Por
el gozo de hallarte
llegaría
a detener mi huella,
pudiera
estrujar mi estrella,
sueños
y conquistas,
ese
mundo de mi esfera.
Consiguiera descifrar la leyenda,
siempre
a bien lo tuviera,
atraerme
donde placiera y,
echar
raíces en tu acera.
Vendería
en el cielo parcelas
para
los pecadores que carecieran
de
crédito y de frontera.
En
el fondo de las nubes negras pintaría
siluetas
y alegres cenefas,
para
disimulo de las tormentas.
Bajaría
al paraíso de tus cueros y recitaría
líricas
bellas, como si fueran
delirios
y trinos de tu piel bermeja.
Fantasías
hermosas
de mis noches frías,
almacenadas
en escenas delicadas,
desnudas,
descalzas, descobijas
temblarían
en tus laderas corporales,
de
miedo, vibrando y sin risas.
Orientadas
en hileras trenzadas y sumisas,
junto
al hechizo de tu mirada lasciva.
Vertiendo
gozo en tu cama taciturna.
Sensualidad
nocturna,
repartida
en cuerpos desolados.
A
Júpiter arrendara el planeta para
celebrar
tus actos.
Cantarán
las estrellas en el Universo alto.
Musitando
partituras excelsas de
aquellos santos,
que descansan
en
el cielo, por ser venerados.
Perla
del mar eres morena,
más
aún eres negra.
Sin
embargo por tus besos yo muriera.
No
eres de aquí, ni de cerca.
El
mar entero atraviesa,
separando
dos verbos,
impide
celebrarlo,
juntando los cuerpos,
embrujo
y atracción son eternos,
frente
a los espejos del lamento.
Antes
de morir quisiera
conocer
tus siluetas y palpar tus riberas,
atascarme
con la luz de tus estribaciones bellas.
Quedar
atrapado entre tus montañas esbeltas.
Ahogarme
con el aliento que tu boca desprenda.
Intoxicar
mi sangre con tu capricho de sirena,
permanecer
dormido y tu pudieras
arropar
los flecos de mis vergüenzas.
Acariciar
entera mi sombra guerrera
peinar
mis fibras de formas diversas.
Arañar
mi cutis con uñas aguileñas,
entrar
por mis poros y salir eterna
como
lo hacen las causas con sus flaquezas.
Dejar
los sentidos abiertos y que yo viera
esas
pestañas armónicas y esa melena,
que
pende hacia tu espalda tersa
como
tú la peinas y sobre mi cayera.
Aterrizando
en mi pecho como quisiera,
ser
el aeropuerto secreto de tus miserias
y
consiguiera suprimir la fiebre portada
en
mil quimeras, abrasando mi piel
cual
vulgar candela.
Todo
es un cuento de hadas buenas
revelando
tus sueños de lentejuelas.
Yo
creía ser más cuerdo que la decencia
acallando
de pronto estas miserias,
mutando
mis antojos en divergencias
sintiendo
en tus pechos y el mío, la diferencia.
Desenfreno
mitigado por la conciencia
de
esos falsos caprichos que no son ciencia,
fuerza
brutal intrínseca y espesa
que
saliendo de tu escote busca una senda.
Todo
es como un cuento que revelo
yo
me creía mas cuerdo y más sereno,
callar
mi parla no puedo,
afloro
expedito signos de exceso.
Callar
veloz mis sentimientos,
no
debo tampoco ser incompleto.
Si
por ti parto, seguro acierto,
caso
contrario me azucen
como
a los vientos.
Si
ventilo estos versos es porque puedo
daño
no hago al decir lo cierto.
Así
escribo mi prosa de macilento
declamando
estos fragmentos,
muy
poco ofendo.
Ni
suenan feo ni muy obscenos.
El
miedo lo borro por ser adverso
que
sepan muy claro, lo que expreso.
Aquellos
que no siento y espero.
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