Después
de admitir todo el desenfreno,
quiero
restañar, el daño que causa
la
inestabilidad, de orgullo y pausa.
En
las claras ofensas que, sin freno.
Se
pronuncian, a veces en barreno,
y
que después, de expuestas, no es excusa,
sin
rearmar sentimientos. Ni recusa,
el
dolor proferido, a tanto ajeno.
Lamentos
propios, reales y evitables,
dichos
tras unas broncas, displicentes.
Sin
alcance, y con mofas eludibles.
Propio
de unas conductas vehementes.
Inmoderadas
y muy excitables,
que gimen,
porque son incoherentes.
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