jueves, 5 de mayo de 2011

Muriendo a Chorros

Eran las dos y madrugada de aquel viernes; la velada había sido fuerte de cena y de sobremesa, los amigos cuando lo pasan bien; no desbaratan con facilidad la compañía. Se necesitan para que juntos y muy cómplices se siga animando la fiesta, para que no decaiga el buen rollo, para que les sirvan el bienestar, se alargue la francachela, en conjunción de todos los conocidos allí presentes. Recuerdan con buena memoria cuando aquellos tiempos pasados, se mantenían todos en ascuas por los recursos y excesos de la lozanía, que en todos ellos había y que cada cual explicaba su gran aventura. Su ilusión o quizás en algún caso su deseo transformado en palabras y nunca saboreado en lo real. Como se diría ahora, virtualmente vivido y celebrado. Cuando se tenían que sacar de la manga una atractivo, existía ese recurso, que posiblemente, sus caracteres, que no era nada acomplejado, lo franqueaban, sin demasiada dificultad._ Pensaba Martín _ Mirando a toda la plena que le rodeaba, camaradas de los de verdad, de aquellos que se captan en el ejército, _ lugar más inquietante no existe _ y que si perdura la amistad, ese apego dura para siempre. 

Al pronto, Martin; dirigiéndose a Giovanni, le dijo _ porqué no nos cuentas realmente que te sucedió el pasado domingo, que tan preocupado te ha tenido toda la semana.
_ ¿A qué te refieres? _ respondió Giovanni, reduciendo sus cejas poco pobladas y tomando la palabra _ Te refieres a lo que te expliqué sobre Geygi. La ¿japonesita de crema? Mira te lo describiré como si de una novela de intriga se tratase.
_ Venga vale, nos encanta, que lo hagas de ese guiso_ respondió Tristán, otro de los componentes, que se frotaba las manos antes de escuchar el relato.
_ Ya marchaba hacia mi casa a retiro después del meneo triunfal del cumpleaños de Monic. A última hora siempre existe la clásica amiga, que tiene que decirte algo muy personal, y es un motivo para que la acerques a su domicilio, no sin pretenderlo, luego una vez estás en las puertas de su edificio te invita a la última estimulante en su pisito.
_ Subes a tomar algo, o ¿tienes mucha prisa? _ Le dijo Geygi, con una vocecita de caramelo y sin cortapisas.
_ Son las cuatro y media de la madrugada, mañana debería madrugar. ¡Jo que digo! ¡Mañana! Hoy: debería decir. Casi, ni dormir podré. He quedado con Celestino para retocar un poco la partitura de su última canción _ Replicó, convencido Giovanni.
_Entonces ¿desprecias mi invitación? _ le decía persuasiva y persistente Geygi, para que subiera a su apartamento a tomar un ginger Ice cream y seguir en la intimidad, aquella fiestecilla que por lo visto a ojos de la lady no había llegado a su punto y aparte definitivo.
_ No subiré, ni traspasaré el umbral de tu puerta. ¡Me das miedo! _ respondió Giovanni y riendo arrancó el coche, haciendo descender a la japonesita, desapareciendo por la Carrera de las Limosnas, esquina con Avenida Derrochas.
Todos aquellos compañeros, reunidos con asiduidad, cada vez que alguno proponía algún festejo, se relacionaban con frecuencia y todos ellos tenían sus familias, que preservándolas de todo deterioro, pasaban sus francachelas a espaldas de los destellos y los taquígrafos. Indisolubles, fuertes, inconmovibles, fríos y apáticos, todos de la quinta, podrían ser abuelos, que no viejos dado que sus hijos todos estaban dentro de las edades de la fase terciaria, lo que significa que el dígito primero es: Treinta y muchos.

Giovanni, dejó de relatar para pasarle el testigo a Doménico, que tanto extrañaba lo que había explicado su amigo, dado que se había dejado en el frasco de toda la historia, lo suculento, lo que ellos llamaban el “caletre” de la aventura, o sea los detalles jugosos del pavoneo, la magia viva del encanto de aquella japonesita que invitaba al último trago afrodisíaco y que a la mañana siguiente encontraron asesinada de forma brutal en los alrededores de su domicilio. Aquellos operarios de la limpieza ciudadana, dieron el aviso a la Brigada de Homicidios y el caso está en período de indagación, sin esclarecimiento, sin testimonios que puedan dilucidar el asunto y sin personas que puedan precisar el conjunto de hechos.
Por lo que Doménico, no quiso incidir en el escabroso tema, dejándolo en silencio, descarrilando su cuento para el oído de los presentes. De la misma forma que lo había relatado su amigo, como si la fábula no fuese con él, contado desde fuera de los dinteles de su persona.
_ No es gran cosa, pero a cada cual se ve en situaciones diversas y formas incomparables. No me suceden demasiadas sin embargo, algunas son bastantes enjundiosas e inexplicables _ Cerró los ojos, se frotó los párpados y comenzó el relato_ Conocí a un tipo que llegó a confesarme un día. El día; no recuerdo. ¡Vamos que no puedo recordar con certeza! sin embargo, me juró por lo más sagrado, que lo que os cuento ¡Fue real! _ Siguió argumentando _
El teléfono sonaba mientras se estaba duchando. Escuchaba el ring ring mientras caía el agua sobre su cuerpo y pensó, “llamarán más tarde si hay algo trascendental”. El ring del teléfono pertinaz sonaba, no cejaba, al cabo se echó una toalla por encima y salió desnudo de la ducha, no sin reproches y juramentos._ Observó en el informador del fono, quien hacía la llamada y levantó el aparato, _ Si, dime, que prisas llevas. _ La voz del aparato decía _Hola chato, mira no te enfades, pero tenía que hablarte, porque anoche; vi que te ibas con Roxy y creí, que aún estarías con ella, ya sabes como es de avasalladora y de pesada, que no deja en paz a nadie, pero he llamado a su casa y no levantaba el teléfono y he pensado que estaría contigo, que habría pasado la noche y quiero saber si está ahí._ Decía la voz femenina desde la línea telefónica.
_Tú lo has dicho todo, monina. No está conmigo, anoche la llevé a su casita, como hice contigo hace 15 días y pasó exactamente igual que contigo. Contó, unas cuantas boberías de viejita, habló del noviete de su hija y de lo guapos que son sus nietos y aburrió tanto como lo haces tú. ¡Para nada! ¡Mejor dicho! Tú jodes más, porque me tienes desnudo respondiendo a una majadería que no te lleva más que a cubrir tu tasa de ordinariez. No hubo romance; ¡No! No hubo flirteo. ¡No por Dios! Roxy es; como tú. ¡Perdona! Sois unas cotorras que solo os pavoneáis de incertidumbres y de los chismes de quien os rodea _ Decía enfadado, empapado y goteando el suelo del salón.
Todos los amigos, rieron a carcajadas, mirando a Doménico y comprendiendo lo que estaba contando, con una gracia manifiesta. Su historia con Roxy pretendía ser real, simplemente relató una situación de un acompañante abrumado por las historias que tuvo que atender.
_ Pero al final quien era, esa dama, tan resentida que te había sacado en cueros a responder el teléfono _ Dijo Martín, mirando a todos los allí presentes.
_ Claro, porque si tu no hubieras conocido a la que llamaba, la mandas a freír monos y sigues dándote champú en los huesos. ¿Verdad cojonazo? _ finalizó el que preguntaba, tomando nuevamente el hilo Doménico, sin delatar a la mujer que le sacó de la ducha.
_ Es cierto, que desde ese instante, nadie sabe que ha sido de Roxi, ha desaparecido de la ciudad, dejando casa, ropas y familia. Andan preocupados por su paradero y han interpuesto denuncia a las autoridades _ Acabó su explicación mintiendo, guardando información, no sin dejar de pensar en los acontecimientos.
Murmuraron como liquidando un ambiente de misterio, no disfrutando de la situación y de la mucha intriga de lo contado, aparte de la cerveza que les embriagaba como a los Hijos del Ocaso.

En el margen izquierdo, estaba reducido Ubaldo de todo lo que se explicaba y como era de presagiar, Doménico le pasó el testigo, para que este dijese aquello que quisiera o inventara; para la platea del gran ambiente de conocidos. Ubaldo era el más sencillo y a la vez el menos dado a las grandezas, cierto es, que le apetecía saber de todos los cuchicheos de los demás, pero él jamás explicaba nada. Fuera cierto o inventado, sonreía, te daba una máxima de diccionario y cerraba su tenderete y a poner oreja.
Sin quererlo, y aún no sabiendo porqué, le hicieron abrir la boca, para que relatase su historia, que todos sabían; pero que dejaban en el capítulo de lo imposible, dado el carácter de Ubaldo, su forma codiciosa, su tacañería para con las mujeres, su falta de consumo básico, lo desmarcaban de la certidumbre del instante. Tras muchos abucheos y empellones comenzó su relato, que como en los demás casos puestos en el entreacto de forma sublime lo relató, como si no fuera con él. Astucia que usan los cobardes para explicar que le pasó al conocido o al amigo, salvando su propia piel.

_La dejé en su casita, sin más, eso ¡Sí! _ Redefinía Ubaldo con tiesura y con ese meneo de brazos, matizando y en señal de exigir, gesto de director de orquesta que tanto usara en sus conversaciones.
_Ir buscando otro medio de locomoción a la hora de volver a vuestras casitas, que encima que os llevamos, ¡como digo! encima pensáis historias raras y os quitáis la piel a tiras, aparte de teneros celos entre vosotras. Además que ya sabéis, que los amigos, eso es lo que son, para mí. ¡Amistades! _ Matizó con brío Ubaldo, sin reír ni poco ni mucho, serio como un plato de arroz. No había dicho absolutamente nada, merecedor de interés, ya que todos se conocían y mucho, para ir matizando detalles que no emocionaban al grupo.
_ Venga Ubaldo, ahora no vengas con esos consejitos tuyos, o los refranes que tanto te gustan. Aquí se trata de saber si tú la enamoraste tanto como para caer en tus brazos. O fuiste el culpable en el caso de Geygi y Roxy _ Dijo de nuevo Martin que era un poco el que llevaba la batuta. Dejando que de nuevo tomara la palabra Ubaldo.

_ ¡No es broma! _comentó, disparando_ Geygi, de joven había sido una tía impresionante. De las de toma pan y moja, pero solo “mírale y no toques”. Más engreída que “Gina Rígida” y Sopita Ploren_ Siguió con su paparrucha, intentando hacer gracia con una de sus ñoñerías _ En fin que no se a lo que iba. Hace treinta años o más. Cuando todos le mirábamos con ojos de pez y salía con aquellas minifaldas al paseo, entonces no nos hablaba ni éramos interesantes. Ahora se pone caramillosa, para que la llevemos después de la fiesta a su casita y la dejemos colocarse sus zapatillas de lana. No quiero seguirle el juego, es muy pesada y no va conmigo. La última vez que la vi, la acompañaba Giovanni y estaban “pelando la pava” en el portal de su casa. Harto de esperar, viendo que no se acababa aquella charla, me fui tranquilo hasta la Caverna Roja, dónde me encontré con Tristán, que está con nosotros y puede testificarlo _ Tristán quiso responder, sin embargo, no le dejó Doménico casi gritándole en la cara.
_ Vamos Ubaldo, que a ti aún se te hacen los ojos faroles, no vengas haciéndote el marchoso, que no. Dime, que aún recuerdas aquel día en el baile, cuando te dio plantón y no lo olvidas, te la comías con los ojos y así has estado los últimos treinta años. Deseándola _ replicó Doménico, fuera de sí, increpándole despectivamente.
Entre trompicones quiso decir algo pero, no pronunció nada más, tomó aire y entonación, al ver que todos estaban con la boca abierta, repitió un mensaje de diccionario y se recostó sobre el diván. Fue entonces, cuando Tristán tomo la palabra y con seguridad dijo _ ¡Sí! Cuando te vi entrar en la Caverna, traías rota la camisa y algún arañazo en la cara, recuerda que te pregunté y me mandaste a cambiar el rumbo, o lo has olvidado ¡Siete ciencias! _ Depuso un desequilibrio en el ambiente demasiado cargado y siguió preguntando _ A todo esto, decid lo que os venga en gana, pero a Geygi, la lloramos después de un asesinato que no está nada claro, dónde algunos de los que estamos aquí, callamos más de lo que debiéramos. Incluso, podría estar entre nosotros su asesino. No creéis que ya sea hora de dejarnos de mandangas y aclarar de una vez por todas, que Roxy, también está muerta, que tuvo un final sanguinario y que la mató el que todos conocemos _ Todas las miradas se fueron a parar en la barra de aquella estancia, donde cabizbajo y con temblor en el alma estaba…
Al momento, se escuchó un estruendo fortísimo, una voz, que decía _ ¡CORTEN! ¡CORTEN! _ …Mal muy mal. Menudo “chocho” estáis montando ¡Horrible, os mana sangre de nabo por las venas!
_En esa tesitura no convencemos a nadie. ¡Por el amor de Dios! ¡Que estrenamos mañana! Los hay que aún no se saben bien el papel.
Amigos, que estrenamos obra en esta ciudad y la gente no es mema, que ¡Entiende de Dramáticos! ¡Que han pagado su entrada a precio de oro!
¡Queréis actuar de una puñetera vez! ¡Sacad vuestra garra! No vamos a ninguna parte con esa falta de convicción, esa cara de pena y de bobos. No parecéis asesinos, ni siquiera maleantes homicidas. ¡Qué pena de actores de medio pelo!… Cuando deberíais comeros los mundos como truhanes y ¡sinvergüenzas que sois! _Les recriminaba el director de la obra teatral: “Muriendo a Chorros”

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