lunes, 27 de abril de 2015

Poesía en la Hermandad




La mañana se hacía eterna, bajo los rayos solares, en uno de esos paseos cerca de las playas costeras del litoral de levante. Lejos del terruño propio, por estar en un viaje que me llevó por dondequiera con un libro bajo el brazo, que se espera que lo firme a tantos y tantos amigos, que lo quieran leer y disfrutar.

Fue cuando observé la página de la Asociación de Poetas de Cornellá, y en la que me vi reflejado con un compromiso que no esperaba, ni siquiera intuía.

Debía recitar en la Hermandad de las Santas Alodia y Nunilón. Un recital de poesía musicalizada, que se había preparado y que con tanto trasiego de idas y venidas, de firmas y rubrica tus, de ríos de sonrisa artificial, de tiempo que se escapa sin considerar porque las prisas hacen que no lo identifiques, se me había escapado de mis anotaciones de agenda.

No me daba tiempo presentarme a la hora en el lugar, si no ponía los pies en polvorosa, finiquitaba los asuntos con tanta premura, que pareciera tenía un ataque súbito de descomposición corpórea irreversible y enfundando la camisola del mejor de los pilotos de autos, y además respetando las normas de la seguridad vial estrictamente, tome la ruta del bacalao con guindillas y tras una navegación fuera borda rayando las prudencias personales y comer de forma frugal y precipitada en una venta del tiempo de Curro Jiménez, pude presentarme a tiempo para el "gong" de salida en la mencionada parroquia católica de Cornellá.

Que suspiro de bienestar y de elogio al verme intacto en el aparcamiento del centro parroquial, cuando como si por mí, no fuera la cosa y en un acto de normalidad apresurada mecí mis cabellos mirándome en el reflejo de la luneta trasera de mi vehículo, al tiempo que de reojo veía la cara de mis compañeros que al no saber de dónde venía y advertir que aparecía de forma súbita e impertérrito me ajustaba el nudo de mi corbata azul marino al cuello de la camisa de popelín. Creyendo todos que llegaba de un renacimiento apoteósico, por la impronta normalidad que le concedí al detalle.

Observé la hora y me dije, _he llegado a tiempo_ y una voz en off, que ya hacía horas venía resonándome tras el cogote me respondió_ ¡Por suerte!

Por suerte_ repetí de nuevo como cuchufleta_ A salir a la voz de ya, a no parar más que para comer de forma repentina, no hacer la digestión, meterme entre pecho y espalda doscientos cincuenta kilómetros, cuatro abonos de peaje en la autopista y aparecer en la parroquia como el hombre araña. ¿Eso es suerte?



La misma voz, no quiso atentar contra el orden establecido y tan solo adujo_ Déjalo mil hombres, y concéntrate en el mundo del ensueño, de la praxis, de la oda, del encanto; que debes salir a un escenario a declamar. Ellos, los espectadores no tienen la culpa que tú seas tan despistado y no leas los programas que los responsables editan para que, los leas con atención.



Al entrar en el salón, me quede difuso por la historia que ceñía el teatro, parecía ser un lugar donde el mismísimo Góngora, o Garcilaso, que digo el propio Quevedo, con sonetos y versos de su época, tuvieran que salir a exponer ante tan distinguido personal. La oscuridad dramática del anfiteatro hacía que la exigencia se pusiera al borde de la ceguera indiscutible del recién entrado, dándole alas para seguir caminando hasta el confín de los tramoyistas, y dejar tus atalajes aparcados para seguir disfrutando de aquella postal palaciega.

Nuestro cantautor Alfredo González Vilela y su músico el señor Mariano, me saludaron mientras ellos preparaban los arreglos y las conexiones electrónicas sobre un entarimado precioso de más de cien años, unas cortinas moradas como la pasión de algún mártir caían yertas sobre el maderamen del borde del capitel y un alumbrado tectónico en blanco daba credibilidad a lo que intentaba consentir.

El presidente de la Asociación vino a mi encuentro y me dijo tan solo mirándome a la cara y viendo mi incredulidad_ ¡Que tal!_ sin parar y sin dejarme opinar continuó diciendo_: Hacía más de cincuenta años que no pisaba este lugar, fue allá por el año 1958, cuando llegué a Cataluña, éramos niños, y el cine que había era este, y aquí mismo, que recuerdos_ continuó diciendo_ mientras casi sin percatarse continuó_: jugábamos entre estos solares y recuerdo ver en este teatro, que por aquellos entonces tenía una pantalla de cine, unas películas estupendas del perro Ring ting ting_ una serie que venida de los Estados Unidos, veíamos todos los mozalbetes de entonces.

Fue algo estupendo reencontrarte con los nueve años, mientras Alejandro iba contando detalles de su infancia, podía entenderle, porque difería de la mía tan poco, que parecía me estaba describiendo una leyenda que ya me habían explicado en alguna ocasión, una vivencia que ya había disfrutado en ese tiempo, que de nuevo venia a conmemorar para que no pudiese olvidar jamás.



Pasaron aquellos minutos muy rápidos, más incluso que los que utilicé para mi llegada desde tan lejos hasta el punto de inflexión, el lugar donde iba a recordar los años cincuenta y muchos, cuando yo era un mal zagal y vestía con pantalones cortos, tenía miedo y respeto a todo lo desconocido, no se podían decir mentiras, ni quebrantar con los pecados mortales, por si te dormías y no despertabas, ya no podríamos ir al cielo.



La presentadora del acto Sara Fernández, tomó la palabra cuando finalizaron la primera intervención los músicos: Mariano y Alfredo, y fue desgranando las actuaciones una por una.

La primera interviniente fue una señora del público Doña Gloria Ortiz Valcárcel, que subió al entarimado a recitar de pura memoria unas odas a la Virgen y fue ovacionada por el respetable que ubicado en las butacas recibía los inputs de la calidad que se regalaba aquella tarde de sábado, mientras a pocos metros de allí jugaba  el Real Club Deportivo Español, contra su aferrado contrincante el Futbol Club Barcelona.



La secretaria de la Asociación la señora Ana Isabel Pérez Pizarro, nos deleitó con unos versos de su poemario, que nos metían aun mas en las condiciones que reflejaba anteriormente, de la bondad de las cosas, de lo divino y humano, de la realidad de la vida, de la lujuria y del pensamiento más profundo



Alfredo fue interviniendo con su voz melodiosa en tantos y tantos himnos preciosos que fueron sonando a la guitarra y al teclado. Con ese aplomo tácito que suele emerger desde las cuerdas de la guitarra y de las teclas del piano.



Por riguroso orden en el programa y ateniendo a los poetas que se habían presentado al acto, Emilio Moreno, Juan Alejo Esteve, que sumado con la colaboración indispensable de Jordi Subirá Fumanal, se cerró el acto, tras las palabras del Presidente Don Alejandro Sánchez de Ahumada Penalva.



Así se sucedieron los detalles, tal y como se los hemos contado, agradeciendo como es norma en nosotros los hombres y mujeres de la Asociación de Poetas de Cornellá, a todos los que nos siguen, tanto en presencia como en la distancia, desde el patio de butacas, y en las publicaciones a tal efecto.



Gracias de corazón.

Emilio Moreno
    

1 comentarios:

Anónimo dijo...

Amigo contador de actos, quiero que les hagas llegar a tus compañeros, el buen rato que pase escuchando los poemas. Lástima que en este territorio solo importe el fútbol, gran hermano y la programación de tele5. Una pena que dice de la cultura de la zona.

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