Fue al sacamuelas le dolía
demasiado una encía y no podía resistir ese martirio tan agudo que se clava en
las sienes. Le dieron el numero de turno 73,
o sea que antes que él, habían setenta y dos personas con parecidos padecimientos.
No podía tener prisa, lo que
tenía era miedo, terror a abrir su boquita de piñón frente al dentista. Es algo
delicado que te extirpen cualquier cosa y además esperar que el señor doctor no
sea gruñón, no produzca dolor y no se equivoque, que tenga buen día y acierte ¡Eso también se ha de valorar!
¡Qué dolor! No podía ni vivir
con estos aguijonazos, era demasiado soportar para el cuerpo, aguantar esas
punzadas tan profundas, que zarandeaban hasta las ternillas del organismo haciendo
flaquear las piernas.
Aquello iba rapidito, el
doctor no perdía el tiempo, en chistes ni en circunloquios, tal como entraban
salían. Desenfreno total, rapidez en el desarrollo del fin del dolor,
extirpación de los problemas bucales. Tanto era así que se ilusionó en
recuperar la calma y el sosiego tras la exigua espera. Aquella consulta, era un encanto, se
accedía con sufrimiento y se despedía verdaderamente sanado.
_ Buenas tardes. ¡Qué le
pasa!
_ Pues, que debo tener una
muela careada, que me trae a carajo sacado.
_ Siéntese, abra la boca.
¡Nada! Eso no es nada. Verá que pronto,
finaliza este penar.
Antes de desaparecer los efectos anestésicos, empezó a
molestar algo. Ya en presencia del doctor, mientras le cortaba la hemorragia
bucal.
_Es normal que
tengas molestias después de una cirugía. Debes guardar reposo, no hablar, no masticar de ese lado,
no enjuagar la boca con nada, no escupir._
Dijo Don Cipriano._ Traga la
saliva, no escupas. Si no eres paciente y te da aversión la sangre en la boca,
usa una gasa estéril para limpiar la sanguinolenta saliva y límpiate con
frecuencia._ Seguía esgrimiendo el
Odontólogo, con cara de pocos amigos._ Luego ponte otra gasa estéril,
doblada varias veces encima de la herida, muérdela y quédate sentado, una hora,
quieto, mordiendo, estacionario, muy inactivo, ni caviles, déjate ir dentro de
tus corrientes, verás como a medida que pasen los minutos ganarás en
tranquilidad y en confianza.
Salió del Ambulatorio con una serie de consejos que el
propio Don Cipriano le regaló para que fuese menos complicada la recuperación.
Después que la anestesia no actúe, que se marchite el sopor del cloroformo, evitando
molestias previsibles.
Habían pasado unas cuarenta
y ocho horas, de morder la gasa, de estar sentado de no tragar, de no comer, de
no dejar de dolerse de su dentadura, de tener unos revolcones excepcionales, de
¡No vivir!
¡Dolor profundo! Hiere aún más. Ha
seguido tomando el antibiótico. No fue una
extracción laboriosa ni complicada y saliste del médico, sin más que los
consejos dados por Don Cipriano, pero a pesar de haber hecho absoluto reposo,
es posible que aún tarde en mejorar. _ Pensaba
el desafortunado Jaume. _ He
respetado los cuidados iniciales, desde que salí de la consulta. Son
fundamentales, pero no encuentro mejorías. Es posible que la herida esté infectada.
Es probable que no tenga un coágulo adecuado, que
no cubra el hueso. Es factible que el cuajo esté desprendido e infectado. Se halla
retraído la encía habiendo quedado un trozo de raíz al descubierto y se hayan emponzoñado
las paredes del alveolo dentario._ Todos
estos pensamientos pasaban por su cabeza cuando ya se dirigía a la consulta de
Don Cipriano._ Acompañado de Carmela, su compañera, una mujer sabelotodo
que además entiende de leyes, de medicina, de asuntos fiscales, puericultura,
finanzas, cardiopatías, medios para el adelgazamiento, en fin una mujer
lumbreras, una siete ciencias. Además, ¡Claro!
Ser, la persona más higiénica de la ciudad.
Al llegar a la puerta del consultorio, fue
recibido por la enfermera, que al verles, con aquella urgencia y a Jaume, con un
semblante tan mofletudo, tan rollizo, tan exageradamente inflamado, le dijo que
esperara, que no tardaría en ser atendido por el doctor.
Mientras Carmela, iba haciendo praxis y
teoría de lo que le podía haber sucedido a la muela de Jaume y le refería no
sin, entonación adecuada, de lo que seguramente sería y de donde le vendría la aparatosa
infección.
Él, se la miraba inmisericorde y no
pronunciaba palabra, primero porque no podía y después, con seguridad hubiese
sido corregido por la innata lucidez y
el conocimiento tan enorme que poseía aquella dama.
Don Cipriano, les hizo pasar y sentó a la
víctima en la butaca del martirio, la odontológica,
haciéndole abrir la boca como pudo. No tardó en saber qué es lo que le ocurría.
_ Jaume, ¿Así se llama usted? _ preguntó el
dentista._ Ummziii _ balbució
manifestando ese ruido gutural, intentando decir ¡Sí! Mientras tenía aparcados dentro de la boca
una cantidad de artilugios metálicos, propios de la función.
La compañera, que estaba a pocos metros de la
butaca profesional, quiso dar a don Cipriano, su opinión. _ Verá Doctor _: Se le ha infectado porque no ha llevado a cabo
todas las prescripciones facultativas que usted le indicó, poca profilaxis y
además, los analgésicos prescritos en su consultorio, tampoco los ha tomado,
debe tener una viral contaminación, que le proporciona esos dolores tan agudos
¿Verdad?
_ Además de todo eso que usted apunta señora,
¡Que es cierto! Le suprimí un diente sano, en lugar del que tenía afectado y
que debí haber sacado, puesto que la muela que le daba martirio, la sigue
teniendo._
_ ¿Y ahora, que hacemos?
_ ¡Begin the Beguine!
_ ¡Volver a Empezar!
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