Transitaba desde Barcelona a Madrid, en uno de esos aviones, que más parecen salas de cines por lo grandes que son. Dónde todos los pasajeros se sientan alineados en sus butacas y despistados no hacen caso a unas muchachas que van indicando en cada momento, lo que marca el protocolo.
El trayecto estaba a punto de finalizar, llevábamos más de una hora de vuelo, no era normal que pasara el avión tres veces sobre el aeropuerto de Barajas y no le dieran permiso desde la torre de control, para efectuar el descenso y a posteriori el aterrizaje.
Nada ya era corriente, los latidos de mi corazón; a pesar de mantener el tipo, comenzó a tener una cadencia evolutiva a más revoluciones. En aquel instante salieron las azafatas, muy nerviosas y expeditas andando de puntillas con cien ojos, que todos los pasajeros llevásemos atado el cinturón de seguridad, y que los compartimientos anduvieren bien cerrados. Se acercaron a mi lugar el 29B, y me invitaron a cerrar la agenda, dejar de escribir y recostarme sobre mi sillón. Hice un gesto de disconformidad y cumplí con la exigencia
El trayecto estaba a punto de finalizar, llevábamos más de una hora de vuelo, no era normal que pasara el avión tres veces sobre el aeropuerto de Barajas y no le dieran permiso desde la torre de control, para efectuar el descenso y a posteriori el aterrizaje.
Nada ya era corriente, los latidos de mi corazón; a pesar de mantener el tipo, comenzó a tener una cadencia evolutiva a más revoluciones. En aquel instante salieron las azafatas, muy nerviosas y expeditas andando de puntillas con cien ojos, que todos los pasajeros llevásemos atado el cinturón de seguridad, y que los compartimientos anduvieren bien cerrados. Se acercaron a mi lugar el 29B, y me invitaron a cerrar la agenda, dejar de escribir y recostarme sobre mi sillón. Hice un gesto de disconformidad y cumplí con la exigencia
Reposado en mi asiento junto al pasillo observé a mi izquierda, iba sentada una mujer muy guapa: con un perfume muy atrayente, alta, rubia, con unas manos cuidadísimas.
Su cabello muy peinado en tono rubio clarito, dejándole la frente medio oculta, y marcándole las cejas perfiladas, dando paso a unos ojos grandes como semáforos.
En su gran escote lucía una gárgola de oro, simulando tuviera una vida autónoma, que ella lo tocaba con frecuencia, como para darle acento.
_Azafata, ¿pasa algo?_ Preguntó aquella mujer sin menear su cuerpo de la posición en que estaba.
La aeromoza, no quiso responderle y con una mirada de tremendo horror desapareció en busca de resolver alguna urgencia, dejándola con la palabra en la boca. La señora, acariciándome el brazo para significarme que se dirigía a mí, hizo que con educación volteara un poco mi cuerpo y atendiera su comentario. _ ¿Ya imaginas que algo no funciona como debe?
Me miró a los ojos mientras hablaba y observé, que estaba serena, que sentía verdadera alegría, la noté fuera de su precioso precinto, a punto de un suceso natural, al que pretendía ayudarme en una transición aguda.
_Es evidente que algo raro está pasando, no creo que tarden demasiado en darnos información y explicarnos lo que ocurre_ Le respondí sin creer demasiado en lo que le decía.
_Te lo diré yo, si me lo permites.
_ ¡Ah! ¿Pero tú sabes que ocurre?
_No te imaginas ¿Quién soy? _ Dijo la rubia.
_Pues… no sé quién ¿eres famosa?
_Piensa un poco y luego reanudamos la charla.
No tardaron en anunciarnos que el tren de aterrizaje, tenía una avería, esa contingencia hacía que el desplazamiento de ayuda que soportan las coronas mecánicas estaba bloqueado y no salían las ruedas para tomar tierra. Se apelaba a la buena conducta de los pasajeros, que nadie se levantara de sus asientos, que todo el mundo se sujetara debidamente con los cintos de seguridad. Añadían que en el aeropuerto a pie de pistas, nos esperaban los servicios de Cruz Roja, Bomberos, personal de Protección Civil, Sanitarios del 061, y además habían rociado espuma sobre el pavimento. El aeroplano continuaba dando vueltas en una misma trayectoria, para acabar el gasóleo que contenían sus depósitos.
Atenazados de miedo, agarrados a la esperanza en salir de aquella tragedia. Pasaron por nuestra mente imágenes de lo vivido, una película con las secuencias más destacables. El avión no podía pararse, las ruedas no saldrían y la panza del aparato tropezaría con el firme y a pesar de estar la pista preparada con deslizantes, no se sabía si el peso del Spantax se deslizaría sin estallar al tocar suelo
Su cabello muy peinado en tono rubio clarito, dejándole la frente medio oculta, y marcándole las cejas perfiladas, dando paso a unos ojos grandes como semáforos.
En su gran escote lucía una gárgola de oro, simulando tuviera una vida autónoma, que ella lo tocaba con frecuencia, como para darle acento.
_Azafata, ¿pasa algo?_ Preguntó aquella mujer sin menear su cuerpo de la posición en que estaba.
La aeromoza, no quiso responderle y con una mirada de tremendo horror desapareció en busca de resolver alguna urgencia, dejándola con la palabra en la boca. La señora, acariciándome el brazo para significarme que se dirigía a mí, hizo que con educación volteara un poco mi cuerpo y atendiera su comentario. _ ¿Ya imaginas que algo no funciona como debe?
Me miró a los ojos mientras hablaba y observé, que estaba serena, que sentía verdadera alegría, la noté fuera de su precioso precinto, a punto de un suceso natural, al que pretendía ayudarme en una transición aguda.
_Es evidente que algo raro está pasando, no creo que tarden demasiado en darnos información y explicarnos lo que ocurre_ Le respondí sin creer demasiado en lo que le decía.
_Te lo diré yo, si me lo permites.
_ ¡Ah! ¿Pero tú sabes que ocurre?
_No te imaginas ¿Quién soy? _ Dijo la rubia.
_Pues… no sé quién ¿eres famosa?
_Piensa un poco y luego reanudamos la charla.
No tardaron en anunciarnos que el tren de aterrizaje, tenía una avería, esa contingencia hacía que el desplazamiento de ayuda que soportan las coronas mecánicas estaba bloqueado y no salían las ruedas para tomar tierra. Se apelaba a la buena conducta de los pasajeros, que nadie se levantara de sus asientos, que todo el mundo se sujetara debidamente con los cintos de seguridad. Añadían que en el aeropuerto a pie de pistas, nos esperaban los servicios de Cruz Roja, Bomberos, personal de Protección Civil, Sanitarios del 061, y además habían rociado espuma sobre el pavimento. El aeroplano continuaba dando vueltas en una misma trayectoria, para acabar el gasóleo que contenían sus depósitos.
Atenazados de miedo, agarrados a la esperanza en salir de aquella tragedia. Pasaron por nuestra mente imágenes de lo vivido, una película con las secuencias más destacables. El avión no podía pararse, las ruedas no saldrían y la panza del aparato tropezaría con el firme y a pesar de estar la pista preparada con deslizantes, no se sabía si el peso del Spantax se deslizaría sin estallar al tocar suelo
Aquella mujer, no pudo más y me dijo: ¡Sabes quién soy! Te veo tranquilo y no tienes sudores, mantienes el tipo, como concentrado, mientras los demás están en esquizofrenia colectiva, desencajados, desesperados, y en muy mal estado.
Con mi mejor sonrisa hipócrita y sin ganas, Le respondí:
_ ¡Señora usted sabe rezar!
Ella contestó; llámame Defun. Me llamo Expiración pero me gusta el apelativo Defun. En cuanto a las oraciones, no las uso, de dónde vengo, no son válidas.
_ ¡Vienes a por mí! ¿Verdad?
_Pues mira, todavía no lo sé, pero comprenderás que no puedo volver sin nadie.
_Me pillas raro, fíjate que siempre me pregunté, ¿qué haría llegado este trance? No sabía cómo iba a reaccionar y cuando llega estoy sin ideas. Solo te pido que sea breve.
_No te darás ni cuenta, será como cuando despiertas de sopetón, pasarás de la vida a la muerte. Lo único, es que no habrá despedidas.
_Defun; debe ser aterrador ir visitando a la gente, instantes antes de que se cumpla su Defun…ción y explicar que te los llevas en contra de su voluntad.
_Cada uno tiene un cometido en este mundo. ¿No crees? _ Contestó con acritud.
_Por lo menos, no has venido vestida de negro y con la guadaña, no aparentas ser vieja ni fea, parece algo por lo que uno deba agradecer Expi _rar.
_No te he visto en otros asientos informando, como lo has hecho conmigo.
_Por eso no te preocupes, todos los designados han sido instruidos y visitados en el mismo instante. El resto no sabe nada.
Con mi mejor sonrisa hipócrita y sin ganas, Le respondí:
_ ¡Señora usted sabe rezar!
Ella contestó; llámame Defun. Me llamo Expiración pero me gusta el apelativo Defun. En cuanto a las oraciones, no las uso, de dónde vengo, no son válidas.
_ ¡Vienes a por mí! ¿Verdad?
_Pues mira, todavía no lo sé, pero comprenderás que no puedo volver sin nadie.
_Me pillas raro, fíjate que siempre me pregunté, ¿qué haría llegado este trance? No sabía cómo iba a reaccionar y cuando llega estoy sin ideas. Solo te pido que sea breve.
_No te darás ni cuenta, será como cuando despiertas de sopetón, pasarás de la vida a la muerte. Lo único, es que no habrá despedidas.
_Defun; debe ser aterrador ir visitando a la gente, instantes antes de que se cumpla su Defun…ción y explicar que te los llevas en contra de su voluntad.
_Cada uno tiene un cometido en este mundo. ¿No crees? _ Contestó con acritud.
_Por lo menos, no has venido vestida de negro y con la guadaña, no aparentas ser vieja ni fea, parece algo por lo que uno deba agradecer Expi _rar.
_No te he visto en otros asientos informando, como lo has hecho conmigo.
_Por eso no te preocupes, todos los designados han sido instruidos y visitados en el mismo instante. El resto no sabe nada.
_ ¿Quieres decir que algunos se salvaran? _Le comenté con esperanza.
_Esto es muy singular cada cual es informado como merece, se le explica para que lo entienda. Recuerda, como ha reaccionado la azafata cuando le he preguntado ¿pasa algo?
_ ¿Ya lo sabía, cuando le hiciste la pregunta? _ seguí inquiriendo.
_Ella el piloto, dos compañeras y ciento setenta y tres pasajeros, ya lo sabéis.
_ ¡Espera, algo ha cambiado! Me están mandando un aviso desde el Rincón de los callados… ¡silencio es importante! Espetó Defun, muy seria. ¡Qué suerte vais a tener!
Cerró sus ojos, y quedó inerte, como si la muerte fuera ella misma. No sé de dónde le llegaba el recado, la verdad es que me miró y dijo:
_Me marcho, porque aún no os ha llegado el momento, a última hora, ese tren de aterrizaje saldrá, tomareis tierra muy apurados, pero dejemos esta despedida para otra ocasión. Tengo muchísima prisa.
_Oye; Defun, ya que eres tan generosa, dime cuando será ¿lo sabes?
_Es una de las mejores cosas, no saber nunca, o casi nunca cuando os he de visitar. No dudes que nos veremos, cuando… no puedo decírtelo.
En aquel instante, el comandante de la Nave, nos decía que permaneciésemos sentados en nuestros asientos, que se había subsanado la anomalía y se iba a hacer un aterrizaje normal, que el tren se había desatascado, y todo estaba bajo control.
Los vítores de ¡Viva! Al piloto, y la alegría de la gente hizo que entornara mis pupilas, me quitase los lentes para secarme el sudor y diera gracias al cielo.
Al colocarme de nuevo las gafas, aquel asiento el 29C, estaba vacío. Miré al lado opuesto, y el señor de la fila de atrás, dijo apurado: La he tenido junto a mí, creí estar muerto. Si le contara lo que he vivido, no me creería, nos dimos un abrazo y aterrizamos sin novedad.
_Esto es muy singular cada cual es informado como merece, se le explica para que lo entienda. Recuerda, como ha reaccionado la azafata cuando le he preguntado ¿pasa algo?
_ ¿Ya lo sabía, cuando le hiciste la pregunta? _ seguí inquiriendo.
_Ella el piloto, dos compañeras y ciento setenta y tres pasajeros, ya lo sabéis.
_ ¡Espera, algo ha cambiado! Me están mandando un aviso desde el Rincón de los callados… ¡silencio es importante! Espetó Defun, muy seria. ¡Qué suerte vais a tener!
Cerró sus ojos, y quedó inerte, como si la muerte fuera ella misma. No sé de dónde le llegaba el recado, la verdad es que me miró y dijo:
_Me marcho, porque aún no os ha llegado el momento, a última hora, ese tren de aterrizaje saldrá, tomareis tierra muy apurados, pero dejemos esta despedida para otra ocasión. Tengo muchísima prisa.
_Oye; Defun, ya que eres tan generosa, dime cuando será ¿lo sabes?
_Es una de las mejores cosas, no saber nunca, o casi nunca cuando os he de visitar. No dudes que nos veremos, cuando… no puedo decírtelo.
En aquel instante, el comandante de la Nave, nos decía que permaneciésemos sentados en nuestros asientos, que se había subsanado la anomalía y se iba a hacer un aterrizaje normal, que el tren se había desatascado, y todo estaba bajo control.
Los vítores de ¡Viva! Al piloto, y la alegría de la gente hizo que entornara mis pupilas, me quitase los lentes para secarme el sudor y diera gracias al cielo.
Al colocarme de nuevo las gafas, aquel asiento el 29C, estaba vacío. Miré al lado opuesto, y el señor de la fila de atrás, dijo apurado: La he tenido junto a mí, creí estar muerto. Si le contara lo que he vivido, no me creería, nos dimos un abrazo y aterrizamos sin novedad.
1 comentarios:
Muchas Felicidades Emilio,siempre he dicho que tenes vocación de escritor, lo disfrutas, lo haces con fluídez,con una naturalidad increíble que te transporta a los echos,te deseo mucha suerte...adelante Emilio!!!. Abrazo. Mildred.
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