Todos
duermen, son las seis de la mañana la claridad del día no ha llegado. Los pajes
de los magos de oriente descienden por los balcones, han dejado en cada casa,
al lado del fuego esos regalos que les traen a los niños.
Anita, se
despierta, diría que se hacía la dormida, que no ha pegado ojo en toda la
noche, que con tanto nervio de esperar sus regalos, ha descansado lo justo, a
duermevela, con una ilusión preciosa.
El éxtasis
de saber que llegan los “Reyes” a dispensar lo que ella deseaba, la tiene
nerviosa y ya confunde la realidad con sus sueños. Es aún muy chiquita.
De buenas
a primeras, escucha movimiento en la casa, su hermano tenía la trompeta de
pistones que había pedido por carta a los magos en la boca, tratando de tocar
una canción popular. ¡Ya me dirás, tiene cuatro añitos!
El ruido
es ya incontenible, tanto regalo, tanta golosina, y aquella imaginación antes
de abrir los paquetes que es divina.
Un salto
de la cama, y a por los presentes, que esperan justo donde el año anterior en
el borde de la chimenea. Saluda a sus padres con un beso de los rapiditos y sin
dejar de mirar a los envoltorios de papel amarillo chillón que transmite ese
reflejo tan relampagueante, se desliza de rodillas para tocarlos con sus manos.
El
hermano, sin saber solfeo sigue intentando interpretar algo conocido, de
momento solo ruido estridente y desafinado sale por el trabuco de aquella corneta
plateada, que está haciendo las veces de reloj despertador al vecindario.
Los padres
no tienen ojos para mirar a tantos lugares diferentes y disfrutar del aquel
espectáculo, que es difícil de imaginar a bote pronto.
Cantidad
de relieves ofrecen los papeles del embalaje y las cajitas de cartón saltan de
un sitio a otro, los ruidos de admiración de los dos zagales por el
agradecimiento son cada vez más sinceros y sus caras reflejan la emoción de
saberse tan queridos por tanto juguete llegado.
La muñeca
de moda está en las manos de la niña ¡Que abrazo recibe aquel juguete!, que
parece tener la sonrisa aún más agradecida que cuando fue envuelto para regalo.
La música del:
“ do re mi…”, sigue escuchándose más de tarde en tarde, ya que es compaginada
con los aullidos de guerra y aquella cimitarra de corsario con su antifaz, que
hace las delicias del muchacho al abordar al papá por la espalda y decirle que
se rinda sin remisión que su barco ha sido abordado por los piratas.
Ilusión,
alegría desbordada y admiración por tanto obsequio llegado de manos de los
magos de oriente. Si nadie pone fin a las escenas, pueden durar tanto como
fuelle tengan aquellas criaturas que no dejan de imaginar y de vivir sueños
distintos traídos por las ilusiones de sus majestades de oriente.
Nadie
recuerda al Papá Noel, de la Nochebuena, aquello es agua pasada, son otros momentos y
diferentes cuestiones. Los jovencitos son muy listos y en estos asuntos de
regalos y juguetes, nada de mezclas, lo saben desde recién nacidos.
La madre,
intenta poner un poco de orden a tal desmán y por lo menos les pide que se
calcen los pies, que han saltado de la cama con el pijama y sin más se han puesto
de bruces a jugar. Nadie le hace el mínimo caso. Ella, la mamá, se deja llevar
por las circunstancias y recuerda, ese mismo día de tan solo hace treinta años.
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