Los chinos habían lanzado el cohete, al
espacio sin embargo nadie decía nada, o porque no lo sabían, o porque lo
llevaban escondido.
Parecía que todo iba a pedir de boca,
hasta que llegaron como siempre “Las quejas de aquellos que adelantan
sufrimientos”. Con eso de la aventura espacial, quien sabe, que hacen unos,
cuando los otros descansan. Oculto desde luego. Lo llevan.
Sin embargo, todos están con el ojo avizor,
no sea que ahora al tomar tierra, nos vuelva a hacer otro siete en la vida y ya
sería el “Colmo” ¿No lo creen?
Parece se cumple aquello de “No querías
una taza; pues toma dos”
Tiene narices, que no hayan calculado
mejor la trayectoria del descenso, y tenga que caer precisamente sobre el terreno
de la Ibérica, según aseguran los especialistas, los astrofísicos entendidos en la materia.
Dicen que los restos de la nave, al
frotar con la atmosfera en su ingreso, se desintegraran en pequeñas porciones.
Su tamaño original es una mole de más de veinte mil toneladas de peso. Tan alto
como un edificio de dieciocho plantas.
La broma puede ser morrocotuda, y esperan
aterrizarlo, cuando aquí en España, se abre la veda, Se levantan las
restricciones y ya no tendremos medidas de prohibición.
Igual lo han pensado a conciencia, y
esperan a que estén todas las cafeterías del país, las terrazas a tope y las
playas concurridas, para que llegue el fuselaje del armatoste y nos afeite de
paso.
Entonces sobraran vacunas.
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