Me invitaron a
cenar
y, acepté con
sumo gusto.
Cuando aparqué
en el lugar,
casi me atizan
un susto.
El termómetro
sin par
lo pusieron en
mi frente
por si debía
purgar
Las decimas
del relente.
Antes de poder
entrar
dijeron que era
diciembre,
que si podía mostrar
la credencial
del PETERRE,
que por lo
visto es vital,
y certifica la
fiebre.
¡Jesusito pensé
yo!
Después de
tanto recelo,
que pasará, que
se hundió
en el sostén
de” la Chelos”
la lágrima que
coló
quedando entre
espalda y pecho.
Se juntaron
tierra y cielo,
al llamarme la
atención,
me obligan con
hidro alcohol
a que me lave
los dedos.
En el comedor nos
suman,
Uno tras otro,
cantan seis.
Nos acomodan y
aúnan,
nos ponen la mascarilla,
y en la frente
nos mesuran,
con un aparatoso
distéis,
y como aquí
nadie suda,
atados a la
gran silla
todo parece
estar bien.
Se ha lavado
usted las manos
Me pregunta un
robot,
es el traje de
disfraces,
que me obliga
al gran complot.
Llevándome con
dos frases,
y con mucha
pretensión
a las puertas
del lavabo,
para baldear ambas
dos.
Todo esto
sucedió
Antes de
ingerir bocado,
porque, y le
pregunto a usted.
Si por “estas”
ha pasado,
que es lo que
debo hacer,
para no estar
descolgado
y al final
poder comer
mi bocadillo
embuchado.
Sin conseguir
entender
Porque no hay menú
reglado
Después de
tanto joder
Con la fiebre,
y el lavado.
Nos dejaron
sin cenar
En la noche de
extasiado
Y no deje de
pensar
En que poco es
demasiado
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