La
verdad es que aquella historia no debió pasar ¡Jamás! Pero, …¡ ocurrió!_, siguió
argumentando Cecilia, mientras miraba fijamente las manos de Javier, a la par
que asentía su relato.
Un
tío guapo, macizo y anodino, que solo tenía pene, se cruzó en mi camino una
noche que andaba ardiente y seguramente desolada por la depresión que me
invadía.
¡Caí
en su rollo como una idiota!. No sé si me sedujo o fui yo, quien acabó facilitándole
el polvo, sin meditar en las consecuencias.
Tan
solo por desahogarme con un cipote, y por las ganas de joder cada noche, quizás
por el ultraje que había pasado, o porque soy una descerebrada, me dejé llevar.
Lo
metí en casa a vivir de forma inconsciente. Tanto fue, que no tardé ni dos
meses en quedar de nuevo en estado. ¡Preñada de un donnadie! ¡Te vas dando
cuenta! De lo que soy_ volvió a
recriminarse Cecilia, ya sin probar bocado.
Gracias
a que en el Instituto Farmacéutico, donde trabajo, hay gente que me apoya. Pude salir adelante, con todo aquello.
No
tardó en aparecer su impronta de vago y perverso, procurando siempre tener la
botella a mano. La excusa que le impidiera trabajar y siempre situaciones
verbales relativas a su mala sombra. Invocando a su “Diosito”, y restregándole
la poca fortuna que había tenido en su vida_ gesticuló con gracia Cecilia,
teatralizando el comentario de su excompañero y poniéndolo en énfasis, tal y
como si lo reprodujera él mismo_ “Diosito, que poca estrella he tenido en mi
avance, sin ser comprendido”_. Acabó la payasada que hizo a modo de escena, y
continuó departiendo mientras Javier, inmutable escuchaba cuajado.
Como
si ellos fueran los afectados_ refiriéndose a los de la calaña del amigo_ Los
abandonados del criterio del cielo. Mientras que los que trabajamos_ dijo con
mala leche_ y les amparamos ya sea por la causa que fuere y defendemos sus vicios,
sus gastos y sus mierdas. Lo debemos hacer por obligación y para protegerles,
aunque sea por la lástima que imprimen.
¡Llegó
el momento! que era totalmente intolerante pero ¡Atiende! _ afirmó_ ¡Ya!
Llevaba una barriga bien oronda de él.
Un
buen día tomando un café con mi peor enemiga. O sea, conmigo y mis desencantos,
comprendí que tiraba por la ventana mi vida a chorros, que me había rodeado
siempre de tipos asquerosos, que les había servido para sofocar sus deseos
sexuales, para que me utilizaran como una esclava y traerles hijos al mundo, y que fuera yo la
criadora.
Jamás
me dieron felicidad y la que yo tenía ¡La que yo poseía de siempre!, la había
destruido.
Aún
y sin haber parido a mi tercera hija Soraya, cuando se me pasó la fiebre de
Rubén, lo puse de patitas en la calle, no sin esfuerzo, ya que se había
apalancado a beber como un cosaco, comer como un hambriento y a no dar golpe,
por lo que no era de su gusto abandonar aquella vida. Volviendo a evocar a sus “Diosito”
y a su mala estrella, que le desatendía de nuevo, porque una mujer no quería
comprenderle.
Sufrí
bastante, sin amparo familiar, sin nadie que comprendiera, ¡claro!, que yo me había buscado lo que tenía y ya no
era cuestión de ir a golpear la puerta de mis padres pidiendo amparo.
Les
había hecho algunas jugadas que no podían ser olvidadas. Dos niñas y la que venía
en camino, menuda papeleta para cualquiera, que además siempre me habían
aconsejado.
¡Existe
Dios!
Definitivamente ¡Sí!
Definitivamente ¡Sí!
Creo
que mis padres desde lejos no habían dejado de preocuparse, porque un buen día,
aparecieron en la puerta de mi apartamento, cuando ya no estaba Rubén ¡Lógico! Nos
fundimos en un abrazo y lloré todo lo que no había hecho desde que me vine de
Barcelona.
Ni
una queja, ni un mal modo, ninguna explicación tuve que darles a mis padres,
ellos, como si supieran en que marcha circulaba, tomaron el rumbo y aplicaron
la dirección ajustada a mis necesidades. Volví a trabajar tranquila, tuve a mi
hijita Silvia, una monada de criatura, blanca y tersa, tan bonita como las alboradas,
en un parto muy rápido.
Ellos,
mis padres sin un lamento de represión, sin nada a cambio cuidaban de mis hijas
y de mí, con ese amor que no se puede comprar en parte ninguna, ese amparo que
sale del corazón y que solo lo pueden suministrar los que te aman. ¡A los que
les importas! _ Mientras tomaba un respiro y enjuagaba su garganta Cecilia, con
un trago de agua, Javier iba echando cálculos de los tiempos, de las
explicaciones que daba la farmacéutica y no comprendía acertar quien era el
padre de la hija mayor; de Caterina, ni cuanto tardó en nacer en Costa Rica ese
bebe, desde que regresó la madre de España.
Cecilia
no había comentado nada sobre ese tema, se había callado como una tumba, o
quiso pasarlo por alto adrede, para que quedara difuso y en el olvido.
Pronto
retomó el relato la guapa mujer, que sentada frente a Javier, irradiaba ese
resplandor que solo tienen las estrellas_. Como te decía_, inició nuevamente el
hilo de aquella trama. Una vez pude deshacerme de Rubén, en casa retornó la
coherencia, las buenas sintonías, las ganas de guardar los momentos bonitos
para comentarlos en la noche, las ilusiones familiares y lo que nos deparaba el
diario e invariable momento.
Ahora,
estoy muy centrada en mis tres hijitas, Caterina, Natalia y Silvia, de un añito
casi, vivimos las tres en casa, tenemos
ayuda externa, para la limpieza, y mis padres nos visitan muy a menudo. Ideal
para nosotras, contentas y sobre todo muy felices y juntitas.
Ya
ves querido Javier, esto ha sido en líneas generales lo que más o menos ha
ocurrido en los casi siete años, que ya hace me vine de Barcelona.
Creo
que a ti la vida te habrá ido de otro modo más tranquila, imagino, porque de
saber de ti; poco, no contestabas a mis
llamados ni cartas, y llegó el momento que parecía te había tragado la tierra.
¡Cómo
te fue a ti Javi! Sabes que no te
reprocho nada, pero siempre he guardado unas imágenes fieles de ti en mi ser.
¡Me he arrepentido muchas veces de venirme de allá! _ Un suspiro profundo
profirió Cecilia llenándose el pecho de aire y ultimando su concurso_. He
alargado demasiado mi charla y quizás tu podrías explicarme algo de ti, antes
de que tenga que retirarme para ocupar mi turno en la farmacia.
_
¡Claro que puedo! ¡Debo hacerlo! Aunque si no nos llega el tiempo, ya te invito
a que nos volvamos a ver, tan pronto como quieras, y si has de venir con las
niñas, sabes que no me molestan. Al contrario, sería un placer conocerlas_. Un
gesto de complacencia surgió de la cara de Cecilia, aprobando las dos opciones,
que sin decir palabra, hizo que le arribase al conocimiento de Javier, sin
perturbarle a la historia que estaba a punto de comenzar.
_
Mi vida, no ha sido tan apasionada como la tuya, pero si tan dolorosa_,
pronosticó Javier, a vuela pluma y sin parar continuó.
Cuando
te viniste, creí volverme loco. He sido un idiota toda mi vida. ¡Sí, así es! _
dijo mirando a Cecilia, con resignación_ Rompiendo en cada momento feliz, lo
que más me interesaba, por ser tan egoísta, por no tener ese par de cojones que
los hombres han de poseer en momentos puntuales.
Te
he echado en falta a menudo, porque decirte cada día, sería demasiado
exagerado, ya me conoces. Sin embargo las cosas me han ido todas de mal en peor_,
aspiró todo el aire que pudo en su abdominal y comenzó casi desde el principio
a referir su secreto_. Una vez que despejó aquel avión que te llevaba después de
alguna escala a tu país, a mí me comenzaron a entrar las náuseas del
desgraciado.
Todo
se torció y creo, podría casi jurarlo, fueron el comienzo de todas mis
desventuras.
En
la empresa que trabajaba, se hicieron reajustes y por motivos profesionales
tuve que viajar a México, que allí es donde se abrían las nuevas fórmulas, que
dejarían a la firma en condiciones de proseguir con el negocio.
Los
carburantes, el producto que tocaba en aquella sociedad, tenían mucho auge en
el país de los aztecas y allí fui destacado para formalizar las nuevas
delegaciones.
En
aquel país vive un familiar mío, desde que la deportaron de Estados Unidos, por
falta de trabajo y de papeles, recalando en el Distrito Federal. El destino hizo que no ha mucho tardar, encontrara trabajo en
una buena firma. Walmart.
Martina,
se instaló definitivamente allí y conociendo por noticias de la familia que
Javier iba por aquellos lugares, hizo por verme y cuando librábamos de nuestras
ocupaciones, nos veíamos de tanto en cuando para tomar unos tequilas.
Aquella
noche cuando la recogí de las puertas de Walmart. Apareció con una compañera suya.
Jimena, una mujer muy guapa, pero más que eso, desconcertante y mezquina, la
cual tras muchos problemas y enredos, me cazó y me llevó a una boda que no duró
a apenas el tiempo de nacimiento de mi hija Estela.
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