domingo, 10 de agosto de 2025

Sherezade, la abuela sicaria.

 









Sherezade, fue una asesina a sueldo en sus años mozos, y además era una exterminadora versada original, que no dejaba rastros de ningún tipo, que le conviniera se supiera. Así es que jamás la cazaron con las manos en la masa, ni incriminarla con todos y cuantos delitos le fueron atribuidos, a la desconocida, pero afamada “quebranta vidas”.

Nadie le ponía imagen a semejante homicida. Sin conocer naturaleza ni calaña de la autoría.

Unos ponderaban y opinaban, que era un musculoso criminal. Sin embargo, otros se inclinaban más por detalles que había dejado en cada saldo, con índole femíneo

No renunció en mostrar en sus acciones algún que otro vestigio claro. Dejando una traza imprecisa a los investigadores, poco asociativa, y nadie pudo relacionar a Sherezade, como a la matarife asesina. Ni poderla incriminar y llevarla frente a ningún juez.

Aunque es bien verdad que los delitos de sangre, jamás prescriben y los cobra la Justicia en su momento, tarde o temprano. Con equidad, los adjetiva, los atribuye y los conceptúa. Hayan pasado los años que sean. 

Estaban sentados en el jardín de su chalet, los tres nietos de la llamada Baronesa del lago. Escuchaban las mil historias que su señora abuela relataba.

Todas habían transcurrido en sus años mozos y con aquella memoria que guardaba no se dejaba relato que mereciera la pena describir.

Con una mínima expresión, muy suya iba poniendo en la pura reflexión, aquel anonimato no descubierto, protagonizado por el denominado “Quebranta vidas”. Cierto homicida, con género desconocido, que en aquella ciudad aún trataban de descubrir y averiguar. Después de haber transcurrido casi cuarenta años. 

Sherezade había sido una mujer deseada, guapa e inteligente. Con su personalidad altanera e impetuosa, criada en la más estricta premisa por ser descendiente de una de las baronías más respetadas. De hecho, aún conservaba aquella atracción sensual a pesar de la edad que la soportaba. 

Se hizo famosa por las pesquisas que de ella se decían, relativas a su profesión de comunicadora social y pertenecer a la cadena televisiva más antigua del Reino Unido. De donde extraía la mayor parte de filtraciones políticas y económicas del momento. Añadiendo esos condicionantes al haber estado casada tres veces con personajes de mucho prestigio político, los cuales decidían en ocasiones la estrategia que debían llevar las democracias del país.

En todas sus uniones matrimoniales no había conseguido la felicidad que ansiaba. Con la mala suerte, de haber enterrado a cada uno de sus maridos. Todos ellos difuntos en condiciones muy extrañas. 

Trabajó durante la última contienda, al estar licenciada y por su experiencia en reportajes sociales, como fotógrafa. Llegándola a tildar por algunos personajes pertenecientes a los diversos partidos políticos y medios de prensa, de espía.

Sin encontrarle delitos al propagar secretos de estado a ninguno de los bandos de la contienda. Si que hacía mucho que pensar en el último periodo, el rodearse con gente muy adinerada y poderosa. Situándola en la fama total y en condiciones económicas excelentes. 

Aquella tarde había reunido a sus tres nietos, hijos de su descendencia maternal. La que mantuvo con cada uno de sus esposos. Con cada marido había parido una hija, las cuales, por diversos conflictos, envidias y rarezas, no se llevaban entre ellas. Por lo que usó de la sangre más directa que tenía. Tratándose de despedir de este mundo con la solera que a Sherezade le caracterizaba.

Le habían detectado una enfermedad concluyente, y en breve acabaría con sus días. Por lo que de nuevo se enfrentaba con su conciencia, aquella que en un tiempo tuvo abandonada y adormecida y ahora quería aflorar al mundo entero. 

No quería marcharse de este valle sin dejar claras algunas de las situaciones vividas.

Las que pretendía tratar con gallardía, o por lo menos con toda la valentía que pudiera permitirle su persona.

Lo planteó directamente, intentando que el instante estuviera carente de lamentos, de excusas y falsas modestias.

Pretendiendo ser clara y real con sus seres más directos, más valientes y menos interesados.

Había llegado el instante en aquel precioso jardín con sus nietos y después de saludarlos a todos, comenzaron a servir el té, con aquellas pastas sabrosas que en la mansión jamás habían faltado.

Sherezade llamó al servicio y les dio la orden, que previamente había acordado con ellos.

—Margaret—anunció a su ayuda personal. Prepara las cámaras de grabación para que se registre todo lo que voy a contar. Da aviso al operador y que se presente. Otra cosa, que sabes y no voy a repetir. Le advirtió a la sirvienta y exigió. 

—Que nadie nos interrumpa. Cuando digo nadie. ¡Es nadie!

Tan solo vendrás a comunicarme la llegada del comisario del distrito míster Brunner, que también he invitado a esta fiesta para que participe. Prosiguiendo con su disertación, entonó su mensaje con voz sutil y poco aminorada, ya dirigida a sus nietos y a la grabación iniciada. 

—Ahora que os tengo a los tres reunidos, quiero que sepáis algunos detalles que jamás había compartido con nadie. Ni tan siquiera con mis hijas, la madre de cada uno de vosotros. La mayor Rosie, hija de Martin.

Henkel que fue la hija de Robert, y la más pequeña Ronny, la hija de John.

Hizo un inciso y sorbió de la taza del té indígena que le habían servido y prosiguió. 

—En el último parte médico, han detectado algo feo. Muy feo, con lo que las cosas no van a mejorar y me veo en la necesidad de comunicároslo. No pretendo lamentos ni monsergas. Las cosas son así y de este modo debemos aceptarlas.

La primera noticia ya la conocéis, vosotros mismos la haréis llegar a quien creáis oportuno. Hacerlo sin dar pena, ni desasosiego. Es una máxima de mi destino y debo aceptarla.

Aquellos jóvenes, se turbaron por como de repente se lo hizo venir y esperaron a conocer la que les venía encima. 

—Comenzaré diciendo que en el año que finalizó la guerra, yo estaba haciendo un reportaje para el Daily Mirror. Era una encrucijada y en una de las secuencias de la batalla, fui amenazada por un comando queriéndome violar para después dejarme morir tras su disfrute. Reaccioné bruscamente, y antes de penetrarme con su fuerza, pude asestarle con su propia daga, entre la teta izquierda y el omóplato.

Le acribillé a cuchilladas, con sus propias armas. Aunque tenía por si me fallaba otro recurso, un revólver que llevaba escondido entre mis enseres.

Lo dejé más muerto que un saco de arena mojada. Me di cuenta que no tenía remordimientos y para ser clara, hasta disfruté viéndole morir.

Hice las fotos cuando estaba moribundo y truqué el titulado, con lo que gané uno de los premios del año.  

Ese fue mi inicio en la profesión que después mantuve los quince años siguientes. Sin pretenderlo, me hice Sicaria a sueldo, dado que aquel trance fue presenciado por un franco tirador malvado, que después se hizo jefe de uno de los cárteles mas conocidos del tráfico de estupefacientes. El que me reclutó al ver mi sangre fría para el asesinato.  

Tuvimos cierta relación de entrada, pero llegó a obligarme a mantener cama con él, quisiera o no. Al principio accedí. Era un tipo desagradable y mezquino.

Cuando me cansé le di matarile. De su propia medicina.

Tuve que asesinarlo, por cerdo, y asqueroso. Me hacía chantaje y corría el riesgo de ser delatada. Por este tipejo, no cobré nada. Lo hice gratis y con mucho gusto. 

Fui perfeccionando el empleo y a la par que iba haciendo reportajes precisos, iba asesinando a quienes me indicaban. Normalmente eran gentes poco honradas, pero debo decir que entre ellos hubo alguno que no lo merecía. Hizo un inciso para excusarse con su hija. 

—A tu padre Rosie, tuve que dejarlo seco de una puñalada en la yugular y después tirarlo por un terraplén.

Mantenía a escondidas relaciones con la esposa del jefe de los servicios secretos de un país raro y me dieron la opción de ponerlo en vereda.

Ya que estaba pasando información semi delicada al bando opuesto. Era preferible cobrar por sus devaneos, que llevarlo a la cárcel de por vida, con la necesidad de mantenerlo.

Siguió esgrimiendo doce asesinatos más, que la cámara iba registrando y de buenas a primeras, apareció Margaret, haciendo una señal que anunciaba la llegada del Comisario Brunner.

Que se personaba a detener a la que fue denominada “Quebranta vidas”. 

La que confesó en las dependencias de la comisaría, pactando aquella forma de relato, para que quedara filmado y no tener que volver a repetir semejante confesión.

Los motivos fueron claros.

Una vez supo que su enfermedad se la llevaba por delante. Se adelantó y se disparó ella misma confesando sus acciones.







autor; Emilio Moreno.
agosto 2025

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