Se fue a
dormir, creyendo que vendrían,
y el sueño no
tardó en vencerle pronto.
En el balcón,
dejó todo el desmonto.
Esperando al fin
qué ¡Comprenderían!
Los confundió
bastante ¡Se opondrían!
Dejando mil regalos,
por ser tonto,
y desbordar
su genio, por Toronto.
¡Difícil! No
entendieron ¡No confían!
En cuanto
despertó, notó mil besos.
De aquellos
que jamás, pudieron darle.
Fue una gran sensación,
entre sus huesos.
Arrancando
por su amor y confiarle,
en su sueño feroz,
al llevar presos,
mis disloques
que son; para inculparle.
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