Quiso destacar antes que su espiga,
sin
importarle, su apurado importe.
Se rebajó
en su orgullo, por deporte.
Creyendo desplegar
su gran intriga.
El tiempo
le quitó, chispa y se abriga.
Deambulando,
por los mundos sin norte,
queriendo
presumir sin pasaporte.
Sin
hartar su jactancia y su barriga.
La
vanidad y miseria le persigue,
es esclavo,
de sus mentiras vanas.
Ninguno
le soporta, y no consigue.
Ser
gracioso, en tertulias soberanas.
Pretende
ser, y por ello distingue,
como el rufián
de glosas muy profanas.
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