Cuando recordó en sus adentros a Irene, su protectora desinteresada, una persona que siempre la respetó y acogió en los omentos más delicados de Milagros, cuando no sabía donde ir ni a quien acercarse. Portándose con ella, mejor que si hubiera sido de la propia familia, facilitándole favores y prebendas intentando establecerla en el nuevo mundo real, el honrado. Donde ella trataba de integrarse.
Irene, que llegaría a ser su valedora, en momentos de crisis emocional y pecuniaria. Franqueándole muchos refugios y quitándole de muchas adversidades por el mero hecho de ser una mujer desorientada que siendo agradable, cercana y sincera llegó a estar por méritos propios bajo el cariño y afecto de su mamita “Sirene”, como le llamaba con tanto respeto.
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