Te aparecen lágrimas en los ojos?  Tratas de abrir y cerrar rápidamente los párpados para que no parezca representación frívola, y se diluyan sin frotar, que no sientan tu desasosiego, que no perciban tu agitación, casual sensación de espíritu. ¿Es un signo de debilidad?  ¡No lo sé! ¿Entonces por qué ocurre de tanto en vez? ¿Quién es capaz de informarme?
Acelera en décimas de segundo el corazón, parece que se va a salir de órbita, que se desprenda del cuerpo, por los talegazos que acuña. ¡Bárbaro! Auténtico y tan cierto como posible.
Alegre intenso, por tristeza y desazón. En ambas ocasiones ocurre, ¿Se podría morir así?  ¡En ese instante!  En todo caso es repentino, fugaz, rápido. ¡Ni se nota que te vas!
Con seguridad,  ¡Alguien muere así!
El corazón en la boca y en el corazón, una emoción loca.
¡A bien seguro en los labios una sonrisa!   ¿Puedes ayudarme? 
¡Inténtalo!


0 comentarios:

Publicar un comentario