Esta historia comienza muy atrás, cuando nadie de los que
asistimos año tras año, al festín imaginaba lo que después iba a ocurrir.
Inclusive algunos de los que ahora concurren ni siquiera nos
acompañaron en un principio. Por varias razones, no estar en la edad laboral, y
mil razones más. ¡Vaya usted a saber!
En pocos años, ya se veía como se iba desarrollando la foto fija
de la comida de Navidad, quienes eran los que año tras año, asistirían a no ser
que algún imperativo de última hora se lo impidiera.
El ambiente magnifico, desde el principio, siempre ha habido un
“ángel”, que acogía aquellas reuniones de pan y cuchillo, siempre había una
risa para compartir, y siempre hubo algo que celebrar. ¡Como lo recuerdo! ¡Qué
ambientazo!
¿Era un tiempo de no problemas? ¡Para nada! Éramos jóvenes y todo quedaba en
aquel ratito de asueto que nos dábamos a nosotros mismos, y lo canalizábamos
para reír, charlar y comer. No se había inventado el colesterol, ni el ictus,
ni se hablaba de la diabetes.
Cada comensal se fue agregando cuando le pareció más oportuno y
bienvenido fue. Ahora pasados los años lo recordamos y nos vemos en las pupilas
de los demás, con canas, con arrugas y con otras metas.
Después, la afectividad y la efectividad hicieron su trabajo y
fueron dejando ese poso que se aglutinó en nuestro querer y sigue insistiendo
en “juntarnos” para estas fechas decembrinas, a pesar de que muchos de los
componentes del grupo ya no estemos en activo.
Nos alegramos y nos agradecemos con las clásicas frases
discretas de afecto, nos comprendemos entre sonidos, entre miradas y en el
trasfondo entre sonrisas y lágrimas no visibles, vemos como parte de nuestra
vida ha ido diluyendo entre ellos.
Tantos años, tantas historias, tantas urgencias, tantas
bravatas, tantas prisas, que han quedado en mucha paciencia, mucha esperanza,
mucha ilusión a lo que nos aguarda.
Recuerdo de quien partió la idea, del amigo Aurelio, que en
aquellos años era el jefe de la teneduría, ayudado por el segundo de entonces
José María, que ahora es el que controla a los tenedores, quien le sustituyó y
se quedó con la plaza del generalato.
Ahí nació nuestro particular Noel.
Hoy seguimos todos, además de los que se han integrado, que a la
postre son los que llevan la música y han recogido el testigo de las batallas,
que son las mismas que lo fueron nuestras y que el tiempo ha puesto muy a tono,
en manos de otros protagonistas.
Hasta el próximo año amigos.
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