martes, 15 de noviembre de 2011

Flecos tormentosos






Por el gozo de hallarte
llegaría a detener  mi huella,
pudiera estrujar mi estrella,
sueños y conquistas,
ese mundo de mi esfera.

Consiguiera  descifrar  la leyenda,
siempre a bien lo tuviera,
atraerme donde placiera y,
echar raíces en tu acera.

Vendería en el cielo parcelas
para los pecadores que carecieran
de crédito y de frontera.
En el fondo de las nubes negras pintaría
siluetas y alegres cenefas,
para disimulo de las tormentas.
Bajaría al paraíso de tus cueros y recitaría
líricas bellas, como si fueran
delirios  y trinos de tu piel bermeja. 

Fantasías  hermosas  de mis noches frías,
almacenadas en escenas delicadas,
desnudas, descalzas, descobijas
temblarían  en tus laderas corporales,
de miedo, vibrando y sin risas.

Orientadas en hileras trenzadas y sumisas,
junto al hechizo de tu mirada lasciva.
Vertiendo  gozo en tu cama taciturna.
Sensualidad nocturna,
repartida  en  cuerpos  desolados.

A Júpiter  arrendara el planeta para
celebrar tus actos.
Cantarán las estrellas en el Universo alto.
Musitando  partituras  excelsas de
aquellos  santos,  que descansan
en el cielo, por ser venerados.

Perla del mar eres morena,
más aún eres negra.
Sin embargo por tus besos yo muriera.
No eres de aquí, ni de cerca.
El mar entero atraviesa,
separando dos verbos,
impide celebrarlo,
 juntando los cuerpos,
embrujo y atracción son eternos,
frente a los espejos del lamento.

Antes de morir quisiera
conocer tus siluetas y palpar tus riberas,
atascarme con la luz de tus estribaciones bellas.
Quedar atrapado entre tus montañas esbeltas.
Ahogarme con el aliento que tu boca desprenda.
Intoxicar mi sangre con tu capricho de sirena,
permanecer  dormido y tu pudieras
arropar los flecos de mis vergüenzas.



Acariciar entera mi sombra guerrera
peinar mis fibras de formas diversas.
Arañar  mi cutis con uñas aguileñas,
entrar por mis poros y salir eterna
como lo hacen las causas con sus flaquezas.

Dejar los sentidos abiertos y que yo viera
esas pestañas armónicas y esa melena,
que  pende  hacia tu espalda tersa
como tú la peinas y sobre mi cayera.
Aterrizando en mi pecho como quisiera,
ser el aeropuerto secreto de tus miserias
y consiguiera suprimir la fiebre portada
en mil quimeras, abrasando mi piel
cual vulgar candela.

Todo es un cuento de hadas buenas
revelando  tus sueños de lentejuelas.
Yo creía ser más cuerdo que la decencia
acallando de pronto estas miserias,
mutando mis antojos en divergencias
sintiendo  en tus pechos y el mío, la diferencia.

Desenfreno mitigado por la conciencia
de esos falsos caprichos que no son ciencia,
fuerza brutal  intrínseca y espesa
que saliendo de tu escote busca una senda.

Todo es como un cuento que revelo
yo me creía mas cuerdo y más sereno,
callar mi parla no puedo,
afloro expedito signos de exceso.

Callar  veloz mis sentimientos,
no debo tampoco ser incompleto.
Si por ti parto,  seguro acierto,
caso contrario me azucen
como a los vientos.

Si ventilo estos versos es porque puedo
daño no hago al decir lo cierto.
Así escribo mi prosa de macilento
declamando estos  fragmentos,
muy poco ofendo.
Ni suenan feo ni muy obscenos.

El miedo lo borro por ser adverso
que sepan muy claro, lo que expreso.
Aquellos  que no siento y  espero.





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