lunes, 28 de diciembre de 2015

La inocentada



Tengo una sensación más rara; parece que tenga a papá detrás. Como si quisiera advertirme de algún peligro_ dijo la anciana, dirigiéndose a su hijo, aspirando que alguien le ofreciera una explicación convincente_ Desde que murió tengo un estremecimiento muy raro. Es como si estuviera a mi lado haciéndome compañía. No sé; es como si jamás estuviera sola.

Estoy convencida que sigue permaneciendo a mi vera. Me advierte, me aconseja, me guía y además me acompaña. En el silencio me guarda y no permite que me fie de nadie. Según él, hay mucha gente que quiere traicionarme.


_ ¿Siguen pagándome la pensión cada mes, estos amigos que nos gobiernan?_ preguntó la abuela, dirigiéndose al hijo que la acompañaba en la habitación 310 del Hospital San Juan de Dios_ ¡Claro madre que te abonan el sueldo mes a mes! No te preocupes que no te quedarás sin comer_ dijo con un talante comprensivo el hijo, alcanzando que su madre, poco a poco perdía aquella salud y alegría que no hacía tanto tiempo presumía.

_ Escucha que te diga_ volvió a interrogar la anciana_ Sabes que es lo que debes hacer conmigo, cuando me pire ¿verdad? No quiero que tengas dudas, me incineras y me dejas al lado de tu padre. Igual se cree Don Paco, que se va a librar de mi tan pronto.

_ No padezcas madre, que llegado el momento, se  cumplirán todos tus deseos y nadie se opondrá a que se practiquen a pies juntillas. Sin embargo ahora, deja de pensar en eso, que por ello, no lo vas a adelantar ni a demorar.

_ Lo que tú quieras, pero, yo hace tiempo que veo rondar por mi alrededor, figuras que no tengo el gusto de conocer y pienso que lo más probable es que me estén preparando el petate, para acarrearme más deprisa de lo que sospecho. Además de eso y siendo rarísimo; noto cerca de mí a tu padre. ¡Tras de mí!  como cuando se ponía tan impertinente, al no cumplir su santa voluntad, ¡pues así!, como si me custodiara para no estrellarme. Le veo claro, en flashes intermitentes, como si me quisiera advertir de algún perjuicio_ volvió a  referirlo con ahínco y con una tristeza desvaída_ No sé, creo que voy perdiendo el seso, y sobre todo la memoria, lo noto, pero estos detalles me vienen más frecuentes cada vez y ahí sí que estoy segura que tu padre me ronda de verdad.
Sabes que jamás he creído en espíritus, pero estas vivencias, no son fortuitas apariciones ni espantajos. Son realidad.

_ Madre, como puedes decirme eso tú que has sido siempre una mujer nada afectiva y timorata y más bien, desapegada a gentes y a detalles, que quien no te entraba o; no te daba el pego, la apartabas de ti, sin contemplaciones y malos modos. No será la mala conciencia que te visita, y quieres disimularlo con esas apariciones figuradas y mudas, como remedio casero_ le dispensó el hijo, como disculpa.

Ella, la decana, sin percatarse de la última opinión sincera vertida por el hijo, siguió como siempre, haciendo de su mundo; el inicio de toda insuficiencia y continuó su premonición y su confesión en voz alta.

_ Si mi madre viviera, en este tiempo que hay tantas revistas y tantos libros, disfrutaría. Le encantaba leer cualquier cosa, leía tanto que era como una obsesión. Le gustaba devorar y leer todo aquello que caía en sus manos. El hijo que la escuchaba y se la miraba apenado, le dio la razón, recordando la veracidad de lo que acabó de testificar. Sabiendo que era cierto la pasión que su abuela, tenía por las novelas, revistas y todo lo que sentara escrito.

Hurtando nuevamente la iniciativa de la plática, aquella quejumbrosa anciana, para seguir explicando_ No recuerdo si te lo he revelado alguna vez_ sentó la yaya pretendiendo relatarlo de nuevo, aunque se cumpliera lo antedicho_: éramos unos críos mis hermanos y yo. _Hablo de un poco antes de estallar la guerra_. Lo recuerdo como si estuviera pasando ahora mismo.
Su expresión facial se había transformado a arbitraria y siguió argumentando, mientras miraba por la ventana,  como si estuviese sola, como si hablara para sus adentros.

_ Mi madre nos dijo que nos diésemos prisa, habíamos acabado de comer aquella tarde y se acercaba la hora de ir al colegio. Ella estaba reclinada sobre la mesa del salón leyendo una novela de Agatha Christie. Cuando regresamos una vez finalizada la clase de la escuela, levantó la cabeza. (Parece que la estoy viendo ahora mismo a mi madre ¡Qué guapa era!)
Nos regañó con mucha energía. Con su genio de siempre "Aún no os habéis ido. Llegaréis tarde. Venga rápido marchando sin rechistar" 
Nos pusimos a reír, mis hermanos y yo, con desvergüenza y frialdad le dijimos: ¡Mamá que ya hemos vuelto de clase!
Miró el reloj del aparador y se echó las manos a la cabeza por el retraso y debió pensar ¡madre mía! Se me fue la tarde entera sin dar un palo al agua.
Pobre mía con lo que disfrutaba leyendo. Ahora sería muy feliz, hay tantas revistas y tantísimos libros.

Sin detener su charla la paciente del hospital;  y mirando por el amplio ventanal que situado de frente, regalaba aquella claridad amplísima, desdecía un tanto de las elucubraciones y recuerdos oscuros, que continuó objetando pensamientos.

_ ¿No le ves a papá? Qué bien está después de haber estado tan enfermo. Parece que se ha recuperado de su padecimiento. Le veo más joven y muy rehecho. No me habla apenas, anoche me dio la mano para que me durmiera serena y esta madrugada me ha dado un beso de buenos días, tenía la nariz muy fría, parecía estuviera muerto.
Un silencio áspero y gris invadió el lugar, dejando el eco de las últimas palabras pronunciadas se diluyera, entre la sala habitación del hospital Comarcal, dejando que se impusieran los pensamientos melancólicos y los negativos presentimientos. El mayor de los hijos de aquella paciente, quitando un poco de mordiente le sonsacó.

_ Madre como estás; como te encuentras ahora, te noto distante y desanimada. Es una impresión que tengo, o quizás ocultas algo que no llego a descubrir y por no soltarlo te mata por dentro ¿Me equivoco?

_ ¿No estoy en casa verdad? Porque tengo un pelillo muy largo y feo debajo del  mentón que me afea mucho, si tuviera las pinzas de mi tocador me lo quitaría_ eso no es lo que te he preguntado madre_ le conminó el hijo_ Ya lo sé; pero es lo que he tenido ganas de contestar.
Del resto de la pregunta,  y créeme porque es cierto; ni me acuerdo. El olvido es la mejor medicina pasando los ochenta, y creo que así es mejor. Tampoco intentes quitarme el bello ahora, porque no es posible sin la herramienta necesaria. Ni te atrevas a llamar a la bruja de la enfermera, que me trastea con un genio cojonudo. Ya llegará a mi edad y entonces también se joderá.
Por cierto ahora que me acuerdo y viene a cuento, quería preguntarte _ ¿Me van abonando mi pensión todos los primeros de cada mes? Ya sabes, no podemos fiarnos de estos politicastros que nos deciden mal y tarde, no son de fiar.

_ Madre, no te preocupes ni de la vellosidad de la sotabarba ni del sueldo de la pensión. El vello lo cortaremos o extirparemos para que no te afee y en lo referente a la pensión gracias al cielo te sigue llegando para tus gastos.

_ No me preocupo de mucho; la verdad, pero que sepas que si me llegara la hora, sería un buen momento para que ocurriese_. ¡Ande madre!, no hace más que decir pijadas, parece que disfrutas con ponernos mal el cuerpo. Es lo que se te ocurre proponer después de que hemos dejado todo lo que hacíamos para venir a verte. Que no te falte nada, que no se encuentre sola, que siga arropada por la familia. Eres muy egoísta, solo piensas en ti y a los demás que nos loen.

_ ¿Sabes de qué tengo ganas nene? _ volvió a anunciar la anciana sin titubeos ni expresiones raras_, de que tienes ganas madre_ se interesó el hijo un poco harto.

_ ¡De morir!

_ Que dices mujer ¡Tan mal estás!

_ No estoy mal, pero que hago aquí, además de dar problemas

_ No pienses en esas tontadas. Todos tenemos un cometido en esta vida y si miras a tu alrededor, siempre hay gente que padece y lo pasa peor, sin rechistar. No nos vamos hasta que nos llega la hora. Cuantísimas personas sufren y ni siquiera se quejan, mantienen sus alegrías distrayendo a la desgracia y haciendo que los que les rodean estén abrigados.

_Es verdad; hijo quizás tengas razón_ dijo la longeva, quedando callada escuchándose sus propias palabras, y dejando que pasaran los segundos mientras desviaba la vista en paseo por aquella sala del hospital, hasta que aspiró aire nuevamente y dirigirse de nuevo a su acompañante que la miraba con autentica pena.

_ Sabes de qué tengo ganas nene_ El hijo impidió el coloquio de la madre, evitando volviera a proferir aquellas quejas afligidas y desviar sus reflexiones perjudiciales al olvido definitivo.
_ ¡Madre, ya está bien, no crees!

La hospitalizada, se miró a su hijo y sin rictus en la cara, sin importarle absolutamente nada, sin precisar en lo que hablaba le volvió a comentar_: No me estará llamando tu padre, ¡quizás!  impaciente por qué no llego.

El hombre, prudente hijo;  para quitarle de aquellas imaginaciones le indagó con mucha cordialidad _ Dime madre; que es lo que cambiarías si pudieras, de tu vida, en el caso de que fuese posible dar una marcha atrás.
Aquella mujer le miró fijamente y no tardó en responder, a su hijo con mordacidad.

_ ¡No lo sé; no me acuerdo!_ Internándose de nuevo en sus pensamientos, en sus recuerdos no declarados, retornando a la realidad con una media sonrisa y volviendo a comentar_: Creo que jamás te lo he comentado pero; si mi madre viviera, en este tiempo que hay tantas revistas y tantos libros, disfrutaría. Le encantaba leer cualquier cosa, leía tanto que era como una obsesión.

El hombre volvió a escuchar de nuevo el relato sin pestañear mirándola amablemente y tapándole algo los brazos para que no tomara frío_ Ande madre, descanse algo, la veo muy agotada y fuera de lugar. Debes echar de menos tu casa, ¿no crees?

_ No lo estoy en absoluto, cerró los ojos y comenzó de nuevo a balbucear sola_ Ten paciencia ya se lo he dicho, pero no me cree.

_¡Madre con quien hablas!

_ Con tu padre, con quien si no, es el único que me entiende y comprende. Está impaciente. No le escuchas. Lo tienes ahí sentado en la silla, ¿No le ves y le oyes? Hijo pareces tonto, o estás perdiendo la vista.

_ ¡Bueno, ya vale mamá! dejemos el asunto, no sea que pierda los nervios.

_ No hijo; no te enfades que te pones muy feo_. Se lo miró fijamente con aquel descaro que desplazan los petulantes y le preguntó_ ¿cuántos años tienes nene?

_ Muchos madre, bastantes vividos, no tantos como usted, pero ya suman. Por cierto el lunes cumplirá usted 88

_ Menuda inocentada, no crees nene. El día de los Santos Inocentes hacerse mayor de edad.












1 comentarios:

Joan Vendrell i Campmany dijo...

Este relato bien pudiera tratarse de un hecho real.Situaciones similares las he oído referir en familiares cercanos de personas ancianas en los umbrales de la muerte.

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