Después del polvo
Entrega por capítulos del wáter cósmico.
Volvió a
la realidad en aquel instante perfecto, quiso recordar los últimos veinte
minutos y disfrutarlos, cuando aquel vehículo tan lujoso perdía velocidad y por
el altoparlante de la cabina de los pasajeros se escuchó la onda de Sócrates,
que decía con voz de lacayo_. Señora, hemos llegado. Da usted el permiso para
aparcar dentro del edificio y poder
ayudarles ¿en el abandono del automóvil?
La
sensual Glenda, abandonando momentáneamente la caricia de aquel penis, y superponiéndose a la
excitación, carraspeó para que el tono de su voz fuera creíble para el cochero
y tras unos segundos de enfoque respondió_. Sócrates ¡Está bien! Aparca frente
a los ascensores y dispón nuestra salida sin interrupciones ni encuentros, sin
que nadie pueda vernos llegar, ni bajar del carro. Vamos directamente al
departamento amplio de la primera planta. La Suite Presidencial de Jeques.
_ Ok Señora Glenda, lo que usted decida, siempre
a sus órdenes, en cuanto esté realizada la maniobra, abro las puertas del
Mercedes sin volver a solicitar su venia. Si hubiese algún contraindicado yo le
informo, descuide.
El sonido metálico del parlante quedó mudo,
escuchándose el tic de la desconexión. La sonrisa de Ángel era amplia, la de
Glenda reflejaba el dominio de una mujer sobre sus decisiones y confiada se
miró en uno de los espejos disimulado de la limousine, arreglándose las
pestañas con los índices y retocándose el perfil de los labios con una barrita
nacarada.
Hemos llegado amor _ dijo Glenda, dirigiéndose a
Ángel, para se repusiera del efecto de los tocamientos lascivos.
Ambos se dispusieron a descender del vehículo
cuando aquel mozo les avisara, reconduciendo sus respiraciones accidentadas y
procurando estar decentes en el momento que se abriera la lujosa puerta para
apearse del corto pero estresante viaje desde el restaurante Mar Adentro.
Por el sonido y la quietud notaron que estaban
donde había indicado Glenda, sin embargo dieron tiempo a que el chófer,
preparara el acceso a la zona vip, sin sustos ni complicaciones.
Glenda a pesar de ser la esposa un Caudillo
Imperial de los negocios, Don Fulgencio Cánovas de
Cangállate, tenía
que representarlo y no podía más que atenerse a normas.
Con mucha calma y dirigiéndose a Ángel, Glenda le
comentó a su amigo de negocios_, no sufras por nada, lo tengo dispuesto
absolutamente todo al detalle y todo saldrá bien. Nos lo pasaremos en grande,
disfrutaremos de nuestro ejercicio, se establecerán acuerdos bilaterales y
después tú te las apañas con Fulgencio, que no te dará demasiada guerra, porque
huele los buenos tratos a una legua.
_ ¿Estás tenso, o me lo parece?_ preguntó seguidamente
Glenda acariciando las manos de su conquistado.
_ Estoy bien cielo, lo tienes todo tan atado, que
ya quisieran algunos que presumen de control, poderte llegar a imaginar. Con que ingenio
tramas las cosas.
Además de disfrutar de tu cuerpo, de tu sexo,
estoy aprendiendo más que en toda mi trayectoria humana, estoy
empapándome de tanto salero, me estás entrenando tanto, que a partir de ahora,
con seguridad seré otro Ángel, muy diferente y desconfiado, mediré todos los
detalles como veo que los calculas y computaré las repercusiones hasta sus
consecuencias finales.
Glenda, lo miro y a renglón seguido apuntó. _ A
ti; te lo han dado todo mascado ¿Verdad?
_ Porqué dices eso_ le respondió Ángel,
interesado.
_ Pues por tus últimas manifestaciones, sinceras
y nada descabelladas, sin embargo, yo vengo de un mundo muy diferente al tuyo.
He tenido que tragar mucha mierda en mi vida. He tenido que follar con tíos que
me daban asco, y no me ha quedado más remedio, que hacerles ver que lo
disfrutaba.
Ahora puedo elegir y por ello, lo saboreo tanto y
con tanta naturalidad, porque mido como bien dices, cualquier detalle que pudiera surgir, cualquier
imponderable que ni imaginamos nos arruine el momento.
Nunca lo refiero pero, como ya hemos entablado
tanta confianza, he probado el gusto de tu saliva, y he recorrido sin falsas
emociones, ni escándalos por tu parte, tu perímetro sensual, te diré que de muy
joven me vendieron a un fulano que vivía de las mujeres.
Tenía una especie de parada ambulante de
cacharros de menaje, cuchitriles que vendía para ocultar lo que traficaba. Me
casaron con él, y como ya estaba sometiendo a un par de chicas más, otra no molestaba,
pues éramos las que le preparábamos la parada, vendíamos, limpiábamos,
cocinábamos y encima se la lamíamos.
Un asqueroso, vicioso y borracho, como tantos en
nuestro entorno.
Pude quitármelo de encima, pero ya me había hecho
dos barrigas, que por cierto no las cambio por nada ni por nadie, pero me
abandonó cuando más necesitaba su amparo, su protección y el dinero que me daba
para mantener a las dos criaturas. Un chulo de putas asqueroso que no cuadraba
en ningún ambiente decente.
Se olvidó de mí en cuanto caí enferma por su
culpa, creyó que me moriría y me repudió para evitarse el gasto. Fue mi
salvación, me desdeñó y me tiró en la mierda como si fuera un vómito. Tuve que
apañármelas y lo conseguí, recordé todas las putadas que mi padrastro le hizo a
mi madre y como salió adelante. Seguí su ejemplo y subí a mis niños. Me cuidé,
dejé las drogas, abandoné el alcohol y me convencí que era la única forma. Sané
de la neumonía, de la adicción, de la tuberculosis y me preparé con esfuerzos,
hasta que me llegó mi oportunidad.
Mi marido, el que tengo ahora, Fulgencio, me
engaña como yo le pongo los cuernos a él. Aunque cree, que soy ajena a ello.
Está convencido que las mata con su mirada y sus cualidades, y el pobre no sabe
que se tira a las que en la sombra sin que él lo sepa, le preparamos Rosalía y
yo.
No he permitido me deje en cinta, ni creo que
sirva. No nos amamos, le valgo y me sirve. Está muy introducido en negocios que
dan dinero, con los políticos, con las grandes familias, con traficantes de
toda índole.
Le ayudo a medrar y a engatusar al que me pide, y
lo hago. Con ello viajo, les doy estudios a mis hijos, le mando comida a mi
mamá y le arrimo todo el beneficio que puedo.
Conozco a gente muy guapa, otros son bastante
cabrones y mala gente, gubernativos viciosos y maleantes y además tengo mi
propio chiringuito, con el que me gano muy bien la vida. Ahora follo cuando
quiero y con quien me pone tonta, sin dar explicaciones, pero con idea, sin
amor, sin pretensiones y sin riesgos.
Tampoco quiero dar una presencia de pura alocada,
ni de pérfida mujer. No soy una puta de Congresos, ni de alto standing.
Cuando me llevo un tío a la cama, es porque le
saco algo, me gusta, y antes lo preparo
con mi secretaria, ella lo lleva primero y lo prueba, si huele bien, si jode en
condiciones, es simpático y sobre todo si es un hombre desprendido y
espléndido.
Lo agarro como decimos por aquí, me lo follo y
punto. Creo que ha quedado claro, ¿verdad? _ siguió argumentando Glenda_, sin
nervios, ni representaciones solemnes, tan clara como la luz del lucero_. Nosotros_, continuó sin parar_, después del polvo, o de los coitos
que se sucedan, firmaras tu convenio con mi papito Fulgen y te llevarás el gato
al agua.
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